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lunes, 30 de enero de 2023
'Bautismo Informativo': Encuentro con Carrillo

In illo tempore -26 de marzo de 1976, en torno a las nueve de la noche- Gonzalo Velasco Viejo, subdirector de EFE, me dijo que tenía que ir a la casa del político monárquico-liberal Joaquín Satrústegui, situada en el número 124 del Paseo de La Castellana, pues, al parecer, quería facilitarnos una noticia.

Al llegar al domicilio del señor Satrústegui, me encontré allí con varios compañeros periodistas de diversos medios de comunicación. Y el anfitrión nos anunció que teníamos por delante una larga espera, dado que una reunión que estaban celebrando en una sala contigua se había demorado más de lo previsto, y para hacer la espera más llevadera nos trajo una botella de whisky y un vaso para cada uno.

Pasada una hora y media -cerca de las once de la noche- volvió a aparecer Joaquín Satrústegui, quien nos informó de que la reunión había finalizado, que podían pasar los fotógrafos para dar cuenta gráfica del acto, pero que los periodistas literarios dejáramos salir sin hacerles preguntas a los líderes políticos que habían asistido a la reunión, puesto que habían delegado en uno de ellos para que, en rueda de prensa, nos informara de lo tratado.

Y, efectivamente, por la sala en la que estábamos los periodistas desfilaron el dirigente del PSOE Felipe González -quien en la clandestinidad utilizaba el alias de 'Isidoro'-, Francisco Fernández Ordóñez (Partido Socialdemócrata), el 'viejo profesor' Enrique Tierno Galván (Partido Socialista Popular), Jordi Pujol (Convergencia Democrática de Cataluña, nacionalista catalán), Antón Cañellas (Unió Democrática de Cataluña, de tendencia demócrata-cristiana), Julio de Jáuregui (Partido Nacionalista Vasco, nacionalista vasco y también de tendencia demócrata-cristiana), Valentín Paz Andrade (en representación, como independiente, del nacionalismo gallego) y el propio Satrústegui (Monárquico-liberal).

Pero, para mí, la gran sorpresa y el verdadero 'bautismo informativo' fue encontrarme en la sala contigua con el que nos iba a informar en rueda de prensa: nada más y nada menos que Santiago Carrillo Solares, Secretario General del Partido Comunista de España (PCE).

Por aquellas fechas, la policía había intensificado la búsqueda de Carrillo por tierra, mar y aire para detenerlo (aunque desde 1939 nunca había dejado de perseguirlo), porque todos los gobiernos franquistas -incluido el de ese momento, encabezado por Carlos Arias Navarro, conocido por el apodo de 'carnicerito de Málaga'- lo consideraban un comunista muy peligroso y responsable de las matanzas en Paracuellos del Jarama, a finales de 1936, de los presos en Madrid adictos al llamado 'Alzamiento Nacional'. Le atribuían la responsabilidad de estas matanzas -lo que Carrillo siempre negó- por ser, durante la guerra civil, miembro de la Junta de Defensa de Madrid y Consejero de Orden Público.

Desde niño, la imagen de Carrillo había ido creciendo hasta agigantarse en mi imaginación, debido a que el franquismo se encargó de inculcarnos que Carrillo era poco menos que un diablo, con cuernos y rabo incluidos.

Pues bien, el hecho de tener que camuflarse cada vez que venía a España con su famosa 'peluca', en plena clandestinidad, y estar siendo buscado por la policía española, supuso para mí un fuerte impacto encontrarme por primera vez en mi vida de sopetón con él, en pleno Paseo de la Castellana, en casa de Joaquín Satrústegui, considerado un hombre de orden, monárquico y liberal de derechas.

En los ocho meses que llevaba ejerciendo el periodismo, ésta era la primera vez que me encontraba, cara a cara, con una noticia de verdad. Por eso, siempre consideré que ese fue, sin duda alguna, mi 'bautismo informativo'.

Y Santiago Carrillo nos recibió sonriente, amable, simpático y algo socarrón. No tenía pinta de diablo, ni tampoco rabo ni cuernos. Nada que ver con la imagen que me había formado de él. Nos fue saludando uno a uno y, con sencillez y claridad, empezó a contarnos lo que habían acordado en la reunión de esa noche.

Los reunidos -a los que a partir de ese día se les denominaría 'La Comisión de los Nueve'- habían acordado, según nos expuso Carrillo, fusionar la 'Junta Democrática' y la 'Plataforma Democrática' en un solo organismo denominado 'Coordinación Democrática', más conocida en los ambientes políticos y periodísticos como 'Plata-Junta'.

(La Junta Democrática había sido creada en París en 1974 por el PCE de Santiago Carrillo, a la que se habían unido otros partidos políticos para unir fuerzas en la lucha contra el régimen franquista. Por su parte, la Plataforma Democrática nació un año más tarde, en 1975, de la mano del PSOE, con Felipe González al frente.
Pero, en esta ‘Plata-Junta’, además de comunistas y socialistas, también había otros partidos, entre ellos el Partido Carlista (de Carlos Hugo de Borbón, aspirante al Trono de España), el Socialdemócrata (de Francisco Fernández Ordóñez) y otras destacadas personalidades, como el demócrata-cristiano Joaquín Ruiz Giménez, Rafael Calvo Serer (destacado miembro del Opus Dei) o el abogado y periodista, presidente de la Agencia Europa Press, José Mario Armero, quien, con habilidad y suma discreción, facilitó en su domicilio encuentros entre Adolfo Suárez -presidente del Gobierno desde el 3 de julio de 1976- y Santiago Carrillo, encaminados a la legalización del PCE, lo que ocurriría en la Semana Santa de 1977).


En la rueda de prensa, Santiago Carrillo dijo que en la reunión también se había acordado exigir al Gobierno la amnistía, el retorno a España de todos los exiliados, la legalización inmediata de todos los partidos políticos y la convocatoria de elecciones para Cortes Constituyentes.

Al llegar a la sede de la Agencia, le comenté al subdirector Gonzalo Velasco lo que había ocurrido en casa de Satrústegui y me dijo que, una vez que tuviera escrita la noticia, se la enseñara a él, pues quería verla antes de que fuera distribuida a los medios de comunicación abonados a nuestros servicios informativos.

Redacté una noticia que podría ocupar, aproximadamente, un folio y medio, en la que contaba con pelos y señales quienes se habían reunido, donde lo habían hecho, todos los acuerdos que habían adoptado y quien nos había informado en rueda de prensa.

Pero Gonzalo Velasco me la redujo a unos tres o cuatro párrafos, en los que, sin mentir, no se decía toda la verdad. En líneas generales se informaba, más o menos, de que, en una reunión celebrada en Madrid, varios dirigentes políticos habían criticado la política seguida por el Gobierno y que, entre otras cuestiones, exigían amnistía para los presos políticos y el regreso de los exiliados.

Nada se decía de quienes se habían reunido, ni dónde ni quien había dado la rueda de prensa. Velasco -que hasta hacía poco había sido Subdirector General de Coordinación Informativa, en el Ministerio de Información y Turismo, organismo encargado de la censura informativa- sabía muy bien lo que se hacía, porque sabía por experiencia lo que harían el Gobierno y la policía.

Según me explicó, si distribuyéramos la noticia tal cual la había redactado yo, podía estar seguro de que la policía, esa misma noche, se personaría en la sede de EFE para interrogarme sobre todo lo que había pasado y que, seguramente, también acudirían al domicilio de Joaquín Satrústegui para que les diera explicaciones sobre una reunión en su casa con representantes de partidos no legalizados y para tratar de averiguar dónde se ocultaba Santiago Carrillo. Por eso, dijo, lo más conveniente es dar una noticia así de 'descafeinada'.

Pasados los años, un día que tuve que hacer una gestión en un organismo próximo al número 124 del Paseo de la Castellana, descubrí con satisfacción que el Ayuntamiento de Madrid, siendo alcalde José María Álvarez de Manzano, había colocado una placa en la fachada del edificio donde vivió Satrústegui, con el siguiente texto:

"En esta casa vivió de 1958 a 1992 el político monárquico liberal Joaquín Satrústegui, consagrado a la reconciliación de los españoles. Ayuntamiento de Madrid. 1993".
Silva, Manuel
Silva, Manuel


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