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Impuesto a los ricos

viernes, 07 de octubre de 2022
A los lectores que me reclaman mis colaboraciones y no les llegan. Quizás sea porque hay personas que no las consideran interesantes.

Mis lectores saben que pienso que la causa de todos los conflictos son los desequilibrios económicos y que abogo por una política más igualitaria, no para jugar a Robin Hood, sino para corregir la brecha entre ladrones de guante y sus víctimas.

Sé que los ricos son en su mayoría golfos legalizados por el sistema y que éste los ampara con leyes abusonas para esquilmar a la ciudadanía. Las eléctricas, las farmacéuticas, las telefónicas, las energéticas, los bancos, los supermercados, los geriátricos... son negocios legales regulados por leyes confeccionadas por nuestros políticos, quienes, a su vez, traicionando la voluntad de sus electores, se convierten en dóciles y sumisos validadores de las mismas. Saben que como contrapartida siempre hay una puerta giratoria que pagará los servicios prestados. Falta honestidad y hombría y tanto montan, montan tanto, casi todos. No es cuestión de color sino de tragaderas.

En este País ya había picaresca antes del Lazarillo. Hay un gen de latrocinio en cada español y la golfería está aceptada con un estoicismo tal que la corrupción, la mordida, la comisión o cualquiera de sus formas es tan real que cualquier postura de dignidad y compromiso ético resulta ser el hazmereir de estos sinvergüenzas. De poco les sirve a estos golfos educar en la catequesis o el colegio elitista a sus cachorros si después ellos los adiestrarán con clases prácticas de depredación agresiva o sutil de guante blanco.

Las grandes fortunas, doy un pequeño margen a la excepción, son obra de depredadores carroñeros en todas las facetas de la vida y grandes prohombres son capos mafiosos de métodos sibilinos. Es muy socorrido utilizar la palabra empresarios para disfrazar a los tan denostados negreros. Un nuevo eufemismo. Muchos eufemismos hay para deformar la realidad y lavar la imagen de auténticos atracadores. Nada tengo contra el enriquecimiento lícito de cualquier ciudadano, sino contra la la explotación laboral, la trampa, la defraudación, la corrupción, las leyes abusonas que favorecen esta picaresca en detrimento de la ciudadanía.

Sé a ciencia cierta que hay corruptores que tienen en sus empresas sus departamentos de compras, mordidas y otras tretas para recibir favores y estudiar cómo y a quien se puede sobornar; sé que existen siniestros personajes que se reúnen en secreto con sus títeres y se estudian las normas de su conveniencia para favorecer su afán especulativo; he visto como siempre, en especial en plena pandemia, o bien en cualquier circunstancia y lugar, como estos patriotas de banderita arrasan con las arcas públicas con sus negocios de todo tipo desde mascarillas obras públicas; llevo demasiado tiempo soportando que sean los dueños del mambo en cuantas situaciones aparezcan o, por ejemplo, disfruten en exclusiva de la costa y las leyes les permitan abusar de ellas y disfrutarlas en exclusiva; sé que son los dueños de hoteles, playas e islas y siempre están protegidos por leyes adaptadas a sus intereses; me consta que dominan a los políticos y los ponen a comer de su mano para que favorezcan no el interés general sino el suyo particular; son los "pobrecitos" que siempre están con su discurso de pena y no pueden vivir aquí porque no tienen "cassólo unos cuantos millones, porque la mayoría están a buen recaudo en las islas Putrefactas, que en algún tiempo fueron Vírgenes. Si, eran vírgenes hasta que llegaron los abuelos de estos golfos los filibusteros y las jodieron. Nuestros "admirados" indianos, tan sensibles con la miseria de sus vecinos, e indudablemente ávidos de reconocimiento patrio, no dejaron de ser otros inhumanos abusones de los nativos. La Historia se escribe con mayúscula y hora es de que sea verdadera.

Si de algo me valió el catecismo y aquellas enseñanzas de juventud es que decían: "Por sus hechos los conoceréis".

Si el lector mira a su alrededor, que no es otra cosa que ver la vida con realismo, bien puede sacar sus conclusiones y comprobar que son precisamente ellos, esos grandes potentados, los dueños de todos los medios de producción económica y que gozan de múltiples prebendas que favorecen sus intereses. Por tanto, no es nada descabellada la idea de grabar un poco las grandes fortunas para así poder equilibrar la balanza social. No es justa muchas veces la manera de enriquecerse, ni la ayuda recibida por medios ilícitos, ni su defraudación a la Hacienda... ni sus tantas trampas legales o ilegales. Ni tampoco es justo que los hospitales carezcan de los medios precisos, ni los niños pasen hambre, ni los ancianos sean suculentos bocados de residencias de estos carroñeros, ni que los jóvenes se vean obligados a la emigración por falta de oportunidades, ni que los obreros sean despedidos también con triquiñuelas y sin ninguna responsabilidad social...

A rio revuelto, ganancia de golfos. Todavía escabullen su responsabilidad con el desastre del Prestige. Y los pícaros manchaban los barcos para cobrar la indemnización. Se repitió con la pandemia, con cantidad de conseguidores aprovechándose de la desgracia, entre ellos centros médicos privados. Se repite ahora con la inflación desbocada con la disculpa de la guerra de Ucrania. Y siempre, los que mayor sintonía tienen con estos sinvergüenzas, utilizan la falaz receta de bajar impuestos. E, inexorablemente, defienden a los ricos, para no "ofender" a los que realmente nos roban. Sí, son los que nos roban y basta con ver la factura de la luz, antes, ahora y después, con el beneplácito de las autoridades correspondientes.

Hay en esta sociedad una vieja filosofía que, bajo el amparo del realismo, esconde una sumisión y un acatamiento obsceno de este estado de cosas y en realidad es un enorme socavón moral donde la cobardía, el inmovilismo, la indolencia, la desconfianza... se juntan con un estoicismo rancio, para convertirse en un derrotismo triste, insano y de desesperanza. Territorio propicio para cualquier vendedor de crecepelo y donde los mentirosos hacen su agosto.

En este país quieren desmontar el estado de malestar, porque nunca llegó a ser de bienestar, lo que implica según los de siempre reducir impuestos y eso conlleva mayor precariedad para los hospitales, colegios, ayuda a la dependencia, subsidios más exiguos, infraestructuras más deficientes... y un sinfín de negatividades a cada cual más escandalosa.

Lo que voluntariamente olvidan es que el ciudadano de a pie es que ya sabe que en los países más avanzados los impuestos son mucho mayores y revierten en la ciudadanía en distintas formas de ayuda como subsidios de paro mejores, ayudas a las madres, becas de estudios, gozan de excelentes carreteras... Y si no que le pregunten a los emigrantes en Suiza, Alemania... No mintáis.

Los impuestos nos fastidian a todos, pero evidentemente no a todos de la misma manera. Muchos nunca hemos podido negociar con Hacienda nuestra contribución, eso sólo le pasa a los ricos. Los demás, los normales, a cotizar en la medida de nuestros ingresos porque nosotros no gozamos de paraísos fiscales. Siempre la misma canción. Y algunos todavía tienen la desfachatez de defenderlos.

Decía Confucio: "En un país bien gobernado, la pobreza es motivo de vergüenza. Pero en un país mal gobernado, el motivo de vergüenza es la riqueza".

Existen múltiples justificaciones para atacar los impuestos, entre jocosas e ingeniosas, pero ninguna solidaria con los necesitados, sólo son trucos para defender a los miserables ladrones. Evidente resulta que el reparto de las ayudas precisa mayor control, pero que sea imperfecta la tributación no justifica eludirla.

Pero es lo de siempre: Se les ve el plumero. Ahora claman contra la posibilidad de compartir recursos por parte de los potentados. ¡Pobrecitos ellos que no pueden comprar un cuarto yate, otro maserati o una isla en Indonesia!. Lo más sonrojante es que estén comulgando todos los días, manden sus hijos a colegios de monjas- para librarlos de la plebe-, se definan como cristianos liberales y hagan con todos sus principios armas para la explotación y el abuso. Mientras, los bancos de alimentos están vacíos.

Ya me producían nauseas y ahora cada día estoy más lejos de ellos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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