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Amar a Lugo

martes, 11 de julio de 2023
Fue el 5 de junio de 1999. El entonces presidente de la Diputación de Lugo, Francisco Cacharro Pardo, y el alcalde de Lugo, Joaquín García Díez, me entregaron el Premio 'Amar a Lugo' -correspondiente al año 1998- otorgado por la Asociación Provincial de Radio y Televisión, presidida por el periodista Francisco Rivera Cela, en el transcurso de la Gala 'Lucenses del Año 1998', celebrada en el Gran Hotel, en la Avenida de Ramón Ferreiro.

Esta distinción, ideada y defendida en mi caso por Paco Rivera, me produjo una gran alegría y me llenó de satisfacción porque suponía una excepción a la sentencia evangélica de que "nadie es profeta en su tierra". Porque significaba que en Lugo, donde pasé 17 años de mi vida, había personas e instituciones que, a pesar de mis escasos méritos, me tenían mucho más cariño del que yo me imaginaba.

Tras recibir el galardón -una reproducción de la muralla romana de Lugo, en bronce, con la antena de radiotelevisión incorporada- leí el siguiente texto de agradecimiento:

"Antes de nada, muchísimas gracias al jurado que me otorgó este premio, especialmente al eficaz y entrañable Paco Rivera, así como al Ayuntamiento y a la Diputación. Gracias también a todos ustedes por su asistencia y por su paciencia.

"Como este premio se denomina 'Amar a Lugo', debo decir que amar a Lugo, en mi caso, no es una tarea que suponga sacrificio alguno y, por tanto, haya que premiarla. Es un deber que trato de cumplir con auténtico placer. Pero si, además del placer de amar a Lugo, se reconoce con una distinción de este tipo, puedo asegurarles que me han hecho muy feliz.

"Porque, ¿cómo no voy a amar a Lugo, si cuando tenía solamente 12 años, de la mano de mi padre, en el autobús de la 'empresa Freire', con un colchón y un baúl salí de Melide para ingresar en el Seminario de Lugo, edificio que está ahí casi al lado de este hotel, donde permanecí interno otros 12 años? Y, después, cinco años más en el mismo Seminario y en el Instituto Lucus Augusti), situado ahí enfrente, en tareas docentes y formativas.

"¿Cómo no voy a amar y regresar a Lugo? ¿Cómo no voy a sentir morriña y melancolía por esta ciudad y por sus gentes?

"Les aseguro que necesito amar y regresar a Galicia, y muy especialmente a Lugo, porque ahí está el Seminario en el que estuve 17 años, primero como alumno y después como formador. Ahí sigue ese centro educativo que tanto ayudó a cientos y miles de alumnos, mayoritariamente de familias humildes de nuestras aldeas gallegas. Ahí está ese centro en el que -como si adivinaran que algún día me concederían el Premio 'Amar a Lugo'- me enseñaron a conjugar y a practicar, en latín, el verbo AMAR: amo, amas, amare, amavi, amatum...

"Porque ahí está, enfrente de este hotel, el entonces llamado Instituto Masculino -hoy Lucus Augusti- en el que tuve la fortuna de compartir penas e ilusiones con muchos de sus alumnos, con quienes estoy en deuda de gratitud por su buena acogida, afecto y generosidad.

"Porque ahí está también, a la salida del hotel, la Avenida de Ramón Ferreiro por la que tantos paseos di, bajo sus tilos, para tomar el fresco en las noches de verano.

"Porque ahí está nuestra querida muralla romana, cuyos dos kilómetros y medio de longitud tantas veces recorrimos los seminaristas, cuando no llovía, en los paseos organizados los jueves y los domingos por la tarde.

"Por eso vuelvo con frecuencia, porque también necesito ver y compartir ratos de alegría con los familiares y amigos que aún quedan. Porque necesito visitar las tumbas de mis padres y experimentar cómo el amor por los seres queridos trasciende al tiempo y al espacio. Porque necesito ver y tocar las piedras románicas de la iglesia en la que me enseñaron a hablar con Dios.

"Porque necesito ver los prados y los montes en los que mi abuelo materno -en un especie de complicidad clandestina entre nieto y abuelo- también me dejó dar las primeras chupadas a mis primeros cigarrillos.

"Porque necesito sentarme, al igual que cuando era niño, en los valos de las leiras a las que mi padre abría las entrañas con el arado romano para sacarles un poco de pan.

"Porque necesito recordar como en los atardeceres, cuando sonaba la campana de la iglesia, interrumpía brevemente la faena, levantaba un poco la boina o el ala del sombrero y elevaba una oración al cielo con el deseo de aliviar las penas de las ánimas que pudieran estar sufriendo en el Purgatorio. Hasta las vacas, uncidas al yugo y el arado, parecían sumarse a esta sagrada liturgia rural.

"Porque necesito contemplar las ruinas del molino al que me gustaba acompañar a mi padre para observar como molía el maíz, el trigo o el centeno con el que luego coceríamos pan para toda la semana.

"Porque necesito ir a la ermita donde está una cruz milagrosa a la que mi madre accedía de rodillas desde el punto en que la divisaba, con el fin de implorar salud y suerte para sus hijos.

"Les aseguro que no es ningún mérito amar a Lugo porque, para mí, es un privilegio, un placer y una necesidad.

"Y es que Galicia, y muy especialmente Lugo, se han convertido para mí en una necesidad tan absoluta como necesarias son las alas para los pájaros, el agua para los peces, o el amor para los enamorados.

"Y por encima... ¡este galardón!

"Hay premios Nobel de Medicina, de Física y de Química, Nobel de Literatura, Nobel de la Paz...

"Les ruego que me crean: para mí éste que me han concedido y que me entregan hoy es como el Premio Nobel del AMOR".
Silva, Manuel
Silva, Manuel


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