Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Playas y litoral de Telde

miércoles, 18 de enero de 2023
Banderas azules para seres humanos

Acabo de visionar el documental de David Attenborough. “Una vida en nuestro planeta” del año 2020. Todos deberíamos verlo.
Da para pensar el modelo de evolución del ser humano en las décadas en las que el extraordinario divulgador científico nos enseñó el mundo natural. Un mundo salvaje, unos espacios vírgenes infinitos y una biomasa animal y vegetal que se ha visto reducida hasta niveles alarmantes. Quise llevar los datos ofrecidos en el documental al año de mi nacimiento, 1956. Cuando vine al mundo éramos 2.800 millones de personas, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era entonces de 310 partículas por millón y las zonas vírgenes del planeta ocupaban el 64% de la superficie de la Tierra. En el pasado año 2020, la población de la Tierra alcanzaba los 7,8 millones de seres humanos, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera se había elevado a 415 partículas por millón y las zonas vírgenes del planeta se habían reducido al 35 %.
En poco más de medio siglo la población de seres humanos fue capaz de multiplicarse por tres, aumentar la concentración del CO2 por encima del 25% y reducir las zonas vírgenes -aquellos espacios donde pueden vivir las plantas y los animales propios del lugar como como siempre lo han hecho-, casi a la mitad. Ante esta realidad nadie puede poner en duda que la vida en el Planeta Tierra, tal y como la concebimos hasta ahora, tiene fecha de caducidad y no está tan lejana.
Las manifestaciones del Planeta -avisos para el ser humano-, que anuncian cambios drásticos son continuas, pero la especie humana, poco cambia su actitud. Crecimiento desmedido, contaminación infinita y extinción de espacios y especies… No nos engañemos, no hay cambios profundos. El plástico sigue llenando los océanos, los cientos de millones de vehículos de toda índole siguen consumiendo combustibles fósiles y el consumo no ha dejado de crecer.
Hay una página: Countrymeters.info que nos muestra estadísticas de la población mundial en tiempo real. Nos presenta un reloj donde los dígitos se suceden cada segundo. En dicho reloj se registra al instante el aumento de la población humana, marcando el incremento de la población mundial, el número de nacimientos -cercano a los cuatrocientos mil- y la de los fallecidos -un poco más de ciento cincuenta mil-. Esto nos da un crecimiento vegetativo diario que no se aleja mucho del cuarto de millón de seres humanos Casi ocho mil millones de habitantes que necesitan, como los restantes seres vivos alimentarse, calentarse, protegerse del frío, tener un habitáculo donde cobijarse… en suma, vivir.
El documental nos ofrece muchos más datos que nos conducen a otras tantas reflexiones. Uno de ellos es el número multimillonario de animales domésticos que acompañan al ser humano. Busqué un poco de información y hay decenas de miles de millones de animales utilizados por nuestra especie para fines diversos, en especial la alimentación, el trabajo y el ocio. Por orden de densidad poblacional, las gallinas, las vacas, las ovejas, los cerdos, las cabras dentro de los animales de producción y se disparan las cifras de los animales de compañía, llevando la palma los gatos y los perros.
A su lado, la cantidad de animales salvajes que quedan en los espacios naturales de la Tierra es irrisoria. La biomasa salvaje se ha reducido drásticamente en este largo medio siglo de mi existencia y lo terrible es que esa sangría no se ha detenido, lo que ha llevado a que en tan sólo los años que he vivido sean suficientes para asistir a la desaparición de cientos de miles de especies. Dramático ¿no es cierto? Pues no es una exageración, fruto de mi calenturienta imaginación, pergeñada para sacudir conciencias. Lean esto: “Estamos experimentando la mayor ola de extinciones después de la desaparición de los dinosaurios. Cada hora, tres especies desaparecen. Cada día, más de 150 especies se pierden. Cada año, entre 18.000 y 55.000 especies se convierten en extintas” -declara Ahmed Djoghlaf, secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad biológica de la ONU. Y yo puntualizo, este es un dato referente a las especies descubiertas, porque no debemos olvidar que, a pesar de siglos de esfuerzos, los científicos creen que un 86% de las especies que habitan el planeta aún no han sido descubiertas.
Al final del documental, David Attenborough, alerta de una realidad que todos observamos, la antropización del Planeta sucede a marchas forzadas. Prácticamente no existen lugares, por muy lejanos que se encuentren, donde el ser humano no haya hecho acto de presencia de algún modo: explotación de muy diversas formas -industrial, forestal, ganadera, agrícola, urbana…-, caza, pesca, deporte, turismo…
Es este el arranque que precisaba para abordar este artículo. Realicé para ello un paseo diferente por el litoral teldense, un paseo que me permitiera analizar el estado actual de los espacios y los seres que los habitan teniendo en cuenta cómo se encontraban a principios de los ochenta y dilucidando el alcance de los cambios acaecidos.
Para centrar tal valoración, analicé la situación desde dos perspectivas:
- La mejora del espacio físico teniendo como referencia su uso ciudadano, es decir el análisis en dotaciones de diversa índole, seguridad, información y ocio para el ser humano.
- La evolución del espacio natural valorando el estado que presentan sus poblaciones endémicas y autóctonas de plantas y animales y la transformación física de su territorio.
Para mí era muy importante el análisis desde la perspectiva de esta dualidad pues me permitió llegar a una conclusión: la mejora de los espacios de litoral y sus servicios asociados para el ser humano, no implica la mejora del espacio natural y de sus especies propias de flora y fauna, muy al contrario, se confirma la aseveración de David Attenborough y de todos los expertos estudiosos del fenómeno de antropización del territorio cuando confirman la galopante pérdida de biodiversidad y del valor de dichos lugares como espacios habitados por sus habitantes de siempre, un elenco de seres vivos que habían hecho de esos lugares ecosistemas únicos e irrepetibles y que han visto mermadas sus poblaciones y en algunos casos, extinguidas.
Tras la observación y análisis de estos parámetros, concluiremos que las playas de Telde son playas apetecibles, populares, que han mejorado increíblemente su “estado de salud” con respecto a los años ochenta, en cuanto a limpieza, seguridad, erradicación de chabolas y viviendas sobre sus arenas, erradicación de vertidos, en cuanto a mejora en el análisis de sus aguas, en cuanto a dotaciones, accesibilidad y proximidad de zonas de aparcamiento a las mismas, dotación de paradas de transporte público a pie de playa y regularidad en sus horarios, en cuanto a eliminación de barreras, seguridad, servicio de mantenimiento continuo... En suma, son playas aptas para los seres humanos, deseadas por su proximidad a las ciudades de Telde y Las Palmas de Gran Canaria, buscadas para el descanso y la salud, pero… ¿ se han beneficiado de algún modo, con todas estas medidas, los paisajes ocupados y los limítrofes? Es decir ¿conservan sus perfiles geológicos primigenios o por el contrario, fueron transformadas por la acción humana para adecuarlas a su uso por el ser humano, buscando la seguridad de los mismos? ¿Han prosperado o, por lo menos, se han estabilizado las poblaciones de plantas autóctonas existentes en este sector del litoral y las poblaciones de animales autóctonos asociadas o por el contrario se han visto reducidas o extinguidas?
- Comenzaremos por el análisis de la primera perspectiva: “La mejora del espacio físico teniendo como referencia su uso ciudadano, es decir el análisis en dotaciones de diversa índole, seguridad, información y ocio para el ser humano”.

La ejecución del Paseo Marítimo de Telde, ha supuesto un antes y un después para la apertura definitiva del municipio al mar o mejor dicho para la popularización del litoral de Telde. No se puede negar que con el paseo se abrieron nuevas perspectivas deportivas, de salud, de ocio. Los ciudadanos se acercaron a su costa y descubrieron sus valores naturales, aunque fuera de paso, buscando sobre todo la espectacularidad de lo evidente. Ya no quedaron zonas exclusivas para los animales, lugares donde poder alimentarse y convivir lejos de la mirada de los seres humanos y sus animales acompañantes, perros y gatos. Esta fue la nueva realidad para la costa rocosa de la Punta de la Mareta, los riscos del Corral de las Yeguas, el Bufadero, Punta de la Comisaría, Rincón del Castellano, las rasas de Hoya del Pozo y Melenara, los acantilados de baja altura de Taliarte, Melenara, Clavellinas y Salinetas.
El Paseo disparó el potencial urbanístico de la zona y urbanizaciones como Hoya del Pozuelo, Melenara y la montaña de Taliarte se asomaron al litoral y los núcleos urbanos ya consolidados crecieron en gran medida, ocupando sus solares urbanos o creando nuevas urbanizaciones dentro de esos núcleos: Salinetas, Taliarte, Clavellinas, Playa del Hombre, Los Melones, La Gariota, La Estrella.
Les invito a consultar la cartografía de GRAFCAN y observen la evolución urbana del litoral de Telde. Superpongan el mapa de los años ochenta y el más actual. No es difícil constatar como el suelo urbanizado amenaza con convertir esta zona de la costa en una conurbación donde sólo las salidas naturales de los pequeños barrancos son capaces de romper esa continua línea de costa urbanizada.
Y al ser un polo de atracción ciudadana y económica, las instituciones municipales e insulares se volcaron en dotarlas de servicios.
Hay que destacar en este sentido los paneles colocados en miradores estratégicos, distribuidos por la costa peatonalizada y que nos facilitan interesantes referencias históricas y registros fotográficos del pasado y el presente de cada playa. Si quieren disponer de los textos registrados en cada uno de los paneles, les remito a mi artículo de Telde Actualidad publicado a principios de este año, concretamente el domingo 10 de enero, titulado: “LUCES Y SOMBRAS DEL PASEO LITORAL DE TELDE. Un paseo sosegado por los miradores costeros de Telde”
Pero la mayoría de los ciudadanos acuden a las playas y valoran por lo tanto, el buen estado de conservación de la arena de la playa, -de ahí su limpieza diaria-, y la seguridad de sus accesos -de ahí la limpieza diaria de las arenas volantes que se depositan sobre el paseo-, la existencia de puntos de agua a pie de playa, tanto para lavarse los pies como para ducharse, la existencia de pasarelas de madera que permitan acercarse al mar sin quemarse con la arena, la presencia de pérgolas y plataformas sobre la arena, a las que se accede mediante rampas de mínima pendiente, que posibiliten el acceso y disfrute de las playas a personas con movilidad reducida.
Si a esto unimos la presencia de puestos de socorro, de bibliotecas en la playa, aunque sólo sea un servicio estival, de equipos autónomos para tratar riesgos coronarios, instalados en cada playa principal, flotadores salvavidas, banderas que nos indican la presencia o ausencia de personal de prestación de auxilio, con la explicación cromática correspondiente, señalética vertical en el Paseo marítimo indicándonos con total fiabilidad la ubicación y la denominación de cada playa, punta, charco, rasa, cofradía, muelle y, añadimos a todo ello, las clases diarias gratuitas de gimnasia, baile, aerobic y mantenimiento impartidas sobre la arena y adaptadas para todas las edades, es fácil entender por qué las playas de Telde, en este comienzo de la nueva década, nada tienen que ver con las que disfrutábamos hace cuarenta años.
Las cuatro banderas azules que otorgó el pasado año la Fundación Europea de la Educación Ambiental en los primeros días del mes de junio a las playas de la Garita, Hoya del Pozo, Melenara y Salinetas ratifican que la gestión llevada a cabo en pro de las mismas es la más adecuada... para los seres humanos.
Es un esfuerzo loable y que se debe agradecer a todas las Corporaciones municipales que se han empeñado, año tras año, en cambiar una realidad propia de los años ochenta, cuando playas como Jinámar, Bocabarranco, Hoya del Pozo, Playa del Hombre, Playa de la Hullera o de Silva lucían la bandera roja todo el año por presencia de bacterias fecales y contaminación de sus aguas por la deficiente gestión en el tratamiento de sus aguas residuales.
Volviendo a la actualidad, a todas las mejoras indicadas, se une una profusión increíble de carteles y paneles informativos. Les invito a acercarse a cualquiera de las playas principales y se sorprenderán de la cantidad de información que pueden obtener en ellos. Si nuestros Paseos son sosegados, es sorprendente lo que podemos aprender en la cartelería existente.
Hay un cartel, en las playas de Telde con bandera azul, del pintor Martín Robayna González, titulado “La vida en el mar de Telde” y asesorado por el biólogo don Antonio Barrera Luján, que recrea todo el potencial faunístico marino de los fondos teldenses. Recoge ciento veinte especies cuya presencia es habitual, accidental o no se ha visto desde hace muchísimo tiempo -como es casi seguro que ha sucedido con el guincho o águila pescadora-, y nos presenta un potencial de nuestra costa que actualmente dudo mucho que se conserve de tal modo, debido sobre todo a la esquilmación a que está sometida. Muchas de las especies citadas no se ven o se ven excepcionalmente, pero es un buen principio para estudiar la evolución de todas y cada una de las especies, si alguien lo tiene a bien considerarlo. Lo cierto es que le reconozco mucho mérito al hecho de plasmar en acertados dibujos a color todas y cada una de las especies citadas.
A este original y encomiable cartel, se une que todas estas playas presentan información actualizada relativa a la ubicación del DEA -desfibrilador externo automático-, a la señalización de la desembocadura de los barrancos que culminan su cauce en las mismas, datos relativos a los puntos de muestreo de análisis de agua, a la información actualizada sobre la calidad del agua de baño realizada por el Servicio Canario de la Salud, donde se lleva a cabo una valoración visual del agua, una valoración visual de la arena y ofrecen periódicamente al usuario los resultados analíticos que permiten detectar la presencia de bacterias infecciosas -enterococcus faecalis y escherichia coli-, identifican la ubicación de baños públicos, la existencia de teléfonos accesibles al público, indican con precisión las áreas o zonas de aparcamiento y los parking reservados para personas de movilidad reducida, los diferentes puntos de acceso a la playa, el lugar donde se encuentran las casetas de vigilancia de los socorristas, el horario de salvamento y socorrismo, la ubicación del puesto de socorro, los horarios del transporte público, las zonas donde se ubican las áreas de restauración, información específica sobre qué significa una playa de Bandera Azul y cómo participar activamente como ciudadano en el Programa Bandera Azul a través de hábitos que protegen el medioambiente tales como la separación de los residuos generados en la playa, utilización de transporte público o bicicleta para acercarse a ella, respeto a los seres vivos que la habitan, teniendo en cuenta las instrucciones de seguridad y códigos de conducta que protegen el entorno… Para ello estas playas cuentan con papeleras y contenedores que permiten la recogida selectiva de residuos. Informan estos paneles de una serie de actividades de educación ambiental tales como la suelta de tortugas marinas recuperadas, rutas guiadas por la costa, la limpieza de fondos marinos, campañas de limpieza del litoral, programas de sensibilización medioambiental…
A esto añadimos la información sobre especies marinas que puedan causar molestias más o menos dolorosas a los bañistas y así se detallan, con texto y fotografías, las especies de medusas presentes en Canarias, como prevenir la picadura y qué hacer en el caso de que nos hayan picado, cuáles son los teléfonos de emergencia para casos graves. También nos ofertan los paneles una guía con las especies más representativas de algas, invertebrados marinos y vertebrados terrestres que podemos observar en las playas y riscos colindantes.
Una red de códigos QR y el tan socorrido: “Usted está aquí” permiten no sólo orientarse en la costa teldense y en cada playa sino ampliar la información ofrecida a pie de playa.
Si unimos a todo ello la información específica que se ha generado con motivo de la pandemia referente al uso de las mascarillas, distancia de seguridad, recomendaciones y las prohibiciones que, nos gusten o no, sirven para mejorar la convivencia y favorecer el respeto a todos los usuarios de la playa -prohibición de vehículos, acampada, asaderos, juegos de pelota, perros, envases de cristal, pesca submarina, marisqueo, uso de detergentes en las duchas…-, concluiremos que nunca las playas de este municipio estuvieron tan mimadas ni dotadas de tantos servicios como lo están en la actualidad.
Todo este despliegue coloca, a mi modo de entender, a las playas teldenses con bandera azul entre las playas de la isla con mejores servicios, garantías de salud, seguridad y atenciones diversas… para los seres humanos.
- Pasaremos ahora al análisis de la segunda perspectiva: “La evolución del espacio natural valorando el estado que presentan sus poblaciones endémicas y autóctonas de plantas y animales y la transformación física de su territorio.
La presión humana sobre todo el litoral de Telde ha sido y sigue siendo brutal. Esto se traduce en la pobreza de especies, en el número de ejemplares muy reducido y en la pérdida constante de sus poblaciones.
Comenzamos por hacer una ligera diagnosis de los espacias más antropizados, las playas y las zonas urbanas que las delimitan. En estos territorios, la flora autóctona y las especies de fauna terrestre autóctonas prácticamente han desaparecido. Es así de claro. No sirve de justificación que quedan minúsculas islas, pues su defensa es prácticamente imposible ante el uso continuo de los seres humanos que las circundan -es el caso de la colonia de piñas de mar existentes en el pequeño espacio que queda sin urbanizar en la montaña de Taliarte-.
La antropización salvaje de estos territorios ha supuesto un cambio radical en las especies que comparten dichos espacios con los seres humanos. La mayoría de las nuevas especies son plantas de jardinería, foráneas y algunas con riesgo de convertirse en invasoras -caso del rabo de gato, del aloe, de las uñas de gato (carpobrotus sp)...- que se encuentran presentes en parterres, rotondas y escasos y esporádicos jardines que existen en estas urbanizaciones pues no siempre se ha respetado el suelo compensatorio para tal menester y cuando lo han respetado, las corporaciones lo han dedicado en exclusiva a infraestructuras y servicios. Por su parte, los animales que se observan son especies invasoras, agresivas con otras especies autóctonas y que convierten estos espacios en zonas yermas de otras vidas que no sean las suyas, es el caso de la incontrolada población de tórtola turca y la proliferación de las colonias de gatos que -esto puedo ratificarlo porque he realizado meses atrás un cómputo aproximado de los gatos existentes en este litoral, superan en número los doscientos ejemplares-.
Cualquier observador que lo desee puede constatar como ambas especies han erradicado las poblaciones de mirlos, canarios, chirreras, mosquitas, apupús de estos espacios, expulsándolos hacia zonas del interior y eliminado las poblaciones de lagartos canarios, lisas y perenquenes, pues a las colonias de gatos se une la presencia de ratas y ratones en riscos, barranqueras, desembocaduras de barrancos y los aledaños a zonas de desperdicios y contenedores de basuras.
Así pues, en estas zonas el cambio ha sido radical y lamentable Debemos analizar el resto de la costa para ver como también estos espacios fueron transformados, de un modo diferente pero continuo, y sólo una apuesta firme hacia un control de su uso permitiría que, dentro de unos años, pudiéramos seguir hablando de ellos. De no suceder así, el litoral de Telde será un claro ejemplo de la degradación asociada a los espacios muy antropizados.
Nos referimos al espacio costero de Tufia-Ojos de Garza. No hay otro. Podemos señalar, forzando el optimismo, los riscos de Malpaso y los riscos de El Goro, pero sería engañoso pues todo el territorio existente sobre ellos ha sido cultivado hasta su agotamiento y abandonado posteriormente, convirtiéndose en eriales incapaces de recuperar su cubierta original y sufrido el uso continuo del ser humano (vertido de escombros, proliferación de vallas, innumerables sendas rodadas abiertas anárquicamente por motos y bicicletas…).
Un caso parecido son los acantilados y rasas de la Punta y el Rincón del Castellano. Ahí prospera como puede la última población de siemprevivas marinas de la costa de Telde. Y digo como puede, pues cada día tiene que jugar a la ruleta rusa con el tránsito de muchos pescadores que buscan en sus riscos el mejor lugar para efectuar sus lances. Me viene a la memoria el recuerdo de las palabras de don Jaime O´Shanahan cuando, acompañándonos a don José Luis González Ruano, entrañable y añorado amigo y a mí, en los años ochenta por el litoral teldense -tiempos en que los dos soñábamos con el Proyecto de Parque Marítimo de Jinámar-, a la vista de un ejemplar de siempreviva sobre las arenas de la playa de La Garita, nos manifestó: -“En mis paseos con Kunkel, la siempreviva marina era una planta endémica que encontrábamos desde la Punta Caballera, en territorio de la lotus kunkelli hasta la península de Gando por toda la costa de Telde, con una cantidad de ejemplares, que no os podéis imaginar”. Es decir, no había espacio de la costa teldense donde no se encontrara esta bellísima especie. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué es tan difícil observarla ahora? Este hecho constatado provoca, al menos, una profunda reflexión. Es una prueba más de la transformación absoluta de esta franja litoral
Es pues Tufia-Ojos de Garza el último refugio de especies tan emblemáticas como la piña de mar o el chaparro, a las que se unen un buen rosario de especies botánicas halófitas y psamófilas que ya no se encuentran en ningún otro lugar de nuestro municipio. Es el caso de la lecheruela y la nevadilla, presentes hace cuarenta años en muchos otros lugares de este litoral.
He tratado con detenimiento e interés este espacio en mi artículo publicado en Telde Actualidad, de fecha 7 de febrero: “El milagro de un chaparro centenario. La extraordinaria belleza de un paisaje que agoniza”. Nada tengo que añadir.
Toda la franja litoral, absolutamente toda, está sometida a la presencia constante de los seres humanos. Esto supone una alteración no sólo del paisaje físico sino de las poblaciones de plantas y animales que sobre este espacio se encontraban.
La alteración del paisaje comienza en la desembocadura del barranco de Jinámar con la remodelación y transformación de su espacio físico, primero como zona de extracción de arenas, luego como escombrera y finalmente como espacio a restaurar. Todo ello supuso que las poblaciones de plantas y animales que formaban el ecosistema primigenio desaparecieran y las que observamos actualmente formen parte de un paisaje antropizado, diseñado y modelado por el ser humano y por lo tanto artificioso y empobrecido en especies. La misma transformación ha sufrido la Punta de la Restinga, la franja litoral de Malpaso, todos los terrenos existentes sobre los acantilados de El Goro y sobre los Rajones del Salado en Ojos de Garza y toda la franja aeroportuaria de la llanura de Gando. Todos estos suelos han sido allanados, roturados, transformados una y otra vez, empobreciendo el paisaje y donde, desaparecidos sus ecosistemas originales, sobreviven temporales y oportunistas poblaciones de plantas ruderales que sustentan y dan cobijo a unas cuantas especies de invertebrados y vertebrados que viven en precario, bajo la amenaza de la siguiente intervención del ser humano.
Los espacios situados entre los que acabo de exponer son espacios urbanizados, donde no hay opción para las plantas y los animales propios de un ecosistema en equilibrio, pues el ser humano en estos espacios antropizados sólo protege sus especies de animales domésticos y éstos contribuyen, consciente o inconsciente el ser humano de tal hecho, a extinguir las poblaciones supervivientes de animales o plantas propias de la zona. Sería prolijo enumerar ejemplos, pero por señalar algunos de los más notables, es el caso de la depredación de la enorme población de gatos domésticos sobre las extintas poblaciones de lagartos de Gran Canaria, lisas y perenquenes. También lo es de las plantaciones con aloes, mimosas, cactáceas diversas, claveles de sol, uñas de gato donde antes prosperaban tabaibas, verodes, siemprevivas, magarzas de costa…
Hasta los espacios que podríamos decir, conservan algún vestigio de traza original, tanto en el sustrato que presentan -los riscos de los acantilados y los restos de arenales de Tufia y Ojos de Garza-, las plantas que sobreviven en estos escasos territorios -siemprevivas, chaparros, piñas de mar, magarzas, corazoncillos…-están sometidos al tránsito continuo de pescadores y senderistas en el caso de los riscos y senderistas, ciclistas y de cuando en cuando motos, en el caso de los arenales.
Esta presión humana nos permite concluir con la inexistencia de un espacio libre de presión humana en todo el litoral del Telde, incluyendo la zona militar de Gando.
Surge pues una reflexión. ¿Es éste el modelo que deseamos? ¿Queremos un espacio donde el ser humano y sus mascotas sea el único referente vital de un espacio totalmente transformado?
Es este dilema donde se encuentra el mayor reto al que se enfrentan las corporaciones municipales y el Cabildo Insular. La isla tiene un espacio finito y no podemos partir de un planteamiento de crecimiento infinito. Este principio llevado a nuestro municipio y, concretamente a la costa teldense, nos obliga a un planteamiento conservador del poco espacio sin urbanizar. Las relícticas zonas agrícolas (Fincas de Salinetas, Melenara y Fincas de Ojos de Garza) no pueden transformarse en nuevas bolsas de suelo urbano. Los espacios protegidos (Sitios de interés científico de Jinámar, Tufia y Gando) deben ser ambiciosas piedras angulares capaces de extender su protección a los espacios colindantes y a los cauces de barrancos próximos. Debería ser un hecho prioritario la defensa a ultranza de los últimos espacios que quedan libres de nuestro afán depredatorio como especie enloquecida.
No solo un espacio libre de basuras, limpio de escombros es garantía de futuro, si queremos proteger y recuperar algo de la biodiversidad de nuestro litoral, debemos procurar que el poco espacio libre que queda en la costa teldense se encuentre libre de la presencia de los seres humanos y de las especies oportunistas, plantas y animales, que van asociadas a la tolerancia y cuidados de dichos seres.
Suena esto a fantasía trasnochada pero, el caso es que en un cambio de actitud hacia nuestro territorio finito, se está jugando nuestra calidad de vida y la supervivencia como especie.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES