El golpe (1)

Pasó el verano muy entretenido y al llegar el otoño, el 24 de marzo, un golpe militar derrocó a la presidenta constitucional, la viuda de Perón. Como las numerosas facciones del peronismo y asociados no se pusieron de acuerdo para nombrar un candidato a vice que acompañara a un futuro presidente muy mayor y con serios problemas de salud, quedó el nombre de su esposa, irrefutable, una ex bailarina sin ningún tipo de experiencia, formación ni carácter para dirigir un país ya bastante caótico y con posibilidad de empeorar. Fue una absurda elección. La fórmula Perón-Perón arrasó con más del sesenta por ciento de los votos.

Se murió Perón, asumió Isabel (su nombre era María Estela Martínez), y una corte de mafiosos y aprovechados, encabezados por un siniestro personaje, ex sargento de policía convertido en Comisario General, ministro y mano derecha del presidente, lucharon y se mataron desde el primer momento por cada centímetro de poder.

Se extendieron los movimientos armados revolucionarios, y al caos social se unió el económico con una hiperinflación descontrolada. Creció la inseguridad ciudadana y comenzaron las ejecuciones en plena calle, el asesinato de líderes sindicales, las sedes gremiales convertidas en cuarteles paramilitares, los secuestros y los asaltos a los regimientos y comisarías. La Argentina, que llegó a estar entre los principales países del mundo, inició una autodestrucción quizás irreparable.

No habría que olvidar el día de la llegada de Perón del exilio. El lugar preparado para que una multitud lo recibiera y escuchara su primer discurso, una explanada cerca del aeropuerto de Ezeiza, se convirtió en una campo de batalla en el que peronistas de derecha se enfrentaron a peronistas de izquierda y donde según algunas fuentes hubo hasta setecientos muertos. No intervino ni la policía ni el ejército. Como anécdota, dicen que las armas fueron transportadas en las ambulancias.

Días antes del golpe una fotografía en las portadas de los diarios mostraba a la presidenta junto al todo poderoso ministro de Bienestar Social, creador de la Triple A, la que además de los innumerables asesinatos empujó a exiliarse en España y otros países a muchos intelectuales y artistas argentinos que no regresaron nunca más. Y junto a ellos la banda de dirigentes sindicales, que daba miedo solo pensar en el poder que tenían, incluido el que al aterrizar en Montevideo confesó a la prensa "Yo me borro". Todos asomados al famoso balcón, el mismo de donde daba sus discursos Eva Perón. Ese era el gobierno democrático que derrocó Videla y sus secuaces. El mismo que había firmado la orden de aniquilación de la guerrilla y que los militares se encargaron de cumplirla, de la forma y resultados que todo el mundo conoce.

En el lejano sur del país corrió un sentimiento mayoritario de esperanza, de un "por fin", repetido por argentinos que no podían imaginar lo que vendría después. Estos hechos fueron posteriormente olvidados, reemplazados en el relato por los miles de desaparecidos y por las aberraciones realizadas por unos desbocados militares que se creyeron ungidos por la ley divina. Pero también es parte de la historia.

Fragmento de "Buscando a Elena", 2021.
andresmontesanto@gmail.com