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La decisión

jueves, 18 de mayo de 2023
Elena llevaba la carga del colegio de monjas y de la educación religiosa que recibían la mayoría de las chicas... la represión sexual, el pecado. Se había liberado bastante, pero necesitaría mas tiempo para encontrar la salida. Hasta ese momento nunca había vivido fuera de un entorno protegido, acotado, controlado. Primero su familia, después un novio muy católico.

Así que si algún domingo comentó que le gustaría ir a misa, ahí estuvo Antonio, calladito, que no pisaba una iglesia desde que usaba pantalón corto. No se iba a perder media hora de su compañía por prejuicios. Y si tenía que arrodillarse, pues como un soldado. Y lo más importante, a la salida cobraría en especie. En especie de besos.

Pasaron semanas, llegó el otoño. Cuando la fruta estaba a punto de abandonar la rama que la había nutrido y rendirse a la fuerza de la gravedad, universal, vital, ineludible, lo hablaron.

Se irían fuera de la ciudad un sábado, invitarían para disimular a un chico amigo de ella que, como lo había dejado la novia andaba tristón, y volverían el domingo a la tarde. Planificado como el desembarco en Normandía, más o menos. Había dos localidades próximas, Trevelin, muy cercano, muchos conocidos, y El Bolsón, un lugar de ensueño, próximo al lago Puelo. Ahí fueron.

El camino a El Bolsón, de ripio, se mostraba árido y desolado hasta Epuyén. Antes de llegar a este punto, un cartel anunciaba el desvío a Cholila.
- Dicen que en Cholila tuvo una estancia Butch Cassidy y su banda comentó el chofer. Que anduvieron por estos pagos afanando bancos. No soy el único que vino a buscar un tesoro en estas pampas, por lo menos yo lo encontré. Agregó mirando a su rubia copiloto.

Kilómetros más adelante el paisaje comenzaba a vestirse de verde. El pueblo, al que le sobraba encanto, tenía cuatro calles, la municipalidad, una iglesia y algunas cabañas desparramadas. También contaba con una colonia hippie de artesanos y recibía numerosos visitantes de fin de semana. Ideal.

Fueron a la hostería de Steiner, muy conocida por la comida casera del restaurante. Los atendió la dueña, una alemana simpática que al verlos le preguntó al que parecía responsable del trío si querían dos habitaciones.
- Si, por favor.
- Acá tiene la 3, matrimonial, y la 5, individual.
- No, es que... nosotros señalando a la chica somos amigos. Queremos una con dos camas para nosotros señalando al chico y la individual para ella.

La señora, con años en el mostrador de la recepción de ese conocido refugio, a medio camino entre Bariloche y Esquel, sonrió con comprensión a su interlocutor:
- Bien, entonces dejamos la 5, la individual, y le doy la 4, con dos camas. Están enfrente en el mismo pasillo. Lo pensó, pero respetuosamente no lo dijo, "así no se le enfrían los pies cuando se cruce". Si a los tortolitos se los identificaba como enamorados a simple vista.

Luego de la reserva se fueron al bellísimo lago Puelo. Comieron los exquisitos sándwiches preparados por Elena, caminaron, intentaron hacer patitos en el agua, visitaron alguna tienda de artesanía, cenaron en la hostería y se fueron a dormir. La operación desembarco entraba en su fase final.

Una vez instalado en el cuarto que compartía con Eduardo, esperó un rato, se asomó al pasillo y se cambió de pieza. Lo que pasó en esa habitación, sobre una cama quejosa, con el elástico hundido en el centro que dificultaba cualquier intento de separarse, quedó grabado en la memoria de los dos. Solo comentar que en un momento se abrió la puerta e hizo su ingreso el Séptimo de Caballería, con sus caballos, el trompeta y el General Custer a la cabeza. No quedó ni un indio.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021).
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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