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Algunos oficios municipales de Ortigueira en el siglo XIX

martes, 01 de noviembre de 2022
No vamos a exponer aquí todos y cada uno de los oficios que de un modo u otro formaron parte de la nómina de trabajadores del Ayuntamiento de Ortigueira; ni siquiera vamos a entrar en todas sus funciones. Pero sí queremos dar algunas pistas de cuál era su trabajo y cómo lo acometían. Así pues, estos son algunos de ellos a modo de ejemplo.

La policía
Desde mediados del siglo XIX, Ortigueira contó con un destacamento militar que actuaba de guardián y protector de sus vecinos. El número de sus efectivos debió de ser bastante considerable, pues en 1884 el ayuntamiento recibió una partida de 21 fusiles con su correspondiente munición de la Junta Superior de la Provincia para equiparlo. Este grupo castrense estaba emplazadodentro del recinto de las oficinas municipales, más concretamente en el claustro del antiguo convento de Santo Domingo.

Algún tiempo después, la milicia nacional fue sustituida por un cuerpo de policía urbana y rural, que contó con sus propias normasinternas. No obstante, el ayuntamiento también le asignó otras específicas para el desarrollo de su labor dentro de su territorio municipal, entre las que estuvo la vigilancia de los niños para que no realizaran sus "juegos y reuniones en el cantón, atrio de la Iglesia y calles de esta Villa" (1). Para ellos, el ayuntamiento les tenía reservado los espacios de la Alameda y del muelle, excepto cuando hubiera mucha gente en ellos ofueran días festivos, y, con la condición de que no causaran ningún perjuicio al arbolado ni a otros objetos del mobiliario urbano, daños que, por otra parte, tendrían que ser abonados por suspadres o encargados.

Otra misión que tenía servada el cuerpo de la policial municipal era la de inspeccionar que los vecinos solo descargasen la picadura o recolectasen la leña desde la puesta del sol hasta el amanecer, o, como precisaba la norma, de "sol a sol" (2). Por ello, antes o después de ese horario tan flexible estos serían los responsables de dejar libre la calle o cualquier espacio público de todos sus objetos, o, en caso contrario, serían sancionados con las correspondientes multas. Así también, seles prohibía transitar con sus carros por la Alameda y entrar con ellos "por la carretera de Ferrol, desde la casa de Andrés Prieto [hoy, Ferretería Prieto]; en el camino de la Preguiza desde la fuente de la Curuxeira, en el camino del Barquero, desde la fuente de la Penela, en el camino del Cancelo, desde el cuartel de la Guardia Civil; en el camino de la Penela, desde donde este comienza, y en el camino del Salgueiro" (3). Según esto, lo que les venía a establecer la norma era que sus carros no podríanaccedero circular por todo el centro de la villa debido a quedejarían en sus calles grandes surcos que estancarían el agua, impidiendo que las personas pudieran circular con comodidad.

También era asunto dela policía local el vigilar que los orteganos cumpliesen el horario establecido para quitar el estiércol de los animales de sus cuadras. De hecho, desde el 1º de abril hasta el 30 de septiembre, solo podían sacarlo hasta las seis y media de la mañana, mientras que desde el 1º de octubre al 30 de marzo, este horario se ampliaba en una hora.

El repertorio normativo municipaltambién tenía un apartado específicodestinado a la vigilancia de las piaras, del que igualmente se encargaban los agentes del orden. De hecho, para mantener la salubridad pública, el consistorio había establecido que durante el día los cerdos deberían estar agrupados en unos puntos muy precisos de la población. Concretamente, estos eran tres: la Preguiza, la Penela y cerca del mar, en donde deberían permanecer hasta las seis y media de la mañana entre los meses de abril y septiembre, y hasta las siete y media entre los de octubre y marzo. Una medida a la que la corporación le sumaba la condición de que los "encargados de su conducción" no podríandetenerse con ellos en las calles ni en los caminos por donde circularan. Quebrantar cualquiera de estas normaslessupondría a sus propietarios el abono deunas multas que iban desde 1 peseta, la primera vez, 3, la segunda, y 6, la tercera.

Tampoco quedabanlos vendedores ambulantes fuera del control de la policía local. En este caso, sus agentes estaban encargados de velar porque los comerciantes de "leña, paja y otras cosas análogas"(4) se colocaran en la plaza frente a unas casas en particular y sobre las escaleras que subían al atrio de la iglesia, aunque sin interrumpir el paso de los transeúntes. En cuanto a los tratantes en "granos, cereales, legumbres, patatas y otros artículos de primera necesidad"(5), estos deberían ubicarse debajo del tinglado de la plaza y dentro del recinto que comprende su muro. Una tercera zona sería la que deberían ocupar los pescaderos. En su caso, deberían exponer su mercancía "arrimada al muro del precitado atrio, a la parte de arriba la base o arranque de la precitada escalera" (6), o, lo que es lo mismo, en la parte más baja del muro. El reglamento finalizaba con la situación que deberían ocupar "las tiendas de quincalla y ferretería ambulante"(7), que no era otra que la parte más alta del muro.

Para poder verificar el cumplimiento de todas sus normas, la corporación decidió reconvertir "las dos plazas existentes de serenos en agentes de orden público" (8). Por entonces, este cuerpo de vigilantes nocturnos tenía como funciones principales las de cantar y velar por la seguridad de los habitantes, encender, apagar y limpiar el alumbrado público durante el horario prescrito, asistir a los funcionarios municipales de la Secretaría y la Alcaldía. Unas tareas públicas que, según se les advertía, eran incompatibles con cualquier otro oficio particular.

El relojero
El Ayuntamiento de Ortigueira no contócon un reloj con el que su población pudiera conocer la hora del día ola noche hasta 1862. La única referencia horaria de que disponía eran los toques canónicos de las campanas de sus iglesias o, cuando el día estaba despejado, es decir pocas veces en el año, por algunos relojes de sol de algunas de sus parroquias, como es el caso del colocado sobre el dintel de la puerta de acceso a la iglesia de Ortigueira.

La corporación tomó la decisión de adquirir un reloj con el argumento de que "los trabajadores de todas clases, las personas de fuera que concurren con diferentes asuntos a este pueblo; las corporaciones, las oficinas y los despachos públicos carecen de hora fija, indispensable para el arreglo del trabajo, despacho de negocios y otros actos de serbicio(sic) y comodidad que el buen orden exige sugetar(sic) a un tiempo determinado" (9). A estasventajas se le sumaban otras que, por entonces, empezaban a tener una cierta relevancia. Entre ellas, estaba el hecho de que la población ya le venía reclamando al Ayuntamiento que le ofreciese un horario de atención al público fiable, "mejora de que no carecen hoy las villas y los lugares más significados". Lo que también viene a significar que la corporación quería que el municipio se pusiera a la altura de otros ayuntamientos de su categoría.

Pese a todo, el reloj suscitó una gran controversia entre los ediles, pues, mientras que los siete concejales de la zona de Ortigueira lo consideraban una necesidad de primer orden, los otros ocho de las afueras veían que la nueva máquina del tiempo solo les sería útil a los vecinos de Ortigueira. No obstante, la propuesta fue elevada al gobernador civil con el fin de pedirle su autorización para "el pago de un inteligente [arquitecto] que debe traerse a reconocer el sitio más a propósito de las casas consistoriales para la colocación, formar el Presupuesto del importe de esta, valor de la máquina y campana, cuyo gasto pueda conjugarse en el Presupuesto adicional del presente año y satisfacerse con la escritura de fondos que recibe en el arqueo de 31 de marzo en que concluye el periodo de ampliación de las cuentas de 1861" (11).

La adquisición del reloj y la campana se llevaron a cabo por separado. En el caso de la máquina del primero, esta fue fabricada en el taller del relojero coruñés Ramón Antonio Iglesias, y supuso un coste de 1.500 reales. Mientras que de su colocación se encargó Vicente Vea, al que el concejo le tuvo que abonar 700 reales por su instalación. Un precio que fue superior al presupuestado a causa de ciertas "dificultades imprevistas que hubo que vencer" (12). En cuanto a la compra de la campana, en el acuerdo municipal se especificó que esta debería pesar menos de 30 arrobas y que sería colocada en su lugar "por cuenta y riesgo" de su constructor.

Una vez colocado el reloj en su lugar definitivo, la corporación dejó anunciado en una de sus actasque el aparato funcionaba con exactitud y que el coste final de todo el proceso, junto con la máquina y las campanas le había supuesto una inversión de unos 1.500 reales.

El Ayuntamiento contrató los servicios de mantenimiento y reparación del reloj a Francisco Baylli, un relojero que poco tiempo antes se había establecido en la villa. Sin embargo, seis años más tarde, en 1868, este dejará Ortigueira para mudarse a Jerez de la Frontera, lo que hizo que le encargarásu asistencia técnica a Francisco Díaz, otro de los relojeros con obrador en la villa. Más tarde, será Domingo Antonio Cao quien se ocupe de darle cuerda, limpiar su máquina y ponerlo en hora. Tras la muerte de este último, en 1887, sucustodia y asistencia recaerá en José Manuel Martínez Castrillón (13).

El cartero
También se encontraba en la nómina del ayuntamiento el cartero que repartía la correspondencia por todo el municipio y al que durante el siglo XIX se le denominaba peatón. Su trabajo era bastante laborioso por tener que transportar las cartas a muchos lugares, lo que retrasaba en gran medida su entrega a sus destinatarios. Esto hizo que, a finales del siglo XIX, los empresarios de Cariñodemandarán la creación de algunas plazas más. La petición le llegó al organismo local a través del casino cariñés, quien la hizo "en nombre de todos los habitantes" (14) de la localidad. En ella, le reclamaban que se les concediera "un peatón que diariamente conduzca la correspondencia desde la Administración subalterna de la Capital hasta aquel pueblo con la correspondiente cartería en el mismo" (15).

La corporación accedió a su petición no solo porque la considerase justa por "la gran importancia industrial y comercial" (16) del propio puerto de Cariño, sino también por la necesidad que teníande recibir y transmitir más rápido sus mensajes los habitantes de las parroquias por las que transitaba el cartero. Según estableció la corporación, el peatón deberíallevar la correspondencia por la carretera que enlazaba Ortigueira con Cariño,cruzando las parroquias de Cuiña, Senra, San Claudio, Santiago de Mera, San Adrián de Veiga, Feás, Sismundi y A Pedra (17). Un recorrido que, según opinaba la corporación, sería incluso beneficioso para el Estado "porque entregando y recogiendo la correspondencia de todos los caseríos y aldeas que recorre [el cartero...], esta aumentará considerablemente, efecto de las facilidades que tal mejora establece"(18).

El hospitalero
Uno de los empleos que todavía hoy siguenmuy en boga a causa de las peregrinaciones a Santiago de Compostela es el de hospitalero. Es decir, la persona encargada del cuidado de un hospital, o también, aunque ya en desuso, del hospedaje en una casa o albergue. Hasta hace casi un siglo, Ortigueira contaba con un trabajador que se ocupaba de atender las necesidades de los transeúntes y enfermos pobres que se hospedaban en el hoy reconvertido Hospital de San Roque. Un empleo para el que el ayuntamiento exigía que sus candidatos reuniesen unas condiciones muy precisas. Así vemos cómo, cuando convocó la plaza tras surehabilitación, este pidió que su nuevo empleado debería "ser casado, pasar de los cuarenta años, saber leer y escribir siquiera sea medianamente, tener robustez reconocida, buena conducta y aunque con familia no sean menores de catorce años" (19). Unas condiciones que poco tienen que ver con las que hoy piden a los que quieren entrar a trabajar en un albergue del Camino de Santiago, entre las que están la limpieza de habitaciones, baños y zonas comunes, los cambios de ropa de las habitaciones, el suministro de huéspedes, la recepción de las mercancías de los proveedores, la reparación y revisión de los equipos e instalaciones del albergue, el control de la capacidad y disponibilidad del albergue o el check in/checkout de clientes en el albergue, según se recoge en algunas plataformas de estas ofertas laborales. Y todo ello sin contar la valoración positiva de conocimientos de inglés u otros idiomas (alemán, francés, etc.) o el conocimiento de informática o Internet, para discriminar todavía más a los posibles demandantes de la deseada plaza. Como se puede comprobar, esos más de cien años son todo un universo de cuestiones que separan a los empleados de entonces y los de ahora.

NOTAS:
1. Sesión ordinaria de 12 de julio de 1883.
2. Ibidem.
3. Ibidem.
4. Ibidem.
5. Ibidem.
6. Ibidem.
7. Ibidem.
8. Ibidem.
9. Sesión ordinaria de 5 de enero de 1862.
10. Ibidem.
11. Ibidem.
12. Sesión ordinaria de 11 de enero de 1862.
13. Sesión ordinaria de 23 de enero de 1898.
14. Sesión ordinaria de 30 de enero de 1887.
15. Ibidem.
16. Ibidem.
17. Ibidem.
18. Ibidem.
19. Sesión ordinaria de 3 de febrero de 1889.
Suárez Sandomingo, José Manuel
Suárez Sandomingo, José Manuel


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