Eutanasia

Leí en El Progreso del viernes, 14 de abril, que en las Jornadas Jurídicas "Román García Varela" -que el 31 de mayo y el 1 y 2 de de junio se celebrarán en Sarria- destacadas personalidades del mundo del Derecho tratarán, entre otros temas, el de la Eutanasia. Y espero con verdadero interés las opiniones de los abogados, fiscales, jueces y magistrados que intervendrán en dichas Jornadas.

Entretanto, y al hilo del anuncio de estas Jornadas Jurídicas, voy a relatar una agria discusión que se originó, precisamente a cuenta de la eutanasia, en un restaurante donde una docena de amigos celebraban el cumpleaños de uno de ellos.

Ya en los postres, uno de los asistentes profirió algunas maldiciones contra quienes pudieran estar a favor de la eutanasia. Y... -¡mira por donde!-, el comensal y amigo que tenía justo enfrente le rogó que retirara sus durísimas palabras porque, precisamente él, era partidario de llevarla a cabo cuando el paciente, en uso de sus plenas facultades, la pida porque su vida ya no es vida, porque los sufrimientos son insoportables y porque los médicos no encuentran remedio para sus males.

Le recordó que la palabra 'eutanasia' proviene del griego EU (bueno, dulce) y THANATOS (muerte), es decir: buena muerte o muerte dulce. Y le subrayó que si Hipócrates levantara la cabeza, probablemente hoy estaría de acuerdo con él, y que posiblemente introduciría algunos cambios en su famoso "Juramento hipocrático".

En ese momento recordó que el amigo que estaba en contra de la eutanasia en determinados supuestos, tenía un perro del que estaba más que enamorado. Y, entonces, con cara seria y gravedad en la voz -y pidiéndole que, por favor, fuera sincero- le preguntó si, en el supuesto de que su can sufriera una tetraplejia completa e irreversible, que le obligara a estar tumbado en el suelo, gimiendo de dolor día y noche, sin que los veterinarios pudieran hacer nada por él, le ayudaría a morir. Y el dueño del perro y contrario a la eutanasia en cualquier supuesto le respondió que SÍ.

Entonces, el amigo, con contundencia, le dijo: pues, si ese fuera el caso u otro parecido en mi cuerpo, en esos supuestos yo quisiera que, por lo menos a mí, se me tratara como tú tratarías a tu perro. Y Estoy seguro de que nadie te acusará de ser un 'canicida'. Pues estaríamos hablando de un gesto de piedad, de compasión y amor. Y creo que hasta el mismo Hipócrates lo aprobaría.

El resto de los comensales -cambiando de tercio y, quizás, con ánimo de poner fin a la discusión- solicitaron un fuerte aplauso para el anfitrión, que, con muy buena salud, cumplía ese día 75 años.

Por lo que a mí respecta, espero con sumo interés las conclusiones (o, al menos, las opiniones) que los ilustres juristas pondrán sobre la mesa en las prestigiosas "Jornadas Jurídicas de Sarria Román García Varela".