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Celso Emilio Ferreiro

lunes, 19 de junio de 2023
En abril de 1975 el profesor de Literatura Española en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, Ramón Pedrós, nos encargó, como tarea de fin de curso, la elaboración de un trabajo académico de libre elección por los alumnos. Y yo opté por hacerlo sobre la vida y obra del gran poeta gallego Celso Emilio Ferreiro.

Yo había conocido personalmente a Celso Emilio en 1974 -al año siguiente de su regreso de Venezuela, a donde había emigrado en 1966- con motivo de una conferencia que pronunció en un Colegio Mayor Universitario de Madrid.

Y le llamé a la revista TRIBUNA MÉDICA, en la que trabajaba, para concertar una cita con el fin de recabar datos sobre su vida y obra de primera mano. Y él me citó en el Ateneo de Madrid, en la calle del Prado, 21, donde desempeñaba el cargo de director del Aula de Cultura en la Sección de Literatura Gallega.

Y allí, en el Ateneo, me encontré con un hombre afable y generoso, de un increíble parecido físico con Salvador Allende, el presidente socialista chileno derribado por el general Pinochet. Allí, a su lado y en medio del silencio que reinaba entre las paredes de la Docta Casa, comprobé cómo se respiraba sosiego y tranquilidad.

Me expresó su alegría cuando le conté el proyecto de hacer un trabajo académico sobre su obra y me prometió toda su ayuda para que llegara a buen puerto. A tal fin, me recibió en más de una ocasión en sus domicilios, primero, del Paseo de las Delicias, 74 y, después, en la calle de Juan Bravo 53.

A finales de abril de 1975 -poco antes de presentarle el trabajo al profesor Pedrós- le entregué a Celso Emilio los folios con lo escrito sobre su vida y su obra y le expliqué el camino que había seguido para su elaboración.

Había trabajado, básicamente, sobre cuatro poemarios suyos: Longa noite de pedra, Viaxe ao país dos ananos, Cimenterio privado y Cantigas de escarnio e maldecir, firmado este último con el pseudónimo de Arístides Silveira.

Le comenté que en la elaboración del estudio, estructurado en tres bloques bien diferenciados, me pareció haber encontrado un claro paralelismo bíblico: un conjunto de poemas con los que canta la belleza, la justicia y la paz que un día reinaron en una sociedad edénica; otro bloque en que se lamenta la expulsión de ese paraíso y se denuncia lo que eso conlleva de injusticia, envidia, dolor y muerte; y un tercer y último apartado con el que el poeta invita a luchar por la paz y la justicia y alienta al lector a mantener la esperanza en un mundo más justo y mejor.

"En los poemas analizados quise ver -le dije- la lucha dialéctica del hombre que sueña LO QUE FUE; vive con dolor -sin pactar y con denuncia- LO QUE ES; y lucha por LO QUE DEBE SER".

A modo de ejemplo, en el apartado de LO QUE FUE se nos pregunta por lo qué hemos hecho de aquel 'Reino' en que:

"En el tiempo aquel
cuando los animales hablaban,
decir libertad no era triste,
decir verdad era como un río,
decir amor,
decir amigo,
era igual que nombrar la primavera.
Nadie sabía de ultrajes.
Cuando los animales hablaban
los hombres cantaban en los crepúsculos
palomas de luz y jilgueros de sueños.
Decir tuyo y mío, no se entendía,
decir espada estaba prohibido,
decir prisión sólo era una palabra
sin sentido, un aire que hacía daño
en el corazón de la gente.

¿Cuándo,
cuándo se perdió
este gran Reino?"

Otro ejemplo en lo relativo a LO QUE ES, lo deja muy claro en su famoso poemario "Longa noite de pedra", en el que nos asegura que todo es de piedra, duro y frío como la piedra:

"El techo es de piedra.
De piedra son los muros
y las tinieblas.
De piedra el suelo
y las rejas.
Las puertas,
las cadenas,
el aire,
las ventanas,
las miradas,
son de piedra.
Los corazones de los hombres
que a lo lejos esperan,
hechos están
también
de piedra.
Y yo, muriendo
en esta larga noche
de piedra.

Y, en cuanto a LO QUE DEBE SER, son aleccionadoras y enardecedoras sus palabras a pintores, poetas, jóvenes, canteros, labradores...

"El aire puro de la mañana proclama
su derecho a entrar en cada casa.
¡Ábrele las puertas, patria!
¡Dale tus senos, alma!
Deja ese tufo ácido que te sofoca,
olvida estas mortajas,
enjuga tus lágrimas,
habla,
canta,
arroja la desesperanza,
no dejes que te insulten,
insulta.
(.........................)
Deja entrar la mañana clara
en tu casa".

O aquel otro poema en el que dice:

".........................
Hay que buscar el fuego y las heridas,
hay que inventar el llanto
para conseguir la luz,
para que la paloma y el pan,
para que la paz y la abundancia,
para que la alegría,
para que la pureza
caigan sobre nosotros como una lluvia,
para siempre".

Y con otro poema que la "Nova Canción Galega" incorporó a su Repertorio musical, invita al pueblo a levantarse y andar:

"El viejo cantaba
una remembranza.
El joven cantaba
una esperanza.
El niño cantaba
una alabanza.
Pueblo mío: puesto que cantas,
LEVÁNTATE Y ANDA".

Así como el siguiente canto a la 'Esperanza':

Alzaremos la esperanza
sobre esta tierra oscura
como quien alza una antorcha
en una noche sin luna.

Marcharemos ceñidos
por los duros secretos
de una patria soñada
a la que no volveremos.

No sabrán el camino
que para entonces cogeremos.
Largos ríos de niebla,
largos mares de tiempo.

Tripulantes insomnes
en la libertad creemos.
Viva, viva, decimos
a los que están en el destierro
y sueñan con un amanecer
de banderas al viento.

Adictos de la saudade,
que lleváis la luz por los caminos.
¡Salud a todos,
compañeros!".


Cuando leyó mi trabajo, Celso Emilio me dijo que le había gustado y que le había "sorprendido gratamente" que alguien pudiera haber encontrado semejante paralelismo bíblico en sus poemas, cosa que a él nunca se le había pasado por la cabeza.

En uno de esos encuentros con Celso Emilio Ferreiro le propuse -a iniciativa del profesor Ramón Pedrós- que acudiera un día a nuestra clase de Literatura Española para un recital poético. Aceptó gustoso y fijamos una fecha para el mes de mayo. Ramón Pedrós también me pidió que fuera yo el que lo presentara a mis compañeros de curso, para lo que escribí en un folio unas hermosas y emotivas palabras sobre el ilustre poeta gallego.

Pero, como dice el dicho: "Nuestro gozo, en un pozo", puesto que una huelga en la Facultad, que duró varios días, no permitió fijar una nueva fecha, ya que estaba finalizando el curso. Por esos años, en las Universidades españolas solía haber huelgas un día sí y otro también.

(Con Ramón Pedrós me volvería a encontrar doce años más tarde -1987 y 1988- en la Agencia EFE, él como delegado en Cataluña y yo como redactor-jefe en Madrid).


Y fue una pena que mis compañeros no pudieran escuchar los versos de hondo contenido social que iban a salir solemnes y sonoros de la grave y cadenciosa voz de Celso Emilio Ferreiro.

Cuando en el verano de 1979 me enteré de su muerte en Vigo, cuando tenía tan sólo 67 años, me dirigí a Dios para leerle un trozo de la larga "Carta a Papá del Cielo" que Celso Emilio le había escrito en 1975 y que publicó en su poemario "Donde el mundo se llama Celanova" y que, entre otros, contiene hermosos versos como los siguientes:

"Mi querido papá, dos puntos, sigo.
(....................................................)
Te palpo y te mastico en el aire
y vienes sobre mí como una lluvia
que siembra de espejos los asfaltos.
Sin embargo, te quiero, viejo mío,
y te escucho en las tierras de labranza,
en la espuma de las mareas pescadoras,
en los crepúsculos que incendian las colinas,
en las albas tristes de las confusas torres,
en las oscuras cocinas aldeanas
y en los tejados rojos de mi pueblo
coronados de paz y de humos lentos.

Te escucho en los cantares de la gente,
en los muchachos que van por los caminos
e ignoran las palabras poderosas
que suenan como truenos cuando gritan.
Te escucho en un abuelo mío que tenía
barbas como Walt Whitman
perfumadas de surcos y barbechos.

Yo te quiero, mi viejo, tú lo sabes,
en los ojos de mi padre, meditadores,
y en las palabras musicales de mi madre.
Yo te quiero en la lengua de mi pueblo,
en el juguete perdido,
en el beso primero
de la primera novia.
(......................................................

Buscándote pasamos las murallas,
cruzamos las fronteras clandestinas,
llegamos a las cumbres,
bajamos los barrancos,
le preguntamos a las nubes viajeras.
No estabas en las grutas,
no estabas en los libros,
no estabas en los nombres prohibidos,
sino en la fugitiva piel del agua".
(...................................................)

Al leer estos últimos versos, me pareció estar leyendo el 'Cántico espiritual' de San Juan de la Cruz:

... Buscando mis amores/iré por esos montes y riberas/ni cogeré las flores/ni temeré las fieras/y pasaré los fuertes y fronteras/¡Oh bosques y espesuras/plantadas por la mano del Amado/¡Oh prado de verduras/de flores esmaltado!/¡Decid si por vosotros ha pasado!...
Silva, Manuel
Silva, Manuel


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