
Existen encuentros casuales, encuentros taciturnos o encuentros fortuitos, algunos se producen a escondidas y otros a plena luz del día delante de un sinfín de observadores indiscretos
a pesar de ello, hay ocasiones en que estos ni por fortuitos dejan de ser planeados, ni por casuales dejan de ser premeditados
Así el mar cada tarde espera ansioso el encuentro con el sol en Finisterre
La tarde cae lentamente y un cielo de anaranjados y rojos del color del fuego llena el aire, y por más que lo intentas no puedes dejar de mirar
En su ocaso el mar refleja sobre el agua miles de estrellas tintineantes que doran el vaivén de las olas, dejando constancia con su calor de que esa tarde el sol ha estado allí
Mientras decenas de ojos contemplan el espectáculo del final del mundo y el verano suena en línea recta, eres testigo de cómo el mar y el sol en un día único se funden una vez más (pero sabes sin embargo que nunca como hoy) en un inabarcable abrazo de luz y agua y comprendes en ese momento que hay cosas por las que merece la pena estar vivo.
Esa noche una se acuesta en el faro, sabe que duerme al borde de ese mar que escucha con la ventana abierta y cierra los ojos tranquila porque tras haber visto una de las puestas de sol más espectaculares de la tierra, del fin de la tierra, ya nada queda por pedirle al día