Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Operación: Cuñada (y 47)

martes, 14 de marzo de 2023
Codicilo documental

Radio del Cuartel General de Ifni a doña Felisa Diéguez de Neira. (Evacuada en Las Palmas): Sentimos comunicarle fallecimiento en campaña del Teniente don Orlando de Neira y Canto PUNTO Tal caballero, generoso y valiente, con su muerte heroica constituye un estímulo y gloria imperecedera del Grupo de Tiradores de Ifni y lauro inmarcesible para la bandera española PUNTO Acepte, distinguida señora, estas condolencias del Mando y de la Tropa, que nos honramos en haber sido compañeros suyos PUNTO Contacte con la Representación Tiradores en Las Palmas en orden a posible traslado de su cadáver al punto de destino que quiera indicarnos.

Telegrama desde Las Palmas a doña Elisa Canto de Neira, en Lugo: Fallecido nuestro Orlando en Ifni, en acto de servicio, según radio del que le envío una copia por correo aéreo, estoy solicitando por mediación del Representante de Tiradores sea enviado en caja de cinc al aeropuerto Santiago para subsiguiente entierro panteón familiar Casa da Olga, que es donde entiendo debe descansar con sus también ilustres antepasados PUNTO Dispongan lo preciso para hacerse cargo del traslado de sus restos así como entierro y funeral PUNTO Me siento abatida y débil rogándole me disculpe que permanezca en Canarias hasta reponerme un poco PUNTO Iré para rezar en la tumba de mi Orlando tan pronto me lo permita el médico PUNTO Abrazos de su nuera, FELISA.

Carta del comandante capellán castrense a doña Felisa Diéguez Barosa, con copia para doña Elisa Canto de Neira:
Distinguidas señoras: Hasta ayer de noche, momento en el que su esposo e hijo, respectivamente, nos abrió camino, se lo abrió a España, para recuperar un importante sector de este Territorio, cobardemente invadido por Bandas armadas del llamado Ejército de Liberación Marroquí, posición del yebel (monte) Gurrán, ustedes eran la familia más directa de este Teniente del Grupo de Tiradores de Ifni; ¡ahora son la viuda y la madre de un santo, a la vez que de un héroe!
Sobre que Orlando, buen compañero y amigo personal, colaborador mío en la Academia de Alfabetización y en los cultos religiosos, se confesara días pasados con el fervor que le era propio, le apliqué los auxilios religiosos instantes después de ser abatido por estos hermanos equivocados, por estos Sarracenos que así traicionan a España, y con España, a Franco, su natural señor. Se lo digo para satisfacción suya personal y demás parientes y amigos.
Hombre de fe profunda y de hechos honorables, tuvo que ser recibido en la mansión de los Santos sin purgatorio de ninguna clase pues en cierto modo ya lo tuvo aquí abajo con los problemas de su vivir profesional diario, en estas circunstancias más bien bélicas. En cuanto a su categoría de héroe ya recibirán del Mando la documentación de honores y testimonios que se lo acreditarán plenamente, para su satisfacción.
Disculpen el laconismo de la presente pero me veo en la obligación personal, castrense, por penoso que me resulte, de escribirles a varias familias que tuvieron estos días la pena, similar, de perder, en estos Territorios, indiscutiblemente españoles, seres, héroes, soldados brillantes, igualmente muy queridos de los suyos, y muy estimados por compañeros, tropas y Mando.
Por todos ellos uno mis oraciones a las suyas, pues no dudo que nos acompañarán con sus rezos, rogándole a Dios, a nuestro Dios, que también lo es de ellos, de estos agarenos, aunque le llamen Alá, que nos dé paz en la tierra, con el debido reconocimiento de los indiscutibles derechos territoriales de España.
En Ifni, a veintiséis de Noviembre de mil novecientos cincuenta y siete, su hermano en Cristo N. S., Capellán, (Rubricado)


Carta, (posterior), desde Sidi Ifni, ya retornada al Territorio, de doña Felisa Diéguez de Neira a doña Elisa Canto de Neira: Querida mamá, (que ahora me encantaría llamarle así, tal y como quería nuestro Orlando que hiciese: ¿Se acuerda de aquel día en Coruña?) Ya pasaron doce meses de nuestra pérdida, y nueve desde que fui a la Olga para visitarla a usted, y de paso para regar con mis lágrimas esa lauda de nuestro ausente. El caso fue que poco he permanecido con él. ¿No se acuerda de cuanto llovió aquel día, ahí, en ese cementerio de Caraño? ¡Tal parece que fue adrede, que para sed la que pasó aquí, en su Campamento Ronson, entrenando sus Tiradores!
Precisamente acabo de llegar de Misa, que la celebró uno de los castrenses, rememorando aquellos héroes que hicieron posible que se consolidase la posición española, liberando los puestos del interior y conservando una parte del antiguo Territorio, que ahora, como ya sabrá, Ifni y el Sáhara están clasificadas, oficialmente, por Decreto, como provincias 51ª y 52ª de las de nuestra querida España.
No sé si debo escoger esta fecha para lo que tengo pendiente de decirle, pero, por otra parte, me aconsejan que va siendo hora de aliviar mi luto, y máxime en este clima, donde nadie, o casi nadie, lo lleva. Se lo voy a decir sin rodeos, que usted bien sabe que no sé hablar con ellos; ni con rodeos, ni con elegancia:
Hay un teniente, que le ascendieron por méritos de guerra, que siendo solamente brigada ya fue un buen amigo de nuestro Orlando, que me aprecia, pero que fue absolutamente respetuoso conmigo en todo este tiempo. Se apellida Louzao, Carlos Louzao, y sus ancestros, parte de ellos, eran de por ahí, de Melide y del Barco.
Sin hacer de menos a nuestro Orlando, que lo tuve, digamos que, en préstamo, unos doce meses, y fue tiempo suficiente para que me sienta, por siempre y para siempre, su viuda, pienso que con Carlos no seré menos feliz de lo que podría serlo con su hijo, ya que este hombre es más de mi igual. Con esto le quiero decir, ni más ni menos, que Carlos no arrastra púrpura de ningún tipo, no es esclavo de esas servidumbres de la nobleza heredada, pues la suya está en su propio corazón, y quien dice en su corazón, también lo es en los hechos.
La presente está resultando farragosa, pero, de llegadas a esta situación, no puedo guardarle secretos, ni usted librarse de escucharlos, para que a ninguna de nosotras le quede mal cuerpo por culpa de estas circunstancias.
Mire, yo entiendo que, para mi conciencia, preciso de su autorización, tal y como si aún fuese una menor; y usted mi segunda madre, casi que tan madre como la que me parió, que aún vive, a Dios gracias. Carlos también me dice que sí, que es preciso pedirle consejo; ¡a usted, sí, a usted! También me impone esta condición: Que me indique a quien quiere que le haga, que le mande, un apoderamiento pleno para que le venda, por el precio simbólico, documental, pongamos que de una peseta, todos los derechos que me correspondan como viuda de Orlando, supuesto que él tenía heredado por parte de padre, y según el Código actual algo me toca, algo represento en esa propiedad. De esto no es que nosotros entendamos mucho, pero le brindamos ese apoderamiento, puesto en regla, para que usted no tenga la interferencia de supuestos coherederos, por lo que a mí se refiere. Le tuve prestado, simplemente eso, así que yo nunca he sido, de hecho, aunque si lo fuese de derecho, señora de esa Olga que para mí nada representó de positivo, ¡nunca! ¡No se lo sé explicar mejor!
En esto que le digo estoy perfectamente de acuerdo con Carlos, que incluso comentamos que si tanto quiso a esa chica, a la tal Manolita, incluso sería lo más apropiado que ella se constituya en su heredera universal; si no tiene otros compromisos, por supuesto. Yo, con la experiencia de mi convivir con su hijo, con Orlando, me doy por satisfecha, que otro tanto no pienso aprender, ni aprender ni Operación: Cuñada (y 47)penar, en lo que me reste de vida. ¡Disculpe, pero si no se lo digo así, a las claras, igual reviento!
Cariños de esta nuera, de esta mujer que tan a contramano le cayó, pero no le guardo rencor; ya no!
Felisa
-.-

De las pesquisas efectuadas para darle colofón a esta crónica de tan nefastas telepatías, todo me resultó nebuloso, ¡y cuando no, tormentoso, como un simún, como un siroco, aquel viento del desierto!

Pumariño, su confesor, está soterrado en la parroquia de Boelle, Lugo, pero, fallecida Felisa, y también su Carlos Louzao, que yacen en Las Palmas de Gran Canaria, muertos casi simultáneamente, pues Felisa apenas sobrevivió diez meses a su segundo, que fue realmente el primer y auténtico amor de su vida, aquel secreto de confesión dejó de tener vigencia, y ello hizo posibles mis indagaciones.
Por lo que respecta a Manolita, ¡miña xoia!, también falleció excesivamente joven, sin apenas tiempo para gozar de sus herencias acumuladas, Sarceda y la Olga, que los buenos ascienden primero; lo hizo siendo monja de las Josefinas, aquí en Coruña, en Oleiros, que es donde está sepultada. Con la desaparición en acción de guerra de su inconstante Orlando posiblemente se agravó su lesión cordial, ¡que no fue para menos, ni a menos!
¿Qué más se supo de ella, llegó a conocer aquella locura final, definitivamente suicida, de su romántico héroe? Así, por indicios, parece ser que sus compañeras de hábito algo llegaron a saber, a saber o a intuir, que siempre hay fugas biográficas, pero..., ¡son monjas, y cualquiera les arranca un secreto!

Al Autor le basta con el descubrimiento, con la experiencia, de que no hay nadie más irresponsable que un cobarde: ¡Empiezan huyendo de sí mismos, de sus responsabilidades íntimas, personales, pero pueden terminar, en uso y abuso de esa propia irresponsabilidad, robándole los rayos a Júpiter!
Operación: Cuñada (y 47)

Ahora que no hay cuñadas en Ifni,
las sirenas volvieron a sus dominios,
a su Santa Cruz de la Mar Pequeña,
de donde fueran inicuamente desplazadas cuando al
Adelantado Fernández de Lugo
se le ocurrió establecer una pesquería de eso,
¡de sirenas!

-o-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES