Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Desmantelar los servicios públicos

jueves, 22 de septiembre de 2022
A los que se sienten ofendidos por mis críticas.
A mi me ofenden sus actos. Vida de miserables.


Una verdad de Perogrullo es que los servicios públicos, siendo gratuitos, son siempre mejores que los teóricos grandes servicios privados. La razón es clara: en el servicio público, aún con deficiencias, no se busca lucro alguno, mientras que en el servicio privado los remedios son siempre enfocados a la rentabilidad económica. Este argumento no hay falacia que lo rebata.

Vivimos en un País donde la picaresca, la mordida, el amiguismo, la reiterada acusación de despilfarro -muchas veces cierta- el conservadurismo más rancio y las directrices de sus líderes, expertos promotores de la corrupción, trabajan denodamente en desmantelar cualquier servicio público. Todo les vale a estos depredadores del erario público. Es la constante lucha de las mentiras de estos carroñeros siempre dispuestos a aprovechar las deficiencias del sistema, deficiencias que ellos mismos provocan y buscan para desprestigiar la sanidad, la educación y cualquier otro servicio que busque el bienestar general. Ellos están siempre dispuestos a abrir hospitales, crear colegios privados (bueno sería que los concejales investigaran el porqué se les regalan los terrenos públicos) o contratar la recogida de basuras con cualquier ayuntamiento. Allí donde haya dinero, allí han de llegar ellos en connivencia, la mayoría de las veces, con el corrupto de turno responsable del erario. Todo hay que privatizarlo y siempre se arguye la carestía de esos servicios para ahorrar costes al ciudadano. Mentira otra vez.

La empresa pública, que desgraciadamente sigue adoleciendo de una gestión eficiente en muchas facetas, requiere urgentes remedios, pero es cierto que paga mejor a su personal; utiliza los recursos de que dispone sin la mezquindad privada (recursos cada día más escasos por el ahogamiento económico provocado por sus detractores); trabaja para solucionar los problemas sin despilfarro, pero cubriendo lo mejor que puede las necesidades y atiende a todos los ciudadanos por igual. En los hospitales privados se paga hasta por respirar y de poco vale pertenecer a una aseguradora, otra sangría, ya que muchos servicios facturan copago o no entran en la póliza.
Sirvengonzonería aceptada "ad hoc" por las autoridades correspondientes. La filosofía del servicio o negocio es muy simple: Facturar.

Ni que decir tiene que los centros privados, sean hospitales o colegios, gozan de instalaciones mucho mejores, porque dinero llama a dinero; ahora bien, falacias tan extendidas como mejores servicios, eso hay que verlo. Mucho nombre, mucha publicidad, mucha pantalla, pero recuerden, si ir más lejos, donde estuvieron unos y otros en plena pandemia: los médicos publicos muriendo con sus pacientes, mientras que la sanidad privada aprovenchando la circunstancia para facturar. ¡Ni eso los conmueve! Mucho se presume deprestigios profesionales y técnicas modernas, pero cuando la complejidad requiere otros avances y otros medios rapidamente se recurre a la sanidad pública ¿por qué será?.

Hoy la sanidad privada, al igual que otras profesiones está, salvo honrosas excepciones, orientada a la carroña. La avaricia no conoce el Juramento Hipocrático.

Los colegios públicos, en las capitales, son auténticos guetos y lo digo por experiencia personal. Y aún así, recuerdo como en el informe PISA el colegio Manuel de Falla de Villaverde (Madrd) había alcanzado mayor nivel que otro elitista de mucho nombre de la zona. Ahora bien, los colegios públicos son usados por los políticos como aparcamientos de niños y los condenan a todo tipo de privaciones, desde comida escasa y de pésima calidad, hasta soportar frio o calor por deficiencias de instalaciones. Mientras esto sucedía, la "incorrupta" Esperanza Aguirre, sí la del del cuadro de cuatro millones de euros, gastaba en farándula con la Pantoja trescientos mil euros del ala en la inauguración de una estación de Metro.

Pero en la casa del pobre todas son necesidades. Por eso las editoriales esquilman a las familias con el beneplácito de las autoridades correspondientes, más atentas a boberías varias -era cantado el fracaso allí del cuento del bilinguismo- que a solucionar los problemas y erradicar el mal de raíz. Y las reformas siempre fracasan para beneficio de pícaros variopintos. La ventaja que tienen estos niños es que conocen la realidad de la vida mucho mejor que los elitistas de papá que ciñen su mundo a cuatro paredes donde no ha de faltar el crucifijo y las flores. El hambre, la droga y otras miserias se dejan para los desheredados y se convierten en uno más de la familia. Es la consecuencia de los errores de las políticas de Ayuso y similares.

A los pueblos, por lo general, tan lamentable estado de cosas todavía no llegó, pero, si permitimos gobernar a gentes como éstas, puede ocurrir más pronto que tarde.

Antes, en muchos lugares, el servicio de limpieza y el agua eran servicios municipales que gestionaba el ayuntamiento, pero la falta de control y la escasa efectividad permitió a las grandes empresas, ya se sabe cómo, conseguir su privatización. Pocos miran el precio de estos servicios, pero estas empresas non son precisamente Cáritas, Si no funcionaban bien como servicio del ayuntamiento, habrá que buscar la causa, muchas veces gestión irresponsable y poco eficiente, y eso hay que corregirlo; pero el dinero ciudadano requiere mayor respeto y no dar argumentos al enemigo.

Vivimos en un Pais donde la contradicción es muy socorrida y, mientras nos quejamos de que nos fríen a impuestos, se reciben subvenciones o se hacen trampas en la declaración de la renta. Nadie está aquí aplaudiendo al País de las subvenciones, porque desgraciadamente vivimos rodeados de pícaros y maleantes que conocen todos los recovecos para recibirlas y son una auténtica sangría para las arcas públicas, problema grave y escandaloso que requiere ser corregido con medidas eficaces, pero no renunciamos a la solidaridad cuando es justa.

Pagar impuestos es una obligación cívica, y es preciso recordar que el erario público es nuestra contribución al bienestar general y como tal debe ser sagrado y respetado a lo máximo. Y es labor de todos los gobiernos su firme custodia. Por eso es preciso combatir las políticas que alimentan a esa fauna carroñera nacida para esquilmar nuestro dinero. No, no se trata de cuestión de partidos, sino de decisiones políticas de nuestros representantes y que atañen negativamente a nuestros intereses. Corregir desmanes y evitar la depredación es la tarea de nuestros gobernantes.

Y nuestra debiera de ser velar por el erario de todos y tratar de corregir deficiencias del sistema. Lo demás es crispación, resentimiento y demagogia de taberna siempre tan de moda.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES