¿Qué les debemos?

Veremos y escucharemos a los que mandan en los diferentes espacios -civil, religioso, económico, político- hacer balances siempre optimistas. Es el momento por las fechas de la última página en el calendario que nos regalaron las pasadas Navidades. De pronto descubrimos al menos tres hechos. ¡Pardiez! ¡Qué rápido se nos ha ido este 22 entre los dedos de las manos!. Cuantos/as de los que comenzaron con nosotros ya no están -¡maldita sea!. Cuantas promesas que nos hicimos con el Nuevo Año no las hemos cumplido o se nos han olvidado. ¡Voto a bríos!.

¿Me permiten que antes del sorteo para la lotería nacional -con perdón- les haga dos preguntas?. ¿Qué papel jugaron los gallegos de la emigración interior de España en la historia del año que se marcha?. Lo digo por esas continuadas reivindicaciones de las Comunidades con Derechos Históricos en las que se han quedado a vivir y a buen seguro en estas fiestas levantarán sus copas brindando por la Galicia que llevan en lo más profundo de sus almas. Madrid. Barcelona. Bilbao. En cuyos Centros Gallegos estos días habrá bullicio y algún cantarín entre gaitas y esa hermosa lengua nuestra -idioma del país-.

Somos 2,3 millones de gallegos residentes en la madre tierra de Breogan. 340.000 nacidos en nuestras irrenunciables parroquias que residen en el resto de España. Sobre sus espaldas cargaron esas desigualdades que permitían o auspiciaban el Estado de las dos velocidades o de los privilegios frente a los sacrificios silentes.

Hace unos días leía unas observaciones de Emilio R. Pérez. "El ocaso de la vida coincide con eso que algunos con prepotencia infinita señalan como cosas de viejos". "La historia de la otra vida que llevamos dentro enterrada y que es un conjunto de narraciones que al conocerlas nos proporcionan motivos para seguir creyendo".

¡Brillante! Por ahí debería ir el mundo de las ideas. Pero se agotan, mientras crecen las basuras audio visuales o en esas redes mugrientas que capturan a nuestros jóvenes para evitar se hagan peligrosos libre pensadores.

Hagan la prueba. Escuchen a nuestros mayores. Si, a esos que depositan en las residencias y que al llegar las Navidades se visitan como se visitaban los "monumentos del jueves santo". Pero la celebración de tales cristianas fiestas se las dejan a las cuidadoras de esos espacios socio sanitarios. Y es que trasladamos al Estado lo que denominamos derecho a la calidad de vida, que en vacaciones y fiestas de guardar significa que sean los equipamientos y servicios sociales las "familias" de tales ciudadanos que a poco de memoria que hagamos descubrimos nos sirvieron para ser lo que hoy somos a inventario de postureo y presunción. ¡Y...tan contentos!.