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El golpe (3)

jueves, 29 de junio de 2023
Un sábado a la noche mientras caía una fuerte nevada, el mesón de la Tía Negra estaba lleno de gente cantando. Fue cuando se abrió la puerta y entraron unos gendarmes muy armados. "¡Todo el mundo con el documento en la mano!" gritó el oficial. Con una mezcla de inconsciencia y vino caliente con canela (especialidad de la casa) nadie le dio bola, y siguieron cantando. Ante la opción de arrestarlos a todos por desacato y llenar el calabozo, incluyendo el hijo de algún militar, o hacerse el gil, amenazar con "¡Que sea la última vez que no traen documentos!" y retirarse con un fuerte aplauso, prefirió lo segundo.

Sería al año siguiente cuando pudo vivir una situación delicada. Viajó solo a Buenos Aires por unos trámites. Un amigo lo invitó a cenar en su casa en el barrio del Once y al terminar lo acompañó al portal, comprobada la ausencia de elementos sospechosos, se despidieron y se fue. Con el tiempo se enteró que una noche posterior se realizó un operativo y se llevaron a la pareja, los que fueron brutalmente torturados y obligados a exiliarse en veinticuatro horas.

Previamente al golpe militar, el subdirector estaba trabajando activamente con las autoridades sanitarias de Rawson, jóvenes peronistas, todos unidos por el deseo de mejorar la existencia de la población indígena. En estas tareas, por su juventud, falta de experiencia y ansiedad por cambiar algunas cosas, no calculó los efectos colaterales, confió en gente que no debía y tomó decisiones no muy acertadas.

Nombró a un sociólogo que tenía puesto en la cárcel incluyéndolo en el servicio social. Muchos discursos, todos muy interesantes, pero no hizo un carajo nunca en ningún sitio. Tuvo que aguantar los comentarios de la administradora que se lo recordaba casi todos los días. Resultó ser un vendedor de humo. Hasta que el predicador logró una beca en México, luego otra en California y se convirtió en un sociólogo muy conocido, autor de innumerables libros y artículos, vendiendo siempre la misma mercadería. Cuando era un pobre hambriento, daba su tarjeta y aconsejaba, "Guardala para cuando yo sea famoso". Y lo fue, pero perdiendo la memoria.

Otra de las cosas a las que contribuyó no muy consciente fue el cese por incompetente de Tedeschi. Fue poco antes del golpe de estado que intervino la provincia y que provocó el exilio del gobernador y el nombramiento en su lugar de un coronel. Todos los funcionarios que formaban el grupo de trabajo de salud fueron cesados y se les aplicó la "ley de prescindibilidad", cinco años sin poder optar a ningún empleo público. Entonces su tío político fue nombrado Subsecretario, únicamente por haber sido defenestrado por el gobierno anterior. Así que se vio obligado a replegar las velas y tratar de subsistir arrinconado, aguantando las embestidas de todos a los que en su momento de poder había molestado.

Una vez lo llamaron a dirección. Algunos jefes de sala estaban incómodos con los cambios en enfermería. Las chicas se estaban organizando y cumpliendo mejor sus tareas, pero al mismo tiempo ganaban seguridad e iban reconociendo mejor sus obligaciones y sus derechos. La tropa se estaba volviendo arisca cuando se la quería manipular. Así que, aprovechando que su defensor se encontraba en boxes con muchas posibilidades de abandonar, quisieron recuperar la antigua jefa. Antonio se sentó en un extremo y se preparó para recibir lo que cayera. El dire, que también había sido cesado en la Municipalidad, intervino sólo después que le propusieran el traslado de la monja a otro servicio.

¿A quién ponemos entonces, che? - Preguntó a un auditorio con deseos de revancha.

El neonatalólogo, que se la tenía jurada desde un enfrentamiento pasado en el que, hay que reconocer, tenía una parte de razón, confesó su intento de convencer a la señora galesa a retornar al cargo anterior. La inteligente señora le respondió que ni loca. Estaba muy cómoda, mucho más tranquila y pensaba jubilarse en ese puesto. Miraron todos al reo que, agrandado por ese momento de gracia, susurró:

Cuando las cosas se hacen bien...

Entonces dejamos todo como está, che Sentenció divertido el doctor Canale.

Fragmento de "Buscando a Elena", 2021.
andresmontesanto@gmail.com
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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