Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Día das Letras Galegas

domingo, 21 de mayo de 2023
Seis décadas de orgullo recordando a escritores y poetas, heraldos de nuestra identidad, forjadores de nuestro sentir como pueblo, como nación, como reino.

Dedico este artículo a todos y cada uno de los componentes y simpatizantes de la Casa de Galicia en Las Palmas de Gran Canaria, por su incondicional entrega desde la Junta Directiva, desde el cuerpo de Gaitas y tambores, desde la Coral y la Parranda de la Casa, desde su apuesta gastronómica y desde la generosidad y la participación activa de sus socios que asisten fielmente a todos y cada uno de los actos programados. Desde mi corazón y alma gallega, muchísimas gracias.

El pasado miércoles, día diecisiete de mayo, fue un Día grande.
Un Día grande para todo el mundo, pues siempre lo es cualquier celebración que se haga alrededor de la cultura y de la vida, de la pasión y el sentimiento, de la celebración y el reconocimiento de quienes nos han precedido o siguen con nosotros, por su entrega, tenacidad, lucha, arte y creatividad.

Así los hechos, mayor fue la alegría y satisfacción para toda esa población de galaico Día das Letras Galegasparlantes, censada y asentada con el transcurrir de los siglos en más de un centenar y medio de países -el setenta y cinco por ciento de las naciones existentes en esta esfera azul, cada vez más humana y menos viva, llamada planeta Tierra-, donde sus comunidades viven, laboran, gozan, cantan, ríen, bailan, sienten en gallego. No debemos olvidar que unos dos millones y medio de personas -más de doscientas cincuenta millones si nos referenciamos al idioma portugués-, hablan y sienten con ese idioma, lengua que tiene sus raíces en el gallego-portugués de donde evolucionan ambas: la gallega y la lusa, hermanadas desde el siglo XII hasta el siglo XIV en un mismo tronco linguístico.

La tarde noche del pasado miércoles, diecisiete de mayo, me encontraba en el Salón de Actos de tan señera institución. Esperaba una alta dosis de emoción y sentimiento, de morriña hacia una tierra que me vió nacer. Y así fue.

Mis sesenta y seis años me permitieron gozar de una morriña muy especial, una morriña madura, una morriña que acaricia el alma y el corazón desde la placidez de quien siente la tierra próxima, sin añoranza ni dolor.

Nunca fueron tan frecuentes mis retornos temporales a sus caminos y veredas, a las empedradas calles de sus históricas ciudades, a sus corredoiras, a sus prados. A los periplos jacobeos por tantas rutas como ofrece Galicia, todas ellas pretendiendo un destino común: la catedral de Santiago y el santo Apóstol. A los recorridos realizados durante muchos años con amigos de siempre, se unen ahora otros paseos. Busco en ellos conocer el increíble y salvaje litoral gallego, su tan descarnado como bellísimo escenario natural donde el océano Atlántico y el mar Cantábrico esculpieron con los cinceles del agua, el viento y la sal, un abanico de playas, ensenadas, rías, acantilados, lagunas..., fiel reflejo de un mundo onírico que, no obstante, es tan real como la vida misma, pues existe, se encuentra ahí, esperando nuestros pasos, nuestros silencios para escucharle, nuestro corazón palpitante y abierto para sentirlo. Una tierra que espera, cual amada celosa y enamorada, nuestra entrega absoluta para no olvidarla jamás.

Por todo esto, la llegada a media tarde al Salón de Actos de la Casa de Galicia de las Palmas de Gran Canaria, fue una llegada agradable, deseada, arropada por un sinfin de sonrisas y alegrías compartidas. Era un regreso a la Casa en toda regla, una Casa que siempre me fue muy familiar. Por eso los besos y abrazos, las alegrías y las confidencias familiares a tantas personas que demuestran cada día, con su tiempo y su trabajo que sólo así, desde este dispendio de amor al prójimo, dicha institución pueda desarrollar la enorme e impagable labor social que vienen realizando.

Con emoción contenida y la franca sonrisa de quien ha cumplido un objetivo largamente pretendido, un miembro de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Las Palmas, me hizo entrega de una hermosa dádiva, una publicación. Su título: "PEQUEÑA HISTORIA DE UN GRAN SUEÑO".

Agradecido la hojeé sobre la marcha, alabé y reconocí tan ardua labor. No sólo para que la publicación fuera editada -un logro en sí, difícil con los tiempos que corremos-, sino para aglutinar en su interior vivencias, momentos, imágenes únicas, historia de la asociación, actividades, intervenciones, entrevistas, datos, estadísticas, credenciales, jornadas, encuentros, congresos, razón e historia de los hospitaleros, otras asociaciones, reconocimientos... Supe luego, tras una rápida lectura de la primera página, que esta historia también tendría un artículo personal que llegará algun día. Tiempo al tiempo, tras la lectura y el análisis del periplo de tan importante como necesaria asociación jacobea, sólo puedo sentir hacia ella agradecimiento y orgullo por su trabajo y labor y ofertarle mi incondicional apoyo.

Sentarme en el interior del Salón, cerca del escenario, fue sentirme como en casa. No era la primera vez que asistía al Día de las Letras Gallegas. Había disfrutado otras veces como oyente, desde el patio de butacas, y había sentido, de igual modo, el rigor de la responsabilidad al tiempo que la gratitud ante tal honor, desde la tarima, como ponente y como escritor. La decoración de las paredes era esta vez más sobria. Recordé entonces aquellas paredes en otras celebraciones, llenas de paneles alusivos a la vida, historia, época y creación literaria de los escritores a quienes se dedicaba el Día de las Letras Gallegas. En esta ocasión, un creativo y cálido trabajo, muy didáctico, surgido de las manos y la imaginación de una MAESTRA, así, con letras mayúsculas, doña Marisa González Lagarón, que impartió docencia en el colegio Batería de San Juan, en el CEIP Atlántida y en el César Manrique -todos centros públicos de Las Palmas de Gran Canaria-, acercaba a los presentes el nombre de cientos de mujeres y hombres de Galicia que sintieron la llamada de la tierra y de la vida a través de sus escritos, de sus emocionadas palabras.

El mismo objetivo que vertebraría los actos de la noche se encontraba en las fotos que recordaban no sólo a personajes destacados en el mundo de la creacion literaria sino personajes que fueron y serán siempre, referentes esenciales a la hora de entender el ser canario y el espíritu gallego.

Los retratos de Pino Ojeda, Isabel Zendal, María Mérida, Rosalía de Castro, Josefina de la Torre y María Castaña nos recordaban a un tiempo, que la creación literaria, el heroísmo y la entrega a los demás son valores universales, canarios y gallegos también, y que en cualquier elenco histórico de cualquier disciplina artística y profesional, infinidad de brillantes estrellas son mujeres.

La amorosa y didáctica mano de Marisa -acérrima defensora, desde el más estricto respeto a todas las personas, de la cultura y la lengua gallega, ensambló en sencilla exposición, los retratos de tan egregias mujeres con los títulos de algunas obras, referentes esenciales en el olimpo literario gallego. Así "Poesía Galega" de Celso Emilio Ferreiro, "Terra brava" de Ánxel Fole, "Cantigas de Santa María" -escritas en galaicoportugués-, de Alfonso X, "Luces de Bohemia" de Ramón María del Valle Inclán, "Memorias dun neno labrego" de Xosé Neira Vilas, "Cantares Gallegos" de Rosalía de Castro.

Pequeño se quedaría el salón de Actos si todos y cada uno de las escritoras y escritores gallegos que han hecho de Galicia su musa, su campo literario, su refugio, su lucha o su pasión, tuvieran un minúsculo hueco en sus paredes.

Marisa quiso recordar a un buen número de ellos y, con letra pequeña en una página de autores, a modo de libro recordatorio, nos decía que allí, en aquella celebración del DÍA DE LAS LETRAS GALLEGAS, se homenajeaba no a un autor en singular -este año don Francisco Fernández del Riego-, sino a muchísimos más, todos y cada uno de los que, con su vida y obras, habían contribuido a hacer más grande la lengua materna, el idioma propio de un pueblo orgulloso de su identidad.

Leí rápido algunos de ellos, pues eran cientos, y sus nombres resonaban en mi cerebro con una fuerza similar a aquella que les había animado en vida. Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal, Álvaro Cunqueiro -admirado autor mindoniense de mi admirado también, amigo José Luis González Ruano-, Alfonso Daniel Castelao, Rosalía de Castro, Vicente Risco, Blanco Amor, Eduardo Pondal, Martín Códax, Camilo José Cela, Curros Enríquez, Manuel María, Manuel Murguía, Antón Avilés de Taramancos, Luis Pimentel, Ramón Cabanillas, Torrente Ballester, Ánxel Fole, Jesús del Toro, Manuel Rivas, María Mariño, Manuel Lugrís...

El caluroso son de las gaitas y tambores inundó la sala. Se iniciaba el acto con una entrada musical. Siempre ha sido así, sello inconfundible de la casa de Galicia.
Cerré los ojos, las piezas conservaban la pureza y sencillez de la música medieval. Lo comenté con la persona que se encontraba a mi lado, Luis Augusto Padrón, miembro de la activa y entrañable asociación "Peregrinos por Santiasgo", quien reconocía igualmente armonías y cadencias de una música ancestral, acordes propios de un lenguaje musical que perduraba en el tiempo, dotando a aquellos sonidos de percusión y viento -que sin lugar a dudas identifican la música gallega-, con una intemporalidad manifiesta, un eterno retorno a unas raíces ancladas en tiempos pretéritos.

Tal como apareció en escena, el grupo abandonó el escenario sin dejar de tocar mientras los asistentes acompañábamos con calurosos aplausos. Fue gratificante luego, escuchar la parranda de la Casa de Galicia. Emoción, sentimiento, universalidad en sus letras y canciones. Interesante iniciativa. La parranda dio paso a las presentaciones y disertaciones. Albino Aneiros glosó la figura de un hombre, Ciprián Rivas Fernández, que fue el encargado de acercar a los asistentes la figura del homenajeado este año en el Día de las Letras Gallegas.

El Director General de Ordenación y Promoción Turística del Gobierno de Canarias acercó la personalidad de don Francisco Fernández del Riego desde la cercanía que supuso conocerlo en persona, más allá de todas aquellas razones que detalló y que han hecho del homenajeado, merecedor de tan distinguido reconocimiento.

Marisa, nuestra querida Marisa, musicó un cantar de ciegos, de cosecha propia, tal y como lo viene haciendo, año tras año, para celebrar el Día de las Letras Gallegas. Reconozco mi emoción ante sus palabras, pues mi único recuerdo real de un ciego cantando sus romances o coplas fue hace unos sesenta años, en una campa luguesa -lugar con abundantes prados donde se celebraban romerías y fiestas en el campo lucense-, cogido de la mano de mi padre. Recuerdo aquellas gafas negras tras las que el hombre escondía sus ojos muertos, su bastón de recia y sólida madera, con abundantes nudos, que igual guiaba sus pasos que le servia para defenderse de cualquier fiera, ya fuese perro, raposo o lobo, su chaqueta de pana rota y desgastada, oliendo a mugre y abandono. Recuerdo también a su lazarillo, como si lo estuviera viendo ahora. Sí, es cierto. Acompañaba al ciego un desarrapado rapaz de pocos años -tenía algunos más que yo, acaso diez o doce-, con mirada de lince y hambre de fiera, capaz de coger al vuelo un patacón -moneda de entonces-, o una rosquilla almibarada, aquellas que vendían ensartadas en una flexible vara de mimbre.

Sigue cantando Marisa y, a su término, entrega el romance a Ciprián que la recibe emocionado.

Cierra el acto la coral de la Casa y, como siempre ha sucedido, clausura el acto cantando el Himno Gallego junto al público asistente que, puesto en pie, acompañó con sus voces y con la emoción presente en sus labios.

No sería correcto dejar la crónica a medias sin reseñar que, antes de abandonar el salón, la Casa de Galicia agasajó a los presentes con productos gastronómicos y vinos de la tierra. Sosegadas conversaciones convirtieron el ágape en un encuentro entrañable.

Abandoné la Casa con la intención de dar un buen paseo. Las Canteras me ofertaba su avenida peatonal como el mejor bálsamo para aliviar morriña y sentimiento.

Cerré los ojos y respiré hondo. El aire fresco de la playa me devolvió a mi tierra soñada, mi isla, mi gente, sus volcanes y toda su biodiversidad. Sonreí entonces porque me encontraba donde siempre quise estar, en esta tierra donde cada día descubro una senda diferente en la pulsión dormida del volcán.

Recordé entonces donde me encontraba el pasado año, este mismo día. Era en Lugo, en la Feria del Libro, celebrando con la presentación de mi última novela "O segredo dos trasnos", el Día de las Letras Gallegas.

Me acompañaban en el evento mis amigos Elías Ruano, Santiago Afonso y Carlos Placeres, canariones sin cuya presencia y amistad mi vida no sería igual. Se encontraba allí también mi hermana Chus y un buen número de amigas y amigos, de escritores y compañeros de mis tiempos universitarios, de viejos amigos de juventud y niñez, de ávidos lectores que querían saber algo más de los trasnos.

Supe entonces -ahora, hace cuatro días, en mi paseo nocturno por las Canteras-, que la vida es una sucesión continua de momentos similares con escenarios diferentes y actores distintos. Lo importante de todos ellos es que estén aderezados con la emoción del presente, con la pasión del encuentro, con amor, alegría, entrega y generosidad. La vida no es otra cosa que aquello que nos pasa en este preciso momento.

Sé que ustedes sabrán excusarme por mi atrevimiento, pero no quiero resistirme a la tentación de terminar el homenaje a las letras gallegas con un texto en gallego, un párrago extraído de esa publicación que permitió con sus ventas el pasado año -desde estas líneas un agradecimiento sincero a aquellos autores canarios que donaron ejemplares de sus publicaciones para su venta en Telde: Luis Pérez Aguado, Pepe Julio Cabrera, Josefina Mújica in memoriam, Rubén Benítez, Álvaro Monzón...-, una pequeña ayuda a los danminificados de la Palma y a la obra social de la Casa de Galicia.
Disfruten de tan bella lengua que enriquece nuestro panorama lingüístico y que habrán escuchado cientos de peregrinos canarios, en el saludo de la gente a su paso por tierras gallegas: Bo camiño!

"Descalzouse, abandonou os zapatos e seguiu camiñando. A cada paso, o bulicio quedaba mais lonxe, soaba como un murmurio que, dun modo gradual, se perdía tras el. No seu lugar, a marisma enviáballe un novo rexistro sonoro: as harmonías melodiosas dunha variedade infinita de paxaros e o suave zoar do vento arrolando carrizos e caneiros".

"O segredo dos trasnos" do escritor Xosé Manuel Espiño Meilán.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES