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Por el cementerio

lunes, 14 de noviembre de 2022
Estamos en el tiempo en el que de un modo u otro, todos recordamos y rendimos memoria a los nuestros. Lo hacemos con los objetos que desde hace milenios representan el homenaje humano más desinteresado: con flores. Bonitas y efímeras, nos señalan que un día concreto todos los corazones se sincronizan en el recuerdo y el cariño de quienes nos precedieron en este camino.

Tenemos, también, la costumbre de visitar los cementerios siguiendo itinerarios personales más o menos rituales. De siempre me ha gustado visitarlos en esta época o Por el cementerioen cualquier otra. En ellos, encuentro una gran quietud que me resulta difícil encontrar en otros lugares. Recuerdo de modo muy difuso, el que más tarde en Lugo llamaríamos "cementerio viejo". Vienen a mi memoria grandes esculturas funerarias en él, tal vez magnificadas en la memoria del niño que las recuerda. Aún creo ver un ángel de tamaño natural, con las alas plegadas y las manos cubriendo unos ojos supuestamente llorosos. Los niños deambulábamos lentamente por caminos y senderos, como siguiendo una exposición, que en cierto modo lo era.

Cuando se clausuró el cementerio de Magoi, quedaron en él tumbas antiguas, tal vez de los siglos XIX y XX, algunas de ellas con gran valor artístico. Hubo rumores sobre la venta de sus componentes en otras ciudades.

El cementerio nuevo, el de San Froilán, pareció un campo desangelado, siempre con viento, y casi vacío. Poco a poco muchos panteones supuestamente abandonados en el viejo, fueron siendo trasladados al cementerio nuevo, que dejó de parecer desangelado. Mientras, las labores de ajardinamiento prestaban un bonito aire al nuevo lugar.

Si prescindo de mis recuerdos familiares, la parte que más me gusta del cementerio es la que encontramos al entrar a mano derecha y alejada de la puerta de acceso.

Siempre me ha gustado la escultura como género artístico y en los cementerios encuentro los últimos restos de un trabajo que se resiste a desaparecer, si no ha desaparecido ya. La escultura funeraria se vende ahora por catálogo, con placas de mármol de diversos colores y dimensiones y figuras muchas veces construidas con piedra artificial.

Ya no es lo de antes, y podemos verlo paseando lentamente por las partes del fondo a la derecha, en el cementerio de San Froilán.

Hubo en Lugo muy buenos marmolistas. Me ha llegado el nombre de uno de ellos, D. Severo Lois, (Padre que fue de D. Saturno), que trabajaba en su taller de la Rúa dos Loureiros. Escultor modernista de principios del siglo XX, plasmó en mármol toda su pericia creadora y hoy la tenemos en el cementerio para deleite de quienes sepamos compaginar el dolor con la belleza como tributo.

Cruces, estatuas, guirnaldas, encajes, flores, coronas y mil destalles más están en el cementerio como homenaje y recuerdo de quienes nos precedieron en esta vida y hoy forman ese grupo de seres a los que, en general, aplicamos el adjetivo de "queridos".

Hoy se esculpe con taladros de velocidad variable y con brocas de diversos calibres, artilugios que tal vez hagan más asequible la labra en piedra. En nuestro cementerio, nos es posible recrearnos contemplando la finura de los trabajos realizados en épocas precedentes, cuando era necesario para el tallista saber calcular la intensidad del martillazo y su grado de incidencia sobre el mármol. Pasados los años, la finura de los resultados de sus trabajos siguen admirándonos al mirarlos con atención.

Hoy constituye una auténtica delicia disfrutar del modo de hacer de todos estos artesanos que nos precedieron en esta rama del arte. De entre toda la escultura funeraria que hay en San Froilan, destaca una figura, a tamaño natural, de Cristo, obra de nuestro escultor Asorey. Esculpida en mármol blanco, está en el interior de un panteón. Los operarios del cementerio orientan amablemente a quienes pregunten por su ubicación. La figura es impresionante, hermosa y, tras su cabeza, una ventana circular (un ojo de buey) deja entrar la luz al interior del recinto.

Me han contado, no recuerdo quién, que fue el mismo Asorey el que intervino en la ubicación exacta del ventano para que la luz penetrase desde la parte posterior de la cabeza, contribuyendo a generar el ambiente adecuado.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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