Los pastores de nuestro Belén

Al niño Pelayo, "rey de Valencia", con el corazón más tierno.

Los pastores de nuestro belén están sucios. Han pasado todo el año guardados en la caja de la avaricia, abrazando las virutas y el espumillón de la superficialidad y adorando el becerro de oro. De poco les ha valido que el nuevo Moisés, a modo de sacerdote, haya roto las tablas de la ley. Los pastores se pasan todo el año adorando al ternero sumidos en la lucha por la vida y en el egoísmo más atroz.

Ahora, en el momento de montar el belén, los pastores precisan pasar por el taller del corazón para su lavado y retoques. Es necesario el aseo, corregir los errores en el río del silencio y recibir un buen chaparrón de generosidad para saber seguir el camino.

Por tanto, mientras las mentes irreflexivas despiertan, vamos a poner el portal en el arroyo, allí donde vive la marginación y el abandono, donde la mula acarrea droga y el buey, indolente, bebe del tetrabrick un vino peleón.

Abriremos caminos por allí donde la cerrazón de la comodidad cierra puertas a la justicia; pisaremos la tierra para que la solidaridad anime al médico; montaremos cabañas donde la nítida luz de la escuela acaricie a las criaturas; haremos fogatas donde los pastores de la generosidad calienten el corazón. Nunca dejaremos de sembrar la tierra para que dé hermosos frutos. Y cuidaremos nuestro rebaño para que pazca en libertad en un mundo sin fronteras.

Montaremos el castillo, no de chocolate y miel, sino con las piedras de la ilusión para una real convivencia. ¡Ojo con Herodes, la mayoría del Sanedrin y los custodios que no son de fiar! Siempre reman para el bando del poder. Cuidar de trazar bien el camino, no vaya a ser que se desvíe y los soldados nos vuelvan a escoltar. Acordaros de que a Jesús les gustan las palomas, que vivan en libertad. Fijaos bien en el norte, seguid la ruta de las pateras y quizás sabréis de que está hecho el pescado. Ojo también con la estrella, que ahora ya tenemos metaverso para cambiar el hambre y la guerra por realidad virtual. Olvidaos de comprar armas para los niños y regalarles un poco de tiempo. No, no busquéis tampoco estupideces varias, aunque sean baratas por exceso de producción, porque al portal hay que llegar sólo limpito y aseado, sin joyas ni abalorios, con el morral ligero de equipaje que diría Machado y vaciarlo para soltar lastre.

En nuestro belén los niños, con los borradores de las cartas a los Reyes, montan montañas de sueños, plantan árboles de inocencia, pintan corazones de amistad, garabatean sonrisas, dibujan un sol y también manchan con tiza los campos para nevar el paisaje. Las pobres criaturas también saben llorar de hambre y tristeza, de abandono y desesperación; pero algunos pastores, ciegos de codicia, en al calor de la fogata, con su jolgorio y sus canciones, no los oyen. Así que ellos crean con sus lágrimas ríos de esperanza, que las madres lavanderas acarician con besos y abrazos.

No miréis si es de noche o de día, ni si la casita debiera estar en la España vaciada. Mirad el humo, no como vana petulancia, sino como calor de hogar y un plato para el hambriento.

Queridos pastores: No seáis hipócritas con la vida, ni digáis las frivolidades al uso tan vacías de contenido. Y, por amor, llegar al belén dispuestos a la reconcialiación, con alma de niño y deseos de un mundo más justo.

Mientras, allí donde la vida es música y el aire arte, los ángeles cantan aquello de paz a los hombres. Si, allí donde viven los besos y abrazos, donde hablar del dolor y la esperanza carecen de sentido; donde los hombres son sólo figuras de barro, donde la alegría es el pan de cada día. Sí, allí donde el tiempo es un sueño de felicidad eterna, allí donde el cielo siempre se llama amor... allí vive el que se hizo Hombre y siempre es el humilde Niño que nació en las pajas.