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Operación: Cuñada (46)

martes, 07 de marzo de 2023
Tantas veces repasó y sopesó aquellos borradores de las sucesivas mensajes ¿telepáticas? del Neira, que acabó memorizándolas:
...
Manolita: Últimamente, que aún no sé si será con esta tensión a la que nos someten estos terroristas del Istiqlal, percibo mal tus mensajes, ¡terriblemente mal! Me llegan oscuras, como lejanas, apagadas, y siempre precedidas de una cefalea, de una jaqueca horrible, torturante. Si no fuese por no desanimarte, incluso diría que ininteligibles... Siquiera yo bien atento estoy a tus ondas, a tus emanaciones, que en esta espera me pongo en trance todas las noches, precisamente a la hora en que supongo que te desnudarás..., para mejor acercarme a tu cuerpecito desnudo, a tu corazón, a tu mente en reposo, libre de otras atracciones...
¿A tal hora, estás o no estás en tu celda? ¿Te apetece acostarte conmigo, bien acurrucadita, en un abrazo cálido e indisoluble? ¿Te apetece darme, ahora, ahora que no tenemos peligro reproductor, esa cosita de las vírgenes, ese himen inconsútil, ese paso que me tienes reservado desde nuestra infancia? ¡Te apretaré con tanto mimo, con tanta delicadeza, que ya verás que no te voy a lastimar, nada, nadita, en absoluto, sino todo lo contrario..., que así le hice a Felisa, y eso que esa condenada aupaba el culo para que yo forzase la penetración...!
Manolita, me arrecia esta maldita cefalea, así que lo interpreto como que a esta hora ya estás al otro lado de este hilo etéreo que nos une, que nos liga, que nos vincula…;¡en definitiva, que nos casa, que nos matrimonia!
...
Manolita, ¡vuelvo a oírte mal, pésimo! Tienes que concentrarte más, mucho más, cuando comuniques conmigo, cuando contestes mis mensajes, que bien sabes, por la geografía, lo lejos, lo separados, que estamos. ¡Tan lejos en el mapa y tan cercanos nuestros espíritus! Pero ten paciencia, que poco a poco iremos mejorando estas comunicaciones..., que son mejores que las cartas, pues de este modo nadie lo sabe, nadie se entera, ¡ni siquiera tu Superiora!
…
Hoy fue un día frenético, aquí, en el cuartel, pero mejor así, pues como estoy tan cansado, sólo voy a pensar en ti: Te acariciaré por debajo de estas sábanas, y sentiré en mis ojos tus cabellos negrísimos, peinando mis pestañas, y tus rizos perforarán mis orejas.
Pero antes de eso te voy a leer lo que acabo de escribir; y lo lanzaré al éter, con las ondas de mayor potencia de que sea capaz mi espíritu, para que te lleguen nítidas, palabra a palabra, sílaba a sílaba. ¡Apriétame más, amor mío, mi amor eterno, que te devolveré tu cariño besando esta sábana en la que estamos envueltos!
...
¡Chica, me tienes abatido! Y ese médico torpón, casi tan negado en amores como el Páter, ¡dos ignaros!, venga atiborrarme de píldoras, venga aplicarme químicas, cuando lo que yo realmente preciso está en tus labios, y a falta de ellos, en tus ondas, en estas ondas de tu espíritu, que siguen llegándome oscuras y débiles; ¡mucho!
Si no fuese por esta maldita tensión que tenemos ahora, por esos malditos instigadores del Istiqlal, que nos tienen en vilo con la borrachera de su Califato, de su Imperio, con ese sueño ridículo de un Gran Magreb abstemio, ¡con lo bueno que está el coñac, o el whisky, pero ellos lo ignoran!, a estas alturas ya estaría yo haciendo otro curso, ¡así fuese de cría caballar! En la Península, y por tanto, otra vez cerca de tus faldas... Posiblemente estrechándome contigo, con tus tocas lanzadas al altillo de tu armario; separado yo, o anulado mi matrimonio; divorciada tú ¡divorciada de esos enamoramientos monjiles, de mujer frustrada! ¡Si preciso es, te secuestraré, que Dios, siendo Dios, no puede desearte egoístamente, individualmente, exclusivamente, para Sí, que él ya tiene sus ángeles, y no es propio que te arranque de mis brazos, privándote de nuestros orgasmos anímicos!
…
Manolita, si tardo en librarme de esta Felisa, tu sitio, tu espera, entretanto, será una escuela, otra; y debe ser pública, no de religiosas, pues corto será el plazo de nuestra separación física, que mal sea que desde que pasen estos refuerzos, estos redobles de las guardias, no consiga convencer al Capellán para que me apoye en una petición tan justa, en una anulación tan lógica. Quiero decir, para que informe a mi favor en eso de la Rota... ¿Me entiendes? ¡Tiene que hacerlo, que si algo entiende de almas este Capellán, fácil le será percatarse de que mi amor, el prístino, el virginal, definitivamente virginal, eternamente puro, es el tuyo, que para ti soy, para ti he nacido, y así nos criaron, quif-quif, hidalgo con hidalga. Para ti solita, que lo demás...; estas aventuras rigurosamente carnales, fuera de la conciencia y de la consciencia, sin poner alma en ello, fueron, simplemente, una fiebre transitoria, un sueño de la razón, una poligamia animal, meramente instintiva, ¡más o menos como las de nuestro toro “Gallardo”, aquel semental de la Olga...!
...
¡Manolita, mi amor, miña rula, mocita de mis sueños, ya no puedo más, que no soy capaz de vivir sin ti, sin tus ánimos, sin tus palabras! ¡Estoy desesperado, y tú, o no me traduces o es que no haces por comunicarte conmigo! Pero ahora, con esto de la guerra, con este ataque por sorpresa, o casi, del que se nos chivó su Bellido Dolfus..., que todo indica que estamos rodeados, ni se sabe por cuantos miles de agarenos, borrachos de quif, ¡que de eso dejan rastro! Sí, entre el quif y su descomposición crónica por culpa de los higos chumbos, que les tienen ulcerada la tripa. Con estas circunstancias, voy a tener la mejor ocasión de irme al Cielo, que como tú sigues de mística, de monja, desde allá arriba mis llamadas, estos mensajes, estas ondas, no tendrán interferencias, ¡de ningún tipo!
Desde los luceros, en ese puesto de guardia eterna, le pediré al Dios del Amor, ¡tanto que dicen los curas que Dios es amor!, que te deje subir conmigo, que te deje cantar los maitines conmigo, en un tálamo de nubes perfumadas, nupciales, en ese punto del éter donde todo el día es de día, cada día, todos los días; ¡siempre aurora!
Desde que yo sea espíritu, sólo espíritu, ¿qué Priora, qué Superiora, te podrá negar que duermas conmigo, con tal de que sea un sueño eterno, juntos pero quietos, sin penetración, o mejor dicho, en penetración absoluta, en compenetración, en fusión, en confusión total?
...
Cariño, perdona, que tuve que interrumpir mi mensaje porque..., porque ese prosaico coronel nos quiere vivos, ¡a todos!, y para eso impartió una serie de instrucciones bélicas, de seguridades bélicas, que está emperrado en que mueran los otros, esos de Alá., pero se la jugaré, que recabaré para mí el emplazamiento de más peligro, ahí por detrás de los edificios, en esa zona de las letrinas... Mi munición, las balas de mi Sección, les caerán a esos tordos del Ben Hamú, sobre ese acantilado, apestado por las meadas españolas, por los detritus españoles, directamente a sus narices.
Ya verás como Alá me facilita el camino, el nuestro, cara a Santiago, al Matamoros..., ¡ya que nuestro Dios, ese otro que tan mal nos quiere, me aparta de ti, que incluso interfiere en el éter, frustrándonos las ondas de estos mensajes!
Preciosa, no puedo seguir porque me esperan abajo, en este patio de armas, ¡de armas tomar!, que ya están asignado, repartiendo, lo mejor de nuestro armamento, ¡un armamento de mierda! ¡Cómo será, que aún utilizamos aquellos sobrantes de la del 36!
…
Manolita, sólo un par de minutos: Tendrá gracia que piensen que he muerto por defender unas letrinas, en una mierda de asalto hediondo, cuando de hecho lo que yo busco, lo que yo propicio, es comunicarme contigo, directamente, definitivamente, sin interferencias, desde allá arriba, sobre los luceros…
...
¡Manolita, nada, que esta noche no pudo ser, y bien que lo intenté! Me enviaron a mi cuarto de la Residencia para reponer fuerzas, para dormir cuatro o cinco horas, pero, lo primero, es radiar contigo, informarte, tal y como hacemos con los de Estado Mayor, para que ellos, para que tú misma, sepáis cómo van las cosas.
A los del Estado Mayor les hablan de los moros muertos, o capturados, y del magnífico armamento de que vienen dotados estos asaltantes, pero yo, a ti, contigo, te diré la verdad, toda la verdad, que esos moros, comparados con mis soldados, son verdaderos eunucos, que ni consiguieron apuntarme, y bien que los provoqué asomando la testa, tildándolos de maricas, pero ellos, cada vez que los provoqué, lo que hicieron fue mostrar su turbante..., ¡para que estos sorchis de mi Sección les hiciesen un buen blanco en sus calabazas rapadas!
Está visto que sólo saben correr la pólvora..., ¡pero a caballo! Lo de ellos es montar, a lo animal como hago yo con Felisa, pero, apuntarle a mi espíritu, hacerlo volar al Cielo, de eso, ¡nada, en absoluto!
Hoy, por ahí adelante, en una de esas Columnas de vanguardia, a campo abierto, puedo tener mejores ocasiones de acercarme a ti, definitivamente, ya que lucharemos argán por argán, chumbera a chumbera, y posiblemente, cuerpo a cuerpo, pero antes de que me chanten una gumía, con toda su herrumbre, antes de que me envenene el tétanos , pienso destripar una docena de agarenos, ¡como quien monda una naranja, que las fuerzas, la valentía necesaria, me las darás tú, mi encanto, mi sol, mi sol definitivo, Manolita del alma!
Ahora tengo que dejarte, como máximo, un par de horas, que aquí, en este puesto de observación, están demasiado cerca eses plebeyos, eses mercenarios del Plus de Residencia, que sólo combaten para que no les falte el Territorio, para que no les falte la Dirección General de Marruecos y Colonias, y les extrañará que lleve conmigo, en campaña, en presencia del enemigo, un Diario de Operaciones...
…
¡Es una pena esta limitación, esto de escribirte a hurtadillas, ahora que no tenemos a Felisa, pues, de evacuada en Canarias, le va a ser difícil interferir o desviar nuestros mensajes!
No, no va a ser pena alguna, que ya se acerca la noche, y a esta hora todos los gatos son pardos; ¡pardos como la noche misma, pardos como sus chilabas! ¡Manolita, aquí me tienes, hecho un guepardo, dispuesto a saltarles a la garganta a esos agarenos de ahí arriba, que pienso llevar conmigo una docena de ellos, para ponerlos a tu servicio, que te haré portar en una silla de manos, seis moros de cada lado, que ni Cleopatra con sus mamelucos!
¡Hasta luego, amor, que me están haciendo señas de que nos reunamos los mandos de estas Secciones...! ¡Estúpidos; hoy me toca mandar a mí, por encima de ellos, incluso sobre los luceros!

...
El Capellán, con aquellos repasos, alucinó:
¡Dios mío, esto es increíble! No, no se lo puedo mandar a Felisa... ¿Y a su tío, al tío de esa chica, de esa Manolita, al cura “Deogracias”...? ¡Es la única posibilidad que se me ocurre...!
¿O purificar este Diario, incinerarlo, ahí, en las cocinas, en esas llamas purificadoras, tal que metido en un envoltorio de periódicos, para mayor disimulo...?

Meditó en vano, que no fue quien de encontrar la solución más perfecta para un secreto que tal vez no le pertenecía, que no lo era de confesión.
De nuevo en las posiciones más avanzadas de la Columna, al atardecer, le preguntó el capitán Valerio por aquellas pertenencias personales del teniente Neira, pero el Páter, por primera vez en su vida sacerdotal, hecho un Pedro, negó con rotundidad:
-¡Allá le van, que se las mandé por la Estafeta Militar a la pobre viuda, a su Felisa, que desde hoy bien puede sentirse orgullosa, ascendida de status social, con los recuerdos de un héroe, de un posible laureado, o cuando menos, que bien poco es para lo que se merece, un Medalla Militar Individual! Valerio, tú y yo, que lo llegamos a conocer a fondo, no debemos ser mezquinos en nuestros Informes para que no caiga en olvido, ni archive el habitual desagradecimiento de la Patria un nombre, un hombre, de tanto honor y de tan elevado patriotismo! ¿Te parece bien?
Su antiguo rival, alucinado por la gloria de aquel héroe ifneño, de aquel compañero autoinmolado, asintió; ¡y lo hizo de corazón!
El capellán le aplicó un enésimo ¡Requiescat im pace!, y la columna de los yebeles Gurrán y Buyarife se dispuso a dormitar, que no a dormir, con la mitad de sus efectivos en vela turnada, ante un enemigo envuelto, camuflado, en sendas chilabas del mismo color que su tierra.
Operación: Cuñada (46)
El Páter Pumariño misando en las trincheras, en las mismísimas alambradas.
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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