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Buitruneo y salud

martes, 13 de diciembre de 2022
Querido lector:
La palabra buitruneo no la encontrará en el diccionario porque es de nueva invención. Se trata de la insaciable capacidad devoradora de los fondos de inversión que, mediante sus filiales aseguradoras, bancos, residencias de ancianos y demás útiles de la misma calaña, poseen los depredadores económicos para esquilmar a sus usuarios, sean estos clientes, pacientes o beneficiarios de sus servicios. La actividad funciona como el viejo sistema de los carroñeros de aprovechar la indefensión de las personas para arrebatarles sus sacrificados ahorros y, acabados éstos, abandonarlos como colillas ante la indolente, cuando no cómplice, actitud de las administraciones publicas.

La salud, como resulta fácilmente comprensible, adquiere valor con la edad. En los primeros años, por lo general, preocupa poco. Con los años adquiere mayor relieve.

Pues bien, en España tenemos dos sistemas de sanidad que reflejan la mentalidad de sus ciudadanos. Por un lado, la sanidad pública, donde prima el servicio a los demás; y por otro, la sanidad privada, donde prima el lucro de los dueños. Hoy ambas están en entredicho por la misma razón: el maltrato del personal sanitario y la mala gestión del dinero.

Los hospitales públicos, y con ellos su personal, subsisten, cada día peor, en la precariedad; no sólo en los sueldos de los médicos, los contratos basura, material obsoleto... sino con la privatización, ya no encubierta, sino descarada, de los los servicios en manos de constructoras u otras empresas afines. Empresas que se dedican al buitruneo, con la bendición de los políticos afines. Hay demasiadas contratas de comida, seguridad, limpieza...que sospechosamente evidencian casos de corrupción conocidos y por conocer y que demuestran con claridad como determinados políticos amparan esa depredación del erario púbico. Políticos que debieran saber que ellos no han sido elegidos para conchabar con una constructora o para dar un servicio a sus amigos, sino para defender el interés general que nada tiene que ver con ese buitruneo.

Los antaño ejemplares modelos de una sanidad pública, muy eficiente y pionera, son hoy, por culpa de los políticos que debieran de velar por mantenerla, hospitales cuasi de la beneficencia como aquellos que antes atendían con mucho amor y escasos medios a los necesitados. Hoy prima la precariedad en todos los aspectos, por la escasez de unos presupuestos más enfocados a atender a chorradas, que a las necesidades más vitales. Vergüenza ajena produce la cantidad de gastos inútiles que nuestros políticos despilfarran y que hablan con claridad de la peor catadura moral de nuestros representantes. Entre el despilfarro de ellos y la miseria hay una cosa que se llama dignidad. Y los médicos, esas personas que eligieron el servicio a los demás como objetivo de su vida, merecen ser tratados con esa dignidad. Los hospitales requieren inversión pública para beneficio público, no para contratas y demás carroñeros. Y cierto también que las gerencias han de ser pulcras y eficaces para evitar despilfarros y han de gozar de capacidad de tomar decisiones para que mantengan el bien público. Todos los servicios, que hoy sustentan la actividad privada, son conciertos de mamoneo, y debieran ser revisados y evitados por el interés general.

En cuanto a la sanidad privada, siendo lícito el negocio, conviene advertir que hoy esos hospitales son propiedad de fondos buitres y que son las aseguradoras, junto a las administraciones públicas, las que hacen viables esos hospitales. Las aseguradoras son los hijos de los fondos buitres. Éstas cobran una pasta gansa y racanean, tanto a médicos como a usuarios, todo cuanto pueden. No ya con el copago implantado por algunas, sino con la mala calidad de los servicios. Por ejemplo, los de rehabilitación son limitados y pésimos en tiempo y medios. Muchos médicos de cierto prestigioso se niegan a trabajar para la aseguradoras porque les pagan muy mal, lo que deja al usuario en manos de inexpertos u otros médicos que trabajan más precariamente. Lo que habla de la calidad del servicio. Como será la cosa que conocí a más de un médico que proponía una intervención, sin necesidad, con el fin de cobrar más a la aseguradora. Diagnóstico crematístico. ¡A dónde hemos llegado con la ética y el juramento hipocrático! Lícito es el negocio, vergonzosa la usura. Y por supuesto, este tipo de médico.

En esta tesitura se preguntará el lector que podemos hacer para que esto cambie.
En cuanto a la sanidad pública, está claro que hay que evitar que la desmantelen estos políticos golfos e impresentables, que le niegan a los médicos unos salarios dignos y tenemos que impedir que no los aboquen a la emigración. Además hay que dotar a los hospitales de los recursos necesarios para una atención adecuada y digna acorde a los tiempos que corren. Resulta obvio que nos vienen engañando, por nuestra desidia y pasotismo, y se dedican a privatizar servicios, lo que implica contribuir a desviar recursos que, con una buena gestión, se pueden ahorrar y dedicar a otras necesidades. Es evidente que hay que conocer a nuestros políticos y su filosofía de servicio al ciudadano y mirar su honestidad en cuanto al respeto del erario público.

Sin duda, resulta evidente que hay una serie de ciudadanos que ven mejor todo tipo de privatización que la defensa de lo público porque, según ellos, funcionan mejor las cosas. Para mí, eso es una falacia. Cuando se privatizan servicios se usa el argumento de mayor eficacia y mayor economía. La eficacia depende de la gestión, y el precio de la privatización siempre acaba siendo más caro. Porque hay un axioma fundamental: la empresa privada busca beneficios. Y esos se obtienen con recortes, desde salarios más bajos, hasta de recursos o encarecimiento del servicio. Ninguna empresa contrata con un hospital ningún servicio, comida por ejemplo, para perder dinero, sino para ganarlo; y si no lo gana en el menú, lo gana en los salarios. Es así de simple. Cierto es, y todo hay que decirlo, que la gestión pública muchas veces deja mucho que desear; pero eso requiere encontrar gestores eficaces y con atribuciones que faciliten su trabajo, sin injerencias políticas, para tomar las decisiones correctas.

En cuanto a la sanidad privada alguien debiera poner cordura a tanta avaricia. Cierto es que son negocios y que han de dar beneficios, pero conviene equilibrar la relación empresa cliente. No vaya a ser que el saco se rompa. Cobrar por trabajo si, por ciertos servicios, no. Y, de esta manera, tampoco.

En primer lugar, los usuarios pagan a las aseguradoras un dinero que las hace rentables y éstas deben pagar a sus trabajadores, médicos y demás, un estipendio digno, hoy ridículo, lo que crea descontento y malestar e incluso negativas a aceptar a las compañías. Ese malestar e indefensión está creando un caldo de cultivo anti aseguradoras que también es afecta a los usuarios que crean sus barreras defensivas evitando otros servicios.

Por su parte, los hospitales viven también de sus "buenas relaciones" con la sanidad pública y atienden las derivaciones que ésta les aporta con pingües beneficios. Una práctica que ya está consolidada y que obedece a una oferta de atención-como favor se vende- para descongestionar el sistema público. Todo sutilmente estudiado. Cazo buitrero en acción.

Conclusión: Si la sanidad pública está sufriendo ese ataque despiadado de los poderes económicos mediante esa caterva de indeseables políticos cómplices, y sospechosa y presuntamente comprados, que la están hundiendo con premeditación y alevosía, la sanidad privada está en manos de otros carroñeros a los que nadie pone coto.

En estas circunstancias creo necesario que nuestro voto se enfoque a buscar soluciones para combatir tan deplorable y asqueroso estado de cosas. Nuestros médicos y nuestra salud merecen otro respeto.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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