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'La maleta de ida y vuelta'

martes, 20 de diciembre de 2022
Adiós ríos, adiós fuentes
adiós regatos pequenos
adiós vista de mis ojos.
No sé cuando nos veremos...
Tierra mía, Tierra mía...

(Poema de Rosalía de Castro que, aunque la voz del emigrante, muda por la marcha,
no la cantara, lo hacía a golpes de emoción su lánguido corazón.)

Un día, curioseando en el sótano de la casa de mis padres en la aldea gallega donde vivimos, encontré una maleta de madera muy vieja cubierta de polvo y telarañas y, en la que la carcoma empezaba a manifestar que la estaba devorando mortalmente. Sin gran dificultad desaté las correas que la cerraban y la abrí. En su interior había entre otras cosas carpetas con papeles muy viejos, un pañuelo y un anillo. La volví a cerrar y no curioseé más en ella pero, a la noche cuando estábamos sentados al calor de la cocina, normal y propio dadas las invernales fechas, pues nos hallábamos inmersos ya en tiempo navideño, le comenté a mamá:

- "Hoy estuve en el sótano rebuscando y encontré una maleta que por su aspecto maltrecho y deteriorado debe ser muy vieja."

Mi madre cambió el color de su semblante y me avisó en tono bastante alto:
- "¡No se te ocurra andar en ella! ¿La abriste?"

Le contesto:
- "SÍ, no creo que sea la caja de Pandora."

Ella, mirando como crepitaban y alzaban alta llama los troncos que ardían en la chimenea, me contesta:
- "Esa es la maleta de la migración. En todas las casas del rural gallego hay algún ejemplar de las mismas aún, por suerte, quedan algunas y otras permanecen para siempre en la otra orilla de donde no volvieron."

Le pregunto:
- "¿Por qué, si tiene tanto valor, está en el trastero? ¿Cuál es esa otra orilla a la que te refieres?"

Ella responde:
- "Por eso mismo, porque es nuestro pasado, nuestras raíces sentimentales y si falta puede que este hogar pierda sus mayores y mejores raíces. Si tu abuelo, en paz descanse, levantara la cabeza y no viera a la maleta, la que le acompañó en la migración, se moriría de pena y tristeza. Esa otra orilla, hijo mío, es Argentina pues ese país acogió a muchos de nuestros antepasados, convirtiéndose en el indiscutible apoyo de nuestras gentes, no solamente de los que a ella llegaron, también de las familias que aquí aguardaban”.

Le pido:
- "Mamá, saca los recuerdos, abre la maleta de tu memoria y cuéntame la historia de esa que es de madera. La noche es larga y no puedo irme a dormir pensando en ella. Seguro que encierra muchas anécdotas interesantísimas”.

Ella, amorosamente, comenta:
- "Bueno, es muy normal que tú, que espero no tengas que emigrar nunca, conozcas lo que encierra esa valija."

Le digo:
- "Ya vi algo cuando la abrí: un pañuelo, carpetas, un anillo."

Mamá responde:
- "Hay mucho más. En ella, en su interior se hallan todas las vivencias de tu abuelo desde que embarcó en Vigo y un trasatlántico lo llevó con muchos más emigrantes a tierras de Argentina. Tu abuela quedó aquí cuidando de que esta casa no se cayera, guardando la yunta de vacas y, lo más importante, de que nosotros saliéramos adelante y educándonos en el amor a nuestra familia y nuestra tierra. Pasamos toda la infancia sin padre, nuestra madre ejerció de ambas cosas a la vez, porque él había ido a buscar "plata" a Buenos Aires. Solo llevó ese neceser con algunos productos derivados de la matanza y hogazas de centeno para comer en la travesía y para beber tenía muchas, muchísimas lágrimas, otro océano. Por eso ese pañuelo que viste se lo metió tu abuela en la maleta para que, cada vez que llorara con la "morriña" y pena propia del emigrante, se las enjugara..."

Le pregunto:
- "¿Y el anillo?"

A lo que ella me explica:
- "Ese es el símbolo de la unión matrimonial de ambos, pues además de las alianzas que llevaban cada uno en su respectivos dedos anulares. Cuando el abuelo logró hacer dinero en Argentina le mandaba a la abuela en sus cartas todos los "cuartos" que podía para que no nos faltara de comer. En las cartas que le enviaba a su adorada esposa le decía:
- "Amor, en este sobre te envío algunos billetes, cuando tenga los suficientes para llenar esta maleta volveré con ella a nuestra casa y aldea. Cuidaos mucho, besitos. Os quiero."

Gracias a los dineros que ganaba en Argentina fuimos saliendo adelante, siempre le estaré eternamente agradecida a ese país de Latinoamérica.
Pasado unos pocos de años tuvimos la suerte de que tu abuelo, el que fue exilado por la pobreza, el que marchó buscando el sustento de los suyos y nunca tabaco, por fin regresó. Volvieron él y su maleta. No venía esa llena de billetes, aunque alguno contenía, pero traía la riqueza más grande y valiosa, el que nuestro padre volvía definitivamente a casa. Grande fue la alegría de su retorno. Él estaba muy contento pero se le escapaban suspiros y le preguntábamos:
- "¿Por qué te entristeces si estamos todos juntos?"

El abuelo respondía:
- "Esposa e hij@s mías, todos los que hemos vivido en Argentina quedamos para siempre con nuestro corazón dividido, y Galicia tiene para con ella una impagable deuda pues, ella fue, en aquellos oscuros años de pobreza y exilio forzoso, la acogedora de refugiados, con o sin ideología, y la que reflotó nuevas esperanzas."

Dejamos ahí aquella historia pero, cada vez que podía, bajaba al sótano y le quitaba el polvo a la maleta y lloraba de emoción.
Un día, de repente,un pavoroso incendio abrasó nuestra vivienda. Tuvimos el tiempo justo para salvar nuestras vidas. Cuando volvimos para ver si entre las cenizas quedaba algo solamente se habían salvado del fuego las cosas que había en el sótano, las raíces del hogar. Allí estaba la maleta y, entonces le dije a mi madre:
- "¡Mamá, mira, el maletín está intacto!"

Ella me contesta emocionada:
- "Los sentimientos emigrantes no los abrasa ningún fuego. Son incombustibles e imperecederos."

Cogiéndola le dije:
- "Esta maleta y yo vamos a hacer el camino que tan bien conoce. Nos vamos a Argentina. Ella me guiará para hacer el periplo que realizó el abuelo."

Mamá contesta:
- "Yo también, hijo, marcho con vosotros. El destino ha querido que volvamos allí, que seamos emigrantes. Que busquemos la tierra Argentina, el hogar que siempre está de puertas abiertas para acoger a las emigrantes humanas golondrinas. Lugar donde siempre brilla el bello sol de la solidaridad."

De este modo nos vimos a los pocos días, ya el viaje no duraba tantos días como cuando marchó nuestro antepasado, estábamos pisando suelo argentino para iniciar una nueva vida. Conseguimos respectivos trabajos. Mamá falleció pasados unos años y yo volví con la maleta y las cenizas de mi madre que nada tienen que ver con aquellas del incendio. Construí una gran casa y la maleta ya noestaba en trastero alguno y si en un armario que le llamaba, recuerdos argentinos, pues en su interior se hallaban "souveniers", detalles y cositas que traje de aquel bonito país.

Todos somos emigrantes, de un modo u otro, y Argentina fue siempre el salvavidas de los que de manera genérica se les llama allí "gallegos" porque en cualquier calle bonaerense o ciudad siempre encuentras un descendiente de los que marcharon con una maleta vacía de bienes materiales pero llena de sentimientos. Ella, la maleta de la migración, fue la tabla salvadora que mantuvo a flotea Galicia y a muchos países que hacían desembarcar en aquellos puertos ingente cantidad de emigrantes, esos viajeros de la necesidad, muy distintos y diferentes al turista que busca diversión y evasión.

Cada vez que veo una maleta me acuerdo que está llena de anécdotas de aventuras; es una llamada a marcharpara, si no fallecemos en el empeño, volver pero, sabiendo que el Atlántico tiene dos orillas y en ellas dos puertos hermanos, el que representa a Galicia, en una parte, y el de Argentina en el otro.

Espero que muchos otros países aprendan la buena lección que dio ese país siempre hacia esta, su madre patria, España; pues cuando una progenitora tiene dificultades, sean de la índole que sea, su hija abre sus brazos acogedores.
¡Argentina, a empática no hay quien te gane en tu vida!.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


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