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Operación: Cuñada (24)

martes, 27 de septiembre de 2022
El tendero, Martínez, servicial y amable, presto al arbitraje, y naturalmente pragmático:
-Señora, permítame. Mi consejo es que se lleve los dos pares, los dos, que se los doy baratos, ¡como clienta vip, que por tal la tengo! Llévelos sin compromiso, que así se los muestra al capitán Valerio, y le da la satisfacción de elegírselos!
Se mostró encantada; lo de encantadora era otro tema:
-En ese caso…, lo haré, pero..., ¡igual pierdes una ocasión de venderlos por culpa mía, que Valerio no baja de Tiradores hasta mañana, y para eso, de tarde!
-No se preocupe... ¡Tenga, con sus estuches!
El teniente, a tal momento, candidez pura; sólo por broma, por tener algo que decir en aquella situación tan…, inusitada:
-¡Mujer, haz como te dice, que este Pepín siempre tiene razón, que escoger para uno mismo es difícil! Y luego que, si no le satisfacen a él, igual se los devuelves por vía aérea... –Bromeó- ¿No vivís ahí enfrente, en esas casas de Boaida?
Según iban saliendo, ya en la acera de la calle Seis de Abril, con unas bombillas microscópicas en los faroles, del tamaño de una luciérnaga.
-Sí, aquí seguimos, aquí mismo, que me gusta más que un pabellón de esos de planta baja. Aquí tenemos independencia, total, que ningún vecino nos controla, ni desde las azoteas ni desde su jardín... A ver si venís una tarde, que así hago las paces con tu colchón..., ¡con tu Felisa!
Al observar que Orlando se desviaba hacia la derecha, despidiéndose, le aplicó la palmeta, en castigo colegial:
-Tratándose de un caballero, creí que me acompañarías, por lo menos hasta el portal, que a estas horas, con esas escaleras de boca de lobo...; y luego que Valerio no baja hoy, que tienen una reunión con el Coronel, de alto secreto, que viene Alcubilla... ¡Ya sabes, ese general del Alto Estado Mayor, que suele venir de noche en su DC-4! Valerio dice que lo hace para no llamar la atención de los moros, para pasar desapercibido, ¡que ni le forman la Guardia! El mío, con unas cosas y otras, se va a quedar arriba, en el cuartel, en la Residencia; para no tener que madrugar mañana, supongo!
¿Picas, o no picas, merluzo; donde está tu vitola de teniente de la Academia?
-Sí, Paloma, si me lo pides…; ¡o por mejor decir, si me lo exiges, que por algo eres capitana!
Pero ella, donairosa y decidida, no entró en el primero de los portales de aquella manzana de casas, que se suponía correspondiente a su vivienda.
-¿Eh, Paloma, a donde vas, que te pasaste de portal...?
-¡Ah, sí, que no te lo dije! Tú sígueme, que es cosa de un minuto. Están de colonial los Sanjurjo de Mendoza, y por eso tengo sus llaves... Al cruzar la calle observé que mi asistente, que les abre las ventanas a diario, para ventilar, dejó un par de ellas abiertas... ¿Las ves? ¡Pues esas! Si mañana se presenta otro siroco, con esta presión que tenemos hoy..., ¡ese piso se les pondrá hecho una duna! ¿No te importará acompañarme arriba...? –Adivinando la ineludible respuesta, y ya en el portal, lo cogió de ganchete, en afectuosa compañía. –Esto de dejar los portales abiertos, sin luz en las escaleras, y con eses morangos esparcidos por todas las calles, en todos los barrios...
Orlando se dejó querer, que aquella oscuridad, peldaño a peldaño, sólo servía para eso, besos incluidos.
¡Galleguito, te he trabado definitivamente! Aquí te daría mi virgo, si aún le tuviese, que me tienes, que me sigues teniendo, coladita. ¡O es que todo el zumo de tu fruta va a ser para esa Felisona, para esa “Petra”, que incluso se parece a la osa de Oviedo, aquella que me enseñó “papᔠcando estuvo en el Simancas!
El caballero andante, con tanta dulcinea en los labios, dudó, pero no reculó; ¡no reculó, pero dudó!
-¡Mi querida Paloma, esto de entrar aquí, a estas horas, solitarios...! ¡Mujer, esto no estaba en el programa de nuestra conversación, ahí fuera! ¡No sé si deba acompañarte, tanto por ti como por mí mismo!
Se separó bruscamente, desencantada, decepcionada:
-¡Marica, capón de Villalba...! ¡No mereces ni el culo de un moro!
Era demasiada provocación para aquel marcial, ¡para un futuro general!
-¡Vale, mujer, vale! Pero si nos vio alguien, o si nos ven salir..., puede haber nuevas complicaciones, y sabes que ya llueve sobre mojado!
-¿Vernos, a estas horas...? A tal momento sólo anda por la calle algún que otro morito, que suelen cruzar por aquí para ir a la mezquita...
Lo tenía bien estudiado, con argumentos para cortarle la retirada:
-En la otra puerta también están de colonial, que por eso no les dejaron las llaves los Mendoza... ¿Tanto miedo le tienes a tu Felisa, a esa cateta celosa...? Creo que nunca mejor dije lo de ca-teta... ¡Al lado de mis margaritas, ella, una vaca!
¡Caíste, chulito! Ahora verás qué abrazos..., a puerta cerrada! ¡Así es la vida, querida rival, que ayer fue por ti, pero hoy, todo para mí, de cuerpo entero! Te lo devolveré con los epidídimos secos..., ¡para que no te manche la cama!
-Estar aquí, a solas contigo, querida Paloma, en este nido tan grande..., la verdad es que me produce vértigo! ¡Tengo la sensación de estar en un sitio incorrecto a una hora intempestiva!
Pero ella, dispuesta a todo con tal de salirse con la suya, mitad pasión, mitad venganza, le guiñó un ojo, como última mensaje, y echándole la guerrera para atrás lo apretujó con todas sus fuerzas, como quien traba una anguila para evitar que se le escurra…
-¿Si; de veras, encanto; qué clase de vértigo? ¿Te doy miedo, o es que no resistes la tentación de tenerme en tus brazos, dispuesta a yacer contigo, uno, dos, tres toques de corneta...; o más, si los resistes?
Haría falta ser de hielo, así que, Orlando, más hidalgo que héroe, ¡caput! En el exterior, siroco no había, de momento, pero aquel remolino interior, aquel vértigo, les arrebujó las ropas, ¡y menos mal que ya cerraran las ventanas! A tal momento, aquel teniente se sentía por encima de los capitanes: ¡Le preferían a él!
-Igual me confundes con otro, con otro que te haya decepcionado. ¡Para mí, tres toques son un silbido!
En un entreacto:
-Cariño, ¿te acuerdas de aquel día que me quisiste llevar al Suerte Loca, a tu habitación..., antes de que dieses en mirar para abajo? ¡Pero primero me tenías que prometer casorio, que es lo usual! Con simples intentos, a lo bruto, sin negociaciones previas, sin promesas, ¡no se rinde una fortaleza! Un estilo demasiado directo el tuyo, de señorito mimado, acostumbrado a conseguir cuanto se propone... Con las mujeres hay que ir suia-suia, amigo; mano y beso, beso y mano, que así es en tierra de moros...; ¡y en la de cristianos, también!
Se sentía tímido, primerizo, pecador, pero las circunstancias no le permitían recular. A sus objeciones, ella le había afirmado que estaba en días estériles…
-¡Me molestan esos retratos de los Mendoza…; nos están viendo! ¿No hay otra cama?
-¡Si les tienes vergüenza, bájate de la guagua y les das una vuelta! Lo que pasa es que ni aquí, en esta oscuridad, te atreves a ocupar tu posición, una cota que te la doy preparada, ¡bombardeada de antemano!
Con tales órdenes, y con aquellas facilidades, con aquellos arrumacos y desafíos, la posición fue ocupada y sometida; ¡izada la bandera en terreno enemigo!
-¿Mañana, otra vez, sí; aquí mismo, de tarde..., o tienes guardia? A Valerio le diré que tengo jaqueca, que vaya el solo al Casino, que de estas llaves de los Sanjurjo no está enterado... Pero trae casquillos para las balas..., ¡por si nos falla el Ogino! ¿A dónde vas tan de prisa? ¡Orlando, Orlando el Breve, ocúpate menos de tus calzones, y más de tu amor...! ¿Cómo dijiste aquel día...? ¡Ya lo tengo, platónico!
-Entiendo que es mejor, más prudente, que nos pongamos, ambos, a enfriar, que otras ocasiones habrá... Que lo paso bien contigo no te lo puedo negar, pero los dos tenemos otros compromisos, ¡y luego que esta ciudad es tan chiquita...!
Paloma no estaba por el racionamiento: moza voluptuosa, y acaso decepcionada, que su Valerio estaría cansado de lidiar, ¡pues dos guerras efectivas, y otra en visible preparación, era tajada suficiente para un Marte! En ella era perceptible que amaba el riesgo, el coqueteo, la sobredosis del placer:
-¿Entonces, pasado mañana, a la misma hora, entre lusco y fusco, como decís los gallegos? ¡Si ves que dejo abierta una ventana, de estas, de los Sanjurjo...! ¡Para no confundirte, fíjate que es la puerta de la izquierda...! ¿Entendido?
-En ese caso..., ¡vale! Y en la próxima ocasión te daré otra lección de Kamasutra..., ¡para que veas que no he perdido el tiempo en Zaragoza! Baja tu primero, amor, y desde que llegues a tu portal, aguarda, abajo, ¡pero dentro! Yo, al pasar, quedaré de guardia en tu portal, un ratito, mientras subes..., por si hay moros en la costa!
-¡Anda que tú, ahora, con las dos..., otro moro! ¡Orlando, cuídate!
Orlando se dispuso a regresar de la calle 6 de Abril al Casino, en la Plaza de España, pero lo hizo con las dificultades de un borracho que acabase de zampar media botella de whisky, con la mente tan nublada que apenas distinguía las aceras del trayecto: ¡Orlando, que eres un demonio! ¡Lo que acabas de hacer! He leído, creo que fue en el Génesis, que el diablo tentó a la abuela, pero lo único bueno que hice hoy fue descubrir que está mal explicado: ¡Fue Eva la que tentó a Lucifer!
-.-

...
En casa de los Neira, después del carnaval, la cuaresma:
-Volviste a tardar, Orlandiño, y menos mal que me entretuve con los sobrinos... En vista de que no ibas a buscarme, al cerrarse la noche me vine para casa, pasando por el Casino desde luego, pero no me dieron razón de ti.
-Mujer, en aquel momento estaría en los servicios, o en el billar, o en la biblioteca...
-En la biblioteca cierto es que no miré, y eso que pasé por delante de la puerta...
Felisiña, ¡si no llegas a ser una iletrada, una enemiga de la lectura, hoy me cogías en un renuncio!
-¿No se les ocurriría a los de la Vigilancia buscarme, como aquel día…? Les tengo dicho que, si no me localizan, que dejen un papelito por debajo de la puerta... ¿Había recados?
-¡Nada he visto! Orlandiño, yo tengo que dedicarme a hacer algo, que si no, en este anaco de Territorio no llevo el tiempo, y todo se me vuelve pensar en ti, por donde andarás, si te pasará algo con esos moros de xuncras, que están repitiendo esa feria que tuvieron en la Zona francesa: insolencias, banderas, manifestaciones, paccos...; ¡qué sé yo!
Neira apenas entendió de qué iba la conversación, que su magín escapara de su control, volando de nuevo en dirección Norte, cara al pazo de Sarceda:
¡Manolita, ay mi Manolita, no sabes de qué pájaro te libraste, que con sólo apagar una bombilla, y cerrar una ventana..., me fui por las pajas, con otra de tus rivales!
Felisa, al no recibir contestación de su propuesta, insistió en el mismo tema:
-¿Que podría hacer yo para no aburrirme, salvo pasar la vida en ese Casino, jugando, bebiendo, o criticando, con la pierna cabalgada para hacerme notar de esos oficiales, la mitad de ellos solteros, y los otros, tal vez malcasados; con lo gordas que las tengo…? ¡A ver, hombre, dime algo, que conmigo nunca hablador fuiste, pero a tal momento ya me parece que te cortó la lengua un moro!
-¿Decías...?
-¡Lo dicho, dicho está, así que, atendieras! Lo que me queda en el papo es que estuve dándole vueltas a la idea de que podía pedir una plaza de cocinera en ese Grupo Escolar de las niñas, que sé por nuestra Bertita que tienen un comedor para las moritas que viven lejos, o que su madre anda por ahí trabajando, ¡pero...!
-¿Cuál es el pero? ¡Cuando se expresa una idea, hay que precisar el sujeto, el verbo y también el predicado! ¿En tu caso, qué predicas?
-¡Que tu gente, los señoritos, me van a tomar por una niñera profesional, por una chacha, que los veo venir! ¡Y encima de eso, te pondrás de morros, que te conozco!
El marido estuvo callado un buen rato, como barajando posibilidades:
-Tengo la receta que precisas, ¡pero le tendrás que echar voluntad!
-¿Que voluntad, de la buena o de la mala?
-¡De las dos, que tu manejas bien esas cualidades, mejor que otras artes que yo me sé, y que callo! ¡Me lo tienes que jurar…!
-Si es para bien, juro lo que quieras, que también juré delante del Páter, en la iglesia, y las cosas, hoy por hoy, nos fueron regularcitas...; más o menos como el Territorio! ¡Por estas, que son cruces!
No se dio por aludido.
-Esa superstición de cruza-los dedos ya te la he visto hacer más veces; ¿a qué viene eso?
-¿Esto? En Verín les hacíamos así a los carabineros cando dudaban de nuestra palabra, pero lo que no sé es quien lo inventó. En los últimos años espabilaron, ¡que ya ni el Jiménez cree en estos juramentos! Últimamente les aplicamos la higa... ¿Sabes cómo es?
-La higa te la haré yo, yo mismo, como me vuelvas a dar quejas de tu matrimonio...! ¡Pero hoy no tengo ganas de rifar! Mira lo que haremos: Compraré un magnetófono, y también un curso de francés en discos, que lo he visto anunciado en una revista. Se lo encargaré a nuestra Representación, en Las Palmas…
-¿Que es un magnetófono?
-¡Mujer, ni eso sabes! Es un aparato para grabar la voz, con el que repetiremos las lecciones de francés. Así, con ese chirimbolo, te oyes a ti misma, y yo te ayudo a corregir la pronunciación!
Sorprendida:
-¡Esas Canarias son el embudo del mundo! Oyes, trastos de esos nunca los he visto en Chaves, ¡y después dicen que es un foco de contrabando…!
Orlando, aún aturdido por las escenas de la tarde, hizo por distenderse tomando a broma aquella ignorancia de su consorte:
-Ese invento no tendría aplicación en Riós, que allí hablan solos... ¿Solos? No, que lo he dicho mal, pues en Riós habláis con las vaquiñas: ¡Ei, Marela, fuxe, que viene un carabinero!
-¡Trapacero! En Riós hablamos con Dios, mientras que los de Verín nada lle din. Hay un refrán que lo dice de esa manera, y si te lo paso al castellano pierde la sal. Pero tú, ¡cómo no sea con el diablo...! El otro día le contaste una trola al Páter, que le dijiste que no vas a Misa en Tiradores…, porque oyes la de los Oblatos, aquí abajo, en la Misión...
-No es exacto, que por veces voy contigo...; por acompañarte, pero también para presumir de pareja! Si lo entendieses, te cantaba el Romance de Rilo...
-¿Que no entiendo yo un romance? ¿Y luego, el nuestro, qué fue?
-En cualquiera de los casos, te lo voy a recitar, hasta donde recuerde: Pa Misa diva un galán..../..../ que non diva por oír Misa/ ni para estar atento a ella/que diva por ver las mozas/mayormente las que van guapas y frescas. No sigo, que es algo verde, y además no estoy seguro de la letra, que tal y como lo digo, poca rima hace.
-¡Este Orlandiño, lo que sabe! Me tienes admirada... ¡Si no fueses tan pícaro…, tan pícaro y tan chulo! ¡Claro, mamaste de una marquesa...! Casar con un señorito tiene sus consecuencias, que ya me lo previno mi hermana, entonces, pero, aun así, ¡mucho te quiero, mi Rey!
¿Tu Rey...? ¡Como me dé por soñar con esa Paloma, adiós al mundo, que esta contrabandista tanto quiere como odia, llegado el caso!
...
La conspiración, la complicidad, el resentimiento de aquellos dos capitanes con respecto a su subordinado, al Neira, seguía latente, pero en fase de rescoldo:
-¿Valerio, no me dijeras que ese Neira y su cónyuge ofendieron a la tuya? Pues la última es parecida a la anterior, que le dio por quebrar la disciplina.
-¿Otra vez? ¡Tenemos que achantarle!
-Ahora les dio por estudiar francés, y ayer, cando lo fue a buscar la Vigilancia para llevar refuerzos a Tiliuin, les contestó, ¡en francés!, que lo dejásemos en paz, que estaba ocupado. Y mandó al cabo a la merde, cuidando que no lo entendía. Subir, subió, y en Tiliuin va, pero esas no son formas... ¡Si no precisa del Ejército, que se vuelva al terrón!
-¡Ah, sí, eso de Tiliuin! Parece ser que un avión de los de reconocimiento detectó unos camiones sospechosos, por la parte de Gulimín... Neira es de mi compañía, así que, cuando vuelva, de su correctivo me encargo yo! Voy apuntar el nombre de ese cabo, por si me lo niega. En cuanto a su mujer, ahora va menos por el Casino; y luego que mi Paloma tampoco tiene pelos en la lengua...
-Sin embargo, Valerio, por esa parte no creo que llegue la sangre al río, pues un día de estos, al anochecer, he visto al Neira salir de Casa Martínez, e iba en animada conversación con la tuya...
-¿Los dos, solos?
-Yo pasaba por allí, lejos y de prisa, que iba llevar a la Radio un despacho cifrado, del coronel, pero tuve la impresión de que no discutían, ¡en absoluto! Mejor así, que celebro que hiciesen las paces con vosotros, que para tensiones nos llega con los moros...
-Las discusiones de mi Paloma fueron solamente con la tetuda, con su Felisa, que parece odiar, colectivamente, a todas las damas del Casino. Neira, por el contrario, cuando ve sayas, se vuelve un maestro de ceremonias, que luego parece un francés. En cualquier caso no les vendría mal una temporada en algún Destacamento, ya que les sobra la sociedad, ¡para que aprendan lo que es vivir en soledad!
-¡Oyes, qué oportuno: Ya que le gusta el gabacho, mandémoslo para Tabelcut, en la raya del Marruecos francés!
A Valerio poco le faltó para aplaudir aquella idea soplada por su colega:
-¡Por supuesto! ¡Qué mejor para un marqués que una marca fronteriza…, y por ende, peligrosa!
-Luego es cierto que es marqués... ¿Marqués de qué?
-¡No lo sé! Cuando vino destinado a Tiradores me habló de un señorío...; ¡no sé qué de Las Huelgas, pero me lo dijo con el nombre gallego!
-¿De Las Huelgas...? ¡Mentira, que eso está en Burgos!
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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