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La cantante, el futbolista y la química hormonal

jueves, 19 de enero de 2023
Los sentimientos son incontrolables. Y solo son provocados por la actividad de ciertas moléculas en unos receptores que nos ha dotado la naturaleza, después millones de años de ensayos, con el único fin que no nos extingamos. Todo lo demás es, ni más ni menos, simple literatura.

Y no es que quiera menospreciar a la literatura, ya que nos ayuda a superar nuestras propias frustraciones o a consolarnos de que hay otros, otras y otres que están más jodidos que nosotros.

Los que como yo, que he inaugurado el cuarto y último cuarto de siglo de vida, se habrán deleitado apretando un cuerpo joven de mujer bailando sobre una baldosa al ritmo de aquellos boleros inolvidables, o escuchando en soledad las letras de unos tangos que si llegaran a oídos de la Secretaria de Estado de Igualdad los comentaría riéndose. Porque el sentimiento más intenso no es el de la conquista, que suele ser fugaz, sino el de la pérdida. Profundo, explosivo, que como un tsunami se lleva todo por delante. Y que en el caso de ciertos artistas los lleva a componer unas letras que serán repetidas por millones de personas que alguna vez han sido abandonadas o corren el peligro de serlo.Y todo por unas moléculas que se disparan.

Es el instinto de conservación de la especie humana. Instinto ligeramente modificado del de cualquier cuadrúpedo. Los machos buscan hembras jóvenes para dejar descendencia, y las hembras machos fuertes y sanos que pueden protegerlas a ellas y a las crías. Después de millones de años, los hombres se sienten atraídos por mujeres guapas y las chicas por tíos que aparenten seguridad.

Pasados los cuarenta años, los varones pierden la cabeza por las jovencitas que solo tienen luces de posición. Es una forma de recuperar la virilidad que se está apagando. Mostrarse junto a una chica atractiva de edad aproximada a sus hijas, es un chute de testosterona social. Tener un hijo con ella, nos recuerda a los viejos leones, ciervos o búfalos. El triunfo de la especie sobre el individuo. Y hay algunas mujeres guapas que han hecho el reciclar a hombres maduros, obviamente ricos, su actividad principal. Da lo mismo que sea deportista, torero o premio nobel (aunque algunos confunden el objetivo y después se arrepienten).

¿Y qué hace el o la despechada? Pues sentarse a escribir su rabia, y así nacen poemas y letras, como antes surgían tangos o boleros. Personalmente, me gustan más las canciones de Aznavour, Los Panchos o Gardel que la de Shakira, pero es una cuestión de estrato arqueológico.

Andrés Montesanto, que alguna vez bailó con una jovencita de veintitrés años, y después de medio siglo, ha cambiado varias veces de baldosas, pero la pareja es la misma.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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