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Paseando por el parque

viernes, 27 de enero de 2023
Como a todos los lucenses, me gusta ir al parque. Creo que cada uno tiene varias fotos allí, hechas en distintas edades, con diferentes motivos, en soledad o con diversas compañías. En el fondo, es como un estudio fotográfico ciudadano en el que se plasmaron múltiples hechos de la vida de cada uno.

Me gusta acceder al parque por su entrada principal. Siempre añoro aquellos amplios peldaños curvos que se eliminaron no sé por qué, habiendo, como hay, sendas rampas laterales para el paso de sillas de ruedas. Pero siempre hay afán destructor, aunque sea para dejar triste huella del paso de alguien.
Paseando por el parque
Disfruto paseando por el parque en solitario, sin prisas y parándome allí donde me parezca apropiado en cada ocasión. Encuentro señorial la entrada jalonada de grandes arces que, tocándose las copas enfrentadas, configuran un túnel por el que, si queremos soñar, nos adentramos en un mundo diferente, en otro mundo. La ciudad de Lugo queda lejos, fuera de este entorno y vamos entrando en ese mundo de sueños que, para nosotros, configuraron Eloy Maquieira y Angel López Pérez hace más de cien años. Fue una conjunción feliz de mecenas y artista que, como en otras ocasiones de la historia, ha sido fecunda para todos. El alcalde quería un lugar para esparcimiento, el artista lo definió como un lugar para soñar, para dar vía libre a los sueños. Hoy comprobamos que los dos lo consiguieron y nosotros, los lucenses, seguimos beneficiándonos de su empeño. A veces me gustaría conocer qué pensaban nuestros antepasados de entonces ante tanta novedad como traía en su imaginación aquel muchacho y que tan bonitos resultados ofrecía ante la población. Con tantas ideas nuevas, y el hormigón como aliado constructor, Maquieira estaba de moda en aquel Lugo de, apenas, 30.000 habitantes

Sigo paseando por el parque. Me gusta el mapa, ¿cómo no?, y me asombra el modo en el que ha resistido décadas de abandono, de olvido total. Tiempo hubo en el que su presencia pareció molestar. Sí, me gusta la idea y el quiosco que lo guarda, hoy todo felizmente restaurado y protegido de posibles agresiones vandálicas. Es bonito el lugar en el que está, abrigado por una discreta masa vegetal, que deja adivinarlo desde lejos, como en un cuento infantil.

Hoy no me fijaré en los árboles, muy mejorable el conjunto y amontonados en varias zonas. Hay algunos elementos dejados por Maquieira y que, hoy, nos siguen ofreciendo motivos para soñar. Soñar, sí, pensar en mil cosas y dejar que la imaginación vuele por donde quiera. Para eso vamos al parque, a pasear, a contemplar el paisaje, a veces tan ultrajado, a dejar que los sueños nos traigan mil imágenes vividas o ideadas. Rodeado por una robusta glorieta de castaños de Indias, (raros en nuestros jardines), me gusta mucho el templete de la música, tal vez el más hermoso de la ciudad. Grande, majestuoso, me dicen que sus estructuras metálicas vinieron del País Vasco y el techo, en su función de tornavoz, posee una notable sonoridad. Lástima que en él no veamos muchas obras musicales, pero tampoco se programan en el de la Plaza Mayor.

Tal vez el lugar que más ensoñaciones suscita sea el estanque de los patos y en concreto de parte baja de las dos secciones en que se divide, separadas por un airoso puentecillo de traza de arco. No somos pocos quienes pasamos buenos ratos viendo el evolucionar de los patos por el agua, o nos entretenemos viendo la hermosa casita que, para ellos, diseñó Maquieira. Una casita de cuento, de fantasía, como todo el entorno y la propia idea de un estanque con patos. Una casita, amplia, cuadrada y con un tejado que simula escurrirse hacia el suelo por las esquinas, definiendo un edificio que me recuerda jardines alemanes de Baviera, llenos de hechizo con casitas por las que pueden salir en armónico tropel cisnes para danzar sobre la superficie del estanque valses o mazurcas de Tchaikovsky.

Otro día volveré y el parque me suscitará otros sueños. Siempre es de ese modo. El parque no cambia, somos nosotros los que, al cambiar, lo vamos viendo de modos diversos.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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