Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Operación: Cuñada (23)

martes, 20 de septiembre de 2022
-...
-¡A sus órdenes...! Le estaba presentando mis respetos a su señora..., y en su espera, por si hoy me necesitan..., arriba! –Se levantó, disciplinadamente.
Pero el centurión se puso cejudo, como deseando un enfrentamiento, y por supuesto que sin abajarse, sin retornar al tuteo:
-¿Qué, hoy no le dejaron entrar en ese Club de los suboficiales, codo a codo con sus propios subalternos?
Paloma, sorprendida entre dos fuegos, se dolió de sus amados, de los dos:
-Valerio, no te pongas así, que precisamente el teniente Neira me estaba presentando sus disculpas por el pequeño incidente que tuve aquel día con su Felisa..., ¡que ya te lo he referido! ¡Cómo ves, un caballero; de los que no quedan...!
Pero el capitán no era de los que envainan a primera sangre:
-No lo dudo, pero entiendo que el proselitismo lo tiene que hacer con su prójimo, o más exactamente con su prójima, de puertas para dentro, ¡que donde hay niños, se mandan a la escuela!
La madrileña, más nerviosa que un flan, insistió:
-Valerio, cariño, que aquí todo está arreglado, así que no hagas un espectáculo, que estás alzando la voz...
Orlando, prendido el fuego, que ese era su plan, optó por la escapada, por la retirada oportuna:
-¡Ya me iba...! ¡A sus órdenes, capitán! ¡Señora, a sus pies...!
Orlando se retiró, en efecto, sin otras quemaduras, pero su barud, su escaramuza, quedaba resuelta, satisfactoriamente ganada, que para retranca, la de un gallego cuando se pone a ejercer de tal! Valerio era de otra nación, de un paisaje más monótono, con un carácter menos intrincado, más liso, más..., transparente!
Las llamas de aquel fuego, las visibles, quedaran mustias, pero no hay fuego sin rescoldo:
-¡Paloma, Paloma...! ¿Qué tenías que parlamentar con ese Neira, cuando ya lo tenía amonestado? Haberle dicho que se fuese para la barra, hasta que yo llegase..., ¡si algo me quería decir! Y no aquí, medio a medio de esta terraza, viéndoos todos, y de todas partes... Entonces, que ni medio año hace, te decidiste por mí, ¡hasta que la muerte nos separe! ¡Así que, ya está! Eso aparte de que las disculpas, para bien ser, en buena cortesía, las tenía que dar ella, ella misma, y no ese chulapo, ese guaperas, que pasa por la vida de fachenda..., presumiendo, más que de teniente, de terrateniente, que ya es el colmo en la milicia!
Paloma, aún excitada, embebida en sus propios celos:
-¿Ella, esa destripaterrones, que todo lo debe hacer con las manos...? ¡Yo no hablo, nunca más, con esa criada, cuñada de un simple sargento! ¿Te acuerdas de que la trajo ese Pascual, de niñera de sus hijos?
-¡Si, mujer, un sargento, que no lo quiero en mi compañía por más tiempo, que ya propuse su traslado para separar a los cuñados! ¡Que lo lleven de instructor para el pelotón de los torpes, que ese es su sitio! ¡Con decirte que ni a la Academia de Villaverde fue, que no se atrevió!
Aquella Paloma, aquella palumba domesticada, sin percatarse de que picoteaba en su propio fango:
-¡Para ser buena, es una cuñada, una advenediza, que dicen que fue contrabandista por allá, en los montes, en la frontera de Portugal, y que por eso tiene tanto culo, de gatear por el suelo, de arrastrarse con su saco...!
Valerio dio a la cabeza en señal de disconformidad. Se sentía manipulado, y por ende, nervioso:
-¡Paloma, Palomita, que te pasas, que tú también viniste al Territorio del brazo de alguien; lo que se dice, en pupilaje!
Pero ella no estaba por comparaciones odiosas:
-Eso no te lo niego, pero yo vine de hermana..., ¡de hermana de un comandante, que ya lo era entonces, procedente de alférez provisional, que aún hay clases!
Lo que no había era forma de volver las aguas al río; ¡se les habían desbordado!
-Sí que las hay, eso, lo de clases, pero también es cierto que tenían cuatro hijos...
-¡Es distinto! En nuestro caso teníamos dos asistentes..., y dos moras...; y luego estaba Pino, la doncella... ¡No me trajeron de chacha! ¡Me trajo "mi padre", que bien sabes que siempre le llamé así a mi Juan, a mi hermano, en broma por supuesto, por eso de que me lleva veinte años...
Tanto se enfadó, que a poco llora, ¡en público, ya antes de salir de la terraza!
Valerio, tratando de cortar aquella diatriba, que se iba acercando la hora de pasar al comedor:
-¡Ya lo sé, mujer, que tu viniste de caza, de cazadora...; de Diana, quiero decir!
Aquel endiosamiento le gustó:
-¡En eso tienes razón, y te cacé a ti, mi amor, un pichabrava, como dicen en Madrid, un capitán de dos guerras, que me haces muy feliz...!
...
Paralelamente, en casa de Felisa otro retazo, otro ramalazo del mismo siroco; tormentas estacionales, cuñadías:
-...
-¡Orlando, cariño, tardaste mucho; y me tenías desamparada, en soledad, lo que se dice, adolecida! ¡Más de una hora, y simplemente para pagar una deuda...! ¡Temí que te arrestaran, otra vez, de segundas!
-Ya te dije que esta deuda era de honor..., ¡y esas llevan su tiempo!
Aún más impaciente:
-¡Di la verdad, aprende a decirla!
-Nada, mujer, tranquila; estuve jugando al póquer, ahí, en el Casino, ¡y no veas que faroles me tiré!
Con aquella retórica, con aquella inventada, le volvió el sosiego:
-¿Ganaste? ¡Traes aspecto de vencedor!
-¡Creo que sí, que se apuntó al juego un amigo que me quiere mucho, pero tuvo que pagar prendas! Como yo juego con más trucos, con trucos de señorito, se cela de mí, y entonces, con ese aliciente, yo, para hacerle rabiar, me supero! ¡Cosas de la vida, competencia desleal!
Preocupada, y cariñosa, seguía reteniéndole con un abrazo de bucles:
-Orlandiño, yo, contigo, como siempre, ¡en las berzas! ¡No entiendo nadita de vuestras chanzas! ¿Dios, para qué habrá militares si sois otros tantos dioses, siempre en competencia con el Dios de los curas?
-Dios es Creador..., ¡y tú no quieres tener hijos!
-¡El crea, y vosotros, matáis! Pienso tener hijos, claro que sí, pero desde que los vea seguros en este país, que no quiero engendrar hijos para que tú los dejes huérfanos..., y trazas de eso llevamos, tal y como se acrecientan estos moros con su ¡Iahia al Malik! En lo poco que entiendo, por peor camino no podemos ir, que en lugar de arrestar a los moros os arrestáis vosotros, vosotros mismos, de arriba para abajo, los unos a los otros, ¡y menos mal que no podéis hacerlo al revés!
-¡Ay Felisona, mi querida Felisona, que siempre hablas de lo que no entiendes!
-Lo que no entiendo es que andes jugando dinero, que por suerte que tengas, y por rico que seas, llegar a pobre no es ninguna valentía, que eso lo hace cualquiera, ¡así sea conde de Monterrey, que ya viste que le está cayendo su castillo!
-¡Si, mujer, es verdad que gané, pero fue por Navidades, aquel día que me casé contigo, que poco a poco me vas dominando...! ¡Por eso, hoy te quiero más que ayer!
-¿Hoy, sí; y en aquella ocasión..., no?
-Entonces, la verdad...; ¡mira, mujer, la verdad es que yo, invernando aquí en África, tal que las golondrinas, añoraba las flores de mi tierra, y como no tenía otras, descendí a los cactus!
-¡Martillo de herrero, que siempre andas a golpes y con adivinanzas! ¡Vaya hora que me hiciste pasar! Dime la verdad, ¡ya que tanto hablas de ella, de la verdad! ¿Tuviste otra pendencia con los Valerio, estaban en el Casino?
-Ya que quieres la verdad...; ¿la verdad desnuda, sin velos? ¡Me lie con la Paloma, con la "pomba" de tu pombal, con tu rival, que sólo me faltó besarla! Platónicamente, por supuesto, que ella, a tu lado...; ¡ella, un mixto; y tú, un cirio! Hay un decir, una definición, en nuestra tierra, que dice, "capilla, palomar y ciprés, pazo es!". ¿Yo, un señor de "pazo", y sin palomar...? ¡Las palomas son lo mío, es mi corte!
Con la curiosidad salpicada de celos:
-¡Cuenta, di; en serio! ¿Qué pasó, que esa gente me asusta más que..., más que los cabos de Feces! Bien dice el refrán que pleitear con el cacique y apretarse el nudo…, ¡ahogarse es!
Orlando se rio abiertamente, tanto o más por lo que el mismo iba decir que por la impaciencia de su mujer:
-De momento, ¡nada!, pero es seguro que esta noche duermen de culo, ¡los dos! Me he metido a fondo con ella, haciéndole creer que estoy arrepentido de no haberla elegido...; y todo eso a campo abierto, medio a medio de la terraza... ¡Tête-à-tête, que se dice! ¡Justo a la hora de venir la segunda de las guaguas!
-¿Que ganas tu con eso; soplarle al fuego, arrimarle estopas...?
-¡Claro! ¡No eres tan tonta como por veces aparentas! Lo hice adrede para que ese cretino de Valerio, al entrar en el Casino, que es donde ella le aguarda, siempre, o habitualmente, nos viese de parola, a los dos, y con las cabezas juntas, casi secreteando, ¡como en un arrullo! ¿Consecuencias lógicas? Él se cela, y de celoso, le coge tirria a su mujer, que en lo sucesivo de quien estará quejoso será de ella, de su propia esposa... ¡Psicología en acción, chata!
Felisa, con sus dudas metódicas:
-¿Y si te quemas tú...? ¡Mira que yo también soy celosa, muchísimo!
Con un beso por anestesia se calmaron los ánimos, de parte a parte.
-.-

La ciudad de Sidi Ifni era suficientemente grande para el descontrol, para el anonimato de los nativos: vestimenta medieval, pardusca, y en ocasiones, blanca, o azul-sáhara, monótona de formas y con esa miseria de colores, fuese en hombres o en mujeres; tierra reseca y adobe cremoso en los edificios, no siempre encalados, olor indefectible a cuz-cuz..., y para más uniformidad, en cada faltriquera, su llave, ¡granaínas! ¡En la de los Notables, por supuesto! Demasiado reducida, luminosa y transparente, la ciudad, como para no controlar a los españoles, a los mandantes, civiles o militares, máxime si tenían, si ejercían, categoría o funciones de cierto relieve.
Una de las vías principales, la del "Seis de Abril", conmemorativa de la ocupación española, se encabezaba con el Zoco, con el nuevo; y en la otra banda, en la otra acera, el edificio de Correos y el bloque o manzana de las casas de Boaida, ocupadas, alquiladas, por capitanes y por comandantes de cierto renombre, que no tenían, o no quisieran, el pabellón reglamentario. Después del Zoco, en la acera de los impares, venía Casa Martínez, un bazar elegante, bien surtido y bien atendido.
Operación: Cuñada (23)
Calle 6 de Abril. Sidi Ifni.

Precisamente las ventanas del capitán Valerio, en un ángulo de aquel complejo de Boaida, caían fronteras con la tienda de los Martínez, así que, con tales miradores, la "Paloma" podía elegir, ¡Mirador o Casino, nido o pombal, por tiempos!
Por su parte, Orlando era un gran aficionado a la fotografía, vicio feudal del que siempre fueron tributarios los señoríos: de quien les redactase su crónica, de quien les grabase las piedras de armas, del pintor que retratase a la dueña del castillo exhibiendo sus mejores ropas y adobíos... Paloma, en su habitual desocupación y avizoramiento, le vio acercarse a la tienda de los Martínez..., ¡y venía solo!
¡Caíste, y precisamente a mis pies; un Romeo bajo las ventanas de su Julia, o Julieta, o como se llamase, casualmente hoy, que ya es coincidencia, con Valerio ausente...! Vienes al atardecer..., ¡cómo tiene que ser! ¡Mal hecho, nene, que aviada como estoy, me tiro al río, así sea al Manzanares, en un minuto...!
Según iba bajando, impaciente, por aquellas escaleras rectilíneas, interminables:
No tengo prisa, que hablarás de fotografía con Pepín Martínez...; de objetivos, de revelados...; ¡de todo eso! Pero la revelación va a ser la mía, que con la Iglesia, con el Páter, otro cliente de Martínez, aquí no toparás, pero lo que es conmigo...!
Y tanto que así fue, que bajó en un tris, colorada por las prisas, sólo por eso; escotada, donairosa..., ¡oliendo a Rêve d´Or, que lo pusieran de moda las francesas, en aquellos tiempos de apogeo en su Zona!
Sin otros saludos que los de sus ojos de gata en celo, se acercó al mostrador, un mostrador de época, alto, que a poco que se aproximase le servía de bandeja para depositar sus prominencias mamarias, ¡en su lugar, descanso, que son mías!, efecto logrado con un doble movimiento de aproximación a las tablas; y luego que, con aquellas prisas, bajara en simples babuchas. ¡La medida justa! Exigió, que no pidió:
-¡Ola, Pepín! Quisiera ver eses aros...; si, esos de estilo antiguo, que los tienes ahí fuera, en el escaparate...
Medio girándose, pero sin desasentar las mamas, ampliadas incluso por la rigidez de su escote, le bisbisó discretamente a Orlando, que, ¿casualmente?, le caía de lado:
-¿También aquí...? ¿No vendrás en busca de otros aretes, para Felisa..., haciéndome la competencia...?
El aludido, que tampoco era santo:
-No, Paloma, que tienes las existencias disponibles, todas en por ti y para ti..., ¡por más que no precisas realzar tu natural belleza! ¿No se dice así en las crónicas de sociedad?
-¿Y luego, tú, qué haces; de fotos..., no?
-¡Ya ves que sí, que estoy ponderando estas cámaras modernas, de alta definición o sensibilidad, que me dice el amigo Pepín que acaba de traerlas de Canarias, del Puerto Franco...!
-¿Te vas meter a fotógrafo profesional, tal y como hace el teniente Velázquez en su tiempo libre?
Cumplía ser discreto pues la tienda, a la hora del cierre, estaba llena, desde la puerta a la trastienda.
-¡No exactamente! Pero si algún día, dicho sea como hipótesis imaginativa, perdemos este Territorio, o se produce su canje, las fotografías de este sitio tan singular...; del sitio, de las casas, de los nativos, de los últimos colonizadores..., tendrán una demanda increíble, empezando por el propio Ministerio del Ejército, Museos, etcétera. Pero yo, de momento, las hago para encuadrarlas, entre tapices, en las paredes de mi pazo..., ¡que les va chocar a mis aparceros tanto exotismo!
Con la premeditación establecida, aquel primer asalto, de aproximación, preparatorio, le fue fácil a Paloma en su papel de Diana Cazadora, aparentemente espontánea y siempre ocurrente:
-¡Vaya, vaya! ¡Qué marido tan roñoso tiene tu Felisa, con la de cosas que tenemos aquí, que le suben la fiebre a cualquiera de nosotras! ¡Gallego tenías que ser!
Orlando, estando, o haciéndose, el despistado:
-¿Cómo dices...?
-¡Con todas las novedades que acaba de traer este Martínez, y ni le llevas un detalle a tu esclava...!
Orlando, gallego sí, pero ante un toro no desechaba la capa:
-Mujer, algo bruto soy, pero aún recuerdo aquel pasaje del Génesis: "Ahora esta es igual que yo, el mismo hueso, la misma carne...". ¡Si tu Valerio, no, yo, de momento, si!
-Al verte por aquí me imaginé que buscabas algo de joyería, como para darle una sorpresa, de esas de marido afectuoso, como se hace cuando abunda el cariño..., ¡o por el contrario, en presencia de una traición, que a las mujeres se nos ciega simplemente con el brillo de un diamante!
-Paloma, encanto, no me provoques con esas bromas! Estoy aquí, a tal momento, sólo porque Felisa llevó los niños de su hermana al Parque de las Palmeras. Entonces, yo, al quedar solo, aproveché para esta distracción de la fotografía, ¡aunque más rentable me sería pintar, como hace Acosta, el de las acuarelas...! –Al ver que Pepín volvía de su trastienda: -Martínez, de esto que estamos hablando, de esta Woiländer...; pero mejor lo dejamos para otro día, con más tiempo, que ya veo que te preparas para cerrar... Hoy ponme un carrete, aquí, en esta Paxette 1: 1.3..., y que sea un ISO 200!
La Cazadora, por mucho que ojease, aún no cobrara su pieza, y ello era impropio de una Diana:
-¿Orlando, ya te vas...? Aguarda un momento, por favor... ¡Es para que me auxilies, para ayudarme a decidir en estas cosas!
Neira retrocedió, que ya estaba llegando al umbral:
-¿Yo, que decida yo? ¡En buen compromiso me pones! En obras de arte, ¡cero! ¿Ya no te acuerdas de mí incapacidad..., artística? –Y le guiñó un ojo para subrayar su indirecta.
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES