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La confesión (Segunda parte)

jueves, 09 de febrero de 2023
- Mirá, mirá, algunas lobas para asegurarse una buena descendencia hacen la fifarula con distintos lobos y tienen un cachorro de cada uno. ¿Ustedes tuvieron hijos?
- No -Lo sorprendió el disparo directo, se puso serio.
- ¿Por qué, no querían? -Cerró el libro y lo miraba. Quería saber.
- No, no era eso.
Apenas habían pasado veinticuatro horas que la conocía, y quería meterse dentro de su vida. La dejó pasar. Sintió la necesidad de confesarse a esa mina que lo deslumbraba. Contarle lo que había sufrido en los últimos años. Le gustaba mucho, y aún a riesgo de perderla, decidió contarle la verdad.
- Como te decía, éramos muy jóvenes, inmaduros, principalmente yo. Nos casamos por calentura, por pasión. Al poco tiempo me salió una beca y nos fuimos a España unos meses.Al volver estuve un tiempo en malos trabajos y entonces ella empezó a envidiar a las amigas porque cambiaban las cortinas o compraban muebles nuevos. Como Susanita ¿viste?, la de Mafalda. Pero de golpe me salió un trabajo donde empecé a ganar bastante. Nos compramos un dos ambientes a estrenar, lo amueblamos, compramos un coche, todos felices. Al poco tiempo empezó a decir que quería tener un hijo, como si fuera un electrodoméstico más. El primer año había hecho un tratamiento anticonceptivo, pero después no nos cuidamos más. La llevé al servicio de un profesor mío, le hicieron todos los estudios y no le encontraron nada. Estaba totalmente normal.
Entonces yo me hice un espermograma ¿sabés lo que es, no? Yo tenía muy pocos espermatozoides. Fui al mejor servicio deandrología, me dieron un tratamiento de meses y, al finalizar, casi no habían aumentado nada. No se podía hacer más.
Ella se tomaba la temperatura y en los días de la ovulación, a cumplir con el deber. Cuando le venía la regla empezaba a llorar y decir que se le había acabado la vida. Siempre con la misma cantinela. Le compré un cuis para que canalizara y como era un poco infantil la tranquilizó unos días hasta la próxima regla. Después de que me dieron el último análisis empezó a decir que si ella tenía la culpa de la esterilidad, se tiraría por el balcón. No teníamos balcón, sólo una ventana, y vivíamos en el cuarto piso. Imaginate cómo estaba yo. Entonces decidí separarme, pero no sabés lo que me costó. Intenté explicárselo para separarnos amistosamente, pero nada.
Cada vez que tocaba el tema, se largaba a llorar, se agarraba de mi, que no la deje, que se iba a matar. Otras veces montaba una escena de teatro, se encerraba en el baño con unas pastillas, tal vez analgésicos, y dejaba el blíster roto a la vista. Yo las encontraba flotando en el inodoro. Otras veces pasaba con una Gillette bien visible delante mío y se encerraba en el baño. Yo le tenía lástima, no quería hacerle mas daño, solo quería separarme por las buenas.
Elena lo miraba callada, apoyada en el libro cerrado. Estaba esperando que siguiera.
- Estuve más de seis meses dándole vuelta y no fui capaz de decidirme. Me tuvo que ayudar ella, mejor dicho sus celos. El último día que trabajaba, porque había renunciado para dedicarme full time al nuevo curso, un amigo común me vino a buscar porque se había intentado suicidar. "No hay ningún medicamento en casa, es otro ataque de histeria, otro show", le dije, pero insistió y lo acompañé. Me llevó a la guardia del hospital, donde le habían puesto un valium y la mandaron a la casa. Se refugió en el departamento de los padres, que se habían mudado al mismo edificio.
Fascinada por la historia que había destapado su inocente pregunta, Elena lo miraba con los ojos como el dos de oro.
- El espectáculo que encontré era como sacado de una película de Fellini, su mamá sentada en un sillón llorando, mi suegro, con media botella de whisky encima y en pedo, iba de un lado para otro hablando huevadas.Ella, al oírme, salió de la pieza con un camisón blanco llorando desconsolada, y en el medio del living, un vendedor de la mueblería donde trabajaba, con el que yo sospechaba me metía los cuernos. Miré bien la escena y me dije, "Antoñito, ahora o nunca", y me fui a mi departamento. Al día siguiente me visitó mi suegra y le pedí unos días para buscarme una pensión y llevarme todas las pilchas. Le dejaba el departamento y me llevaba el fitito. Cuando la hija quisiera empezaríamos los papeles. Al irme a una pensión me sentí libre como vos en el aeropuerto. Iba a empezar a vivir la vida que quería.
Después de un silencio, él la miró con los ojos enrojecidos y ofreció su pecho descubierto, si loiban a fusilar, que fueracuanto antes.
- Ya sabés que no puedo tener hijos.
De repente algo brilló en el cielo. Ella atravesó el espacio que los separaba y sus labios se estamparon en su mejilla.
- Me encantaría adoptar, dos como mínimo.
Antonio no creía en Dios, pero ese día se convenció de que Dios se había pasado años preparando ese encuentro, pensando en los más mínimos detalles, como ese libro que puso en las manos de la persona más maravillosa que podía haber encontrado. Él, que aunque habían intentado patearlo desde antes de nacer, había sobrevivido, buscado a tientas y encontrado un camino que, después de mil vueltas, lo había llevado a ese rincón patagónico, y ahora recibía el premio más extraordinario, el más deseado en toda su vida, esa piba que lo estaba transportando en una nube de felicidad.
De regreso a Esquel, con el sol poniéndose e iluminando el Nahuel Pan de un tono dorado, ella preguntó,
- ¿Era tan celosa?
- Todas las noches, al acostarnos, me preguntaba si había visto mucha gente en el consultorio. Yo le decía, ponele, ocho. Y entonces le salía "¿cuántas mujeres?" Al principio yo le decía la verdad, qué sé yo, cinco. "¿Cuántas jóvenes?", tres. Media vuelta, cara de culo y ya no me hablaba más hasta la mañana.
Elena, chupando una naranja,
- ¿Cómo aguantabas?
- Qué sé yo, vas aflojando.Cuando me quise acordar, tenía los huevos colgados de un clavo. Es lo que sentía. Me había castrado. ¿Vos sabés cómo me dejó de joder? A la primer pregunta empecé a contestar "Atendí a unos ocho o nueve pacientes, tres minas estaban buenísimas, me fifé a dos y a la tercera solo le pude tocar el culo, pero sacó cita para la semana que viene". No me jodió más.
- ¿Y qué tenía que ver el curso que ibas a hacer? - Estaba muy divertida con la respuesta.
- Se imaginaríaque estaría con médicas jovencitas, todas en bolas, y que fifaríamos durante las clases, que sé yo. Me daba lástima porque sufría.
Ella todavía seguía concentrada exprimiendo la fruta.
- Nunca le metiste los cuernos.
- No, si soy muy boludo. Estoy convencido de que fue ella la que me corneó con un vendedor, que se la chamuyó con el cuento de llevarse mal con la esposa y que se iba a separar, la canzoneta de siempre. Fijate que cuando montó el último show lo llamó y llegó antes que yo. ¡Qué carajo hacía ahí! Cuando me fui le di las gracias. ¡Me hizo un favor!
Ella metió la naranja reseca en el bolso y depositó dulcemente un besito en la misma mejilla. La otra no daba más de la envidia.
Al despedirse, quedaron en que la pasaría a buscar después de cenar e irían a bailar a un boliche nuevo. No tuvo que insistir mucho.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021).
Montesanto, Andrés
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