Cables en Quiroga Ballesteros, calle recién remodelada en que se aseguró que habían dejado
canalizaciones, lo que es falso según los propios obreros que la hicieron.
Publica hoy La Voz de Galicia una noticia en que el Gobierno Local explica que ha autorizado el cableado en fachada de fibra óptica en el casco histórico porque lo permite una normativa estatal, superior en rango al PEPRI que impide eso mismo. Es llamativo que el Gobierno se desmienta a sí mismo en tan corto plazo, ya que en la reunión que tuvo lugar el miércoles la Alcaldesa aseguró que NO se había otorgado licencia para hacer eso y hoy salen justificando la medida. Curioso.
En todo caso el argumentario municipal cae por la base. Su postura parece totalmente lógica: hay que desplegar fibra óptica en el casco histórico porque de lo contrario se deja a vecinos y negocios sin un servicio cada vez más vital y si para ello hay que sacrificar la estética de las fachadas, al ser de perentoria necesidad, se hace y punto. Además la normativa estatal lo permite y el PEPRI tiene menos rango que esa norma. Suena bien, ¿verdad?
El problema es que la realidad es otra.
La situación que vivimos no es un incumplimiento del PEPRI que se hace ahora para dar un servicio, es la historia de más de veinte años de incumplimiento del PEPRI por parte de la administración que lo dictó y que lo usa reiteradamente para machacar a los pequeños particulares (a los grandes, como ven, les dejan hacer lo que les venga en gana). Un visionario Joaquín García Díez aprobó un PEPRI que, aunque tiene errores, también recoge previsiones que de haberse cumplido habrían solventado este problema. El PEPRI dice claramente que todo el cableado aéreo en el casco histórico queda fuera de ordenación, y que se irá soterrando paulatinamente en las canalizaciones que se harán aprovechando la renovación de pavimentos. Pero esas canalizaciones no se han hecho.
En estos casi 25 años de vigencia del PEPRI el Ayuntamiento ha levantado prácticamente todas las calles del centro y tenía que haber previsto dejar un espacio para las instalaciones presentes y futuras. No lo hizo y ahora, claro está, no hay por dónde meter los cables.
Si hubieran hecho su trabajo y hubieran cumplido su propia normativa, todas las calles del centro tendrían ya unos espacios preparados para ir metiendo las nuevas instalaciones y soterrando las viejas a medida que se tuvieran que ir sustituyendo.
