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Un sello de garantía para nuestra Navidad

domingo, 11 de diciembre de 2022
"Alegraos": Es una invitación con aires de imperativo, un imperativo con aires de fiesta.

Pero hay algo más; el profeta dice: "Alegraos en el Señor", y eso remite la fiesta al ámbito de la fe.
De ahí que la alegría de esta fiesta esté destinada a ser duradera cuanto la fe: "Alegraos siempre en el Señor".
Más aún: Esa fiesta ha de ser duradera –eterna- como lo es el Señor, pues él es la causa de nuestra alegría: "El Señor está cerca".

"Alegraos": El Apóstol lo dice a los fieles de Filipos, a su primera comunidad cristiana en Europa; se lo dice desde la cárcel, donde espera una sentencia que puede ser incluso de muerte; se lo dice desde el conocimiento de las dificultades por las que atraviesa también aquella comunidad tan querida para él.

"Alegraos": Es la paradoja de la fe que, en medio de las dificultades de la vida, guarda siempre un tesoro de alegría en el secreto del corazón.

Ésa es la paradoja que el profeta contempló en su visión: "El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá". También allí, la alegría se promete a una comunidad de derrotados, de desterrados, de desesperanzados, a una comunidad desierto, a una comunidad yermo, a una comunidad estepa, comunidad que él ve transformada, sanada, liberada, floreciente y festiva.

Por su parte, el salmista no dice: "alegraos"; pero tú, si escuchas su confesión de fe, no dejarás de sentir la fuerza de ese imperativo, pues haces tuya la fiesta del oprimido al que el Señor hace justicia, la satisfacción del hambriento con el que la justicia ha compartido su pan, el grito de victoria del cautivo que ha sido liberado.

Hablamos de libertad, de pan, de justicia, de alegría, y esperamos el nacimiento de Jesús… Hablamos de lo que necesitamos, y esperamos a Jesús…

Esto es lo que los discípulos de Juan preguntaron aquel día a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"; ¿eres tú el que realiza las promesas del Señor o tenemos que esperar a otro?; ¿eres tú el que cumple la palabra del profeta o tenemos que esperar a otro?; ¿eres tú el que hace presente el reino de Dios en los caminos de su pueblo o tenemos que esperar a otro?

Pero tú, que en la fe te has encontrado con Jesús, ya no preguntas por aquello mismo de lo que eres testigo; porque, en la fe, has comenzado a ver, en la fe caminas, en la fe escuchas la palabra de Dios, en la fe has quedado limpio con la santidad de Dios, en la fe estás resucitado con Cristo, en la fe has entrado en el reino de Dios.

No, ahora no es a Jesús a quien se hace la pregunta sino a nosotros, a los que nos decimos seguidores de Jesús. Ahora no es Jesús el que ha de responder sino que ha de responder su Iglesia, la comunidad de los fieles, la comunidad que hace presente a Cristo Jesús en los caminos de la humanidad. Ahora hemos de responder nosotros, los que nos reunimos para la eucaristía en la que comulgamos con Cristo Jesús, los que nos disponemos a celebrar la Navidad: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”; ¿somos nosotros la alegría que irrumpe en el mundo, o la estepa con el yermo y el desierto han de continuar esperando?; ¿somos nosotros el evangelio que Dios ofrece, o los pobres han de esperar a otro?

No habrá verdadera alegría para nosotros si no somos motivo de alegría para los pobres, si no somos presencia real de Cristo Jesús entre los pobres, si no somos evangelio para los pobres: ellos son el sello de autenticidad de nuestra misión, un sello de garantía para nuestra Navidad.

Feliz domingo. Feliz comunión con el que es causa de nuestra alegría.

En el día de la Inmaculada:
"Desbordo de gozo con el Señor"

Queridos: Habéis comenzado la celebración litúrgica del día de la Inmaculada concepción con un canto que rezumaba alegría por todas sus palabras: "Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas".

Vosotros cantabais, pero yo me pregunto si era vuestro el canto. Fijaos: Hay gozo, y no es un gozo cualquiera, sino gozo desbordante con el Señor. Hay alegría, pero no es la fugaz ilusión de un momento, sino alegría compartida con el Dios fiel. Me pregunto: ¿A quién ha vestido Dios con traje de gala?, ¿a quién ha envuelto en un manto de triunfo?, ¿quién es la novia de esta fiesta con Dios? Difícilmente habréis recordado hoy a la Jerusalén reconstruida por la misericordia de Dios y por la fidelidad del Señor a su alianza. Vuestro pensamiento y vuestro corazón se han fijado en la Virgen Inmaculada, en su belleza purísima, en el sol de su vestido.

Vuestro canto era su canto: "Desbordo de gozo con el Señor…". Es como si su espíritu estuviese animando nuestras voces; es como si su amor estuviese encendiendo nuestras palabras; es como si ella misma continuase derramando delante de Dios el perfume de su alegría y su agradecimiento.

Luego habéis oído hablar de apropiación, de desnudez, de ocultamiento, de engaño, de hostilidades, cosas todas que tienen que ver con nosotros, con la humanidad pecadora, y, sin embargo, en nuestra asamblea resonó de nuevo un canto de alabanza a nuestro Dios, "porque ha hecho maravillas", "porque se acordó de su misericordia y su fidelidad a favor de la casa de Israel".

Hemos recordado el primer capítulo de la historia de nuestra pobreza, de nuestra debilidad, de nuestra condición humillada, y, sin embargo, cantamos, porque en la Virgen María, en una mujer que es sólo pequeña y pobre humanidad, contemplamos la victoria de nuestro Dios, las maravillas de Dios, la misericordia y la fidelidad de Dios. Y el canto empieza a ser también nuestro, expresión de nuestro gozo, de nuestra alabanza y nuestra fiesta, pues si la Virgen María ha vencido al enemigo de la humanidad, con ella todos nosotros empezamos a vencer; y si en ella se ha manifestado la plenitud de la redención, con ella todos empezamos a ser redimidos. Ya podíamos decir con verdad: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas", en su sierva la Virgen María y en nosotros.

Ahora, Iglesia santa, ya puedes entonar tu canto, no sólo por lo que has visto en la Virgen María, sino también por lo que, a la luz de la palabra de Dios, puedes decir de ti misma. Admira lo que has recibido, pues el Señor te ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales; Dios te ha elegido, en la persona de Cristo, para ser santa e irreprochable ante él por el amor… Admira y canta. Admira y que cante contigo la tierra entera, pues en la Virgen María y en tus hijos Dios ha revelado su justicia –su gracia, su santidad, su salvación- a las naciones. Elegida es tu nombre, heredar con Cristo es tu destino, ser irreprochable por el amor es tu vocación.

Y si tanto puedes decir de ti misma, si tanta luz ha puesto el Señor en tu seno, si tanta gracia ha derramado sobre tus hijos pecadores, admira de nuevo y canta la gracia y la luz que iluminan y embellecen a la Madre de Dios. Escucha las palabras del ángel Gabriel: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". La Iglesia agraciada admira y canta la plenitud de la gracia manifestada en la Inmaculada Concepción de María; la Iglesia creyente admira y canta la perfección de la fe en la Virgen María que acoge en su corazón y en su seno la Palabra de Dios.

"¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!, porque de ti ha nacido el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios". ¡Qué pregón tan glorioso para ti, virgen Iglesia!, que por la fe llevas a Cristo en tu seno y lo haces presente en el mundo para que todos puedan conocerlo y amarlo.

No olvidéis nunca las obras de Dios. Sed santos para el Señor.

(Fr. Santiago Agrelo es Arzobispo emérito de Tánger)
Agrelo, Santiago
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