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Un minuto

lunes, 24 de octubre de 2022
Esta era la mítica frase pronunciada por los antiguos fotógrafos al retratar a sus clientes, llevando a cabo todo el proceso complejo con su cámara, un artefacto que, como casi todo, ha ido evolucionando en el tiempo. Desde aquellas cámaras que eran un cajón con trípode a las más compactas de la actualidad.

La fotografía acompañó al hombre desde que en 1839 Daguerre difundió oficialmente el proceso denominado daguerrotipo, aunque existen procedimientos fotográficos anteriores, salpicando pronto las grandes ciudades de multitud de estudios fotográficos, donde el que más y el que menos ansiaba un retrato para la posteridad.

A pesar de su limitada densidad frente a las capitales de provincias, Carballiño no permaneció exenta de este artefacto. Distintos fotógrafos, fundamentalmente ambulantes, retrataron paisajes y vecinos desde finales del siglo XIX.

Pero sería como la villa más pujante de la provincia en el siglo XX que recorrerían los fotógrafos profesionales sus calles coincidiendo con las afamadas ferias de ganado y mercaderías, instalándose otros con puesto fijo en el casco de la localidad. Benito de la Info, junto al cruce de la carreta de Ribadavia, Godás, en la entonces calle José Antonio, hoy Rosalía de Castro, mientras Aurelio despachaba en su estudio de la calle Tomás María Mosquera, y por supuesto O Potiños, en la calle Carreira, de quien heredó oficio su nieto Moncho Fuentes.

De aquellos ambulantes, quién no guarda en la memoria al mítico Rizo, que todas las ferias aparecía y con una sonrisa dibujada en el rostro decía, como los más antiguos del gremio "un minuto", para exponer quince días después en el mercado aquellas instantáneas que adquirían los interesados. O Virixilio Vieitez, padre de la también fotógrafa Keta Vieitez, de Soutelo de Montes, más habitual en las ferias de Soutelo y Beariz, aunque a veces se acercaba a la de Carballiño, cuyo objetivo se centraba más que en retratos en sí, en imágenes costumbristas.

En medio un montón de aficionados cargaban sus cámaras compactas con películas que revelaban en estos establecimientos. Algunos, como José Luis Diz o Julio Lama, para iluminar sus artículos periodísticos como corresponsales en Carballiño, mientras algunos registraban para la eternidad edificios y calles, la arquitectura y escultura de la villa, o con mayor posterioridad Moncho Fuentes, responsable de la mayor cantidad de retratos de los vecinos por las calles, en su colección Xentes do Orcellón, máis alá de Orión.

Otros como particulares que consignaban en el celuloide reuniones familiares, fiestas populares y parroquiales, bodas, bautizos, o aquellos cochazos Dogde y Mercedes traídos allende las fronteras, que dejaban tiritando a los Seat 450, 600 y 1500, los Gordini, el dos caballos de Citroën o el cuatro latas de Renault, mientras avanzaban el Dyane 6, el Citroën 8, el Renault 6, el 12 y el 5, el Seat 850, 1430, y una feria de vanidades sobre ruedas.

Es precisamente ese Potiños el que da nombre a una asociación que agrupa a numerosos aficionados a la fotografía que se reúnen anualmente para presentar sus trabajos, en solitario o colectivos, bajo el amparo de la Asociación Potiños de fotografía, organizando concursos, cursos y exposiciones en locales públicos o particulares, con la colaboración habitual del Concello de Carballiño.

En la presente convocatoria, ofreciendo imágenes del objetivo de Teté de Estate, Pepe Paz, Beatriz Cabanelas, Marcelo Caballero, José Miguel Martín Ordoño, y la Asociación Fotográfica con la retrospectiva A Feira, memoria gráfica y viva de la villa. Está claro que hay pueblos como Carballiño, donde las gentes se unen para hacer cosas buenas.
Mosquera Paans, Miguel
Mosquera Paans, Miguel


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