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Un hermoso retablo olvidado

viernes, 02 de septiembre de 2022
En estos días he vuelto a visitar la iglesia conventual de las Madres Agustinas, que antes fue de Padres Dominicos y de ahí el nombre de la plaza. Antes de penetrar en el templo me entretuve en su amplio vestíbulo barroco, que siempre me ha evocado una logia italiana. Allí, sobre una puerta lateral, luce la imagen restaurada de Santo Domingo y frente al acceso que hay desde la plaza, encontramos la puerta del templo rodeada de varios festones zigzagueantes, que nos indican que entramos en dominios góticos.

Al penetrar todo nos resulta obscuro pues el ventanal de la cabecera está cegado, pero guiados por la luz que viene del crucero, avanzamos por la iglesia, que está profundamente limpia, como corresponde a una iglesia conventual femenina, así como con profusión de flores frescas colocadas con cariño donde se supone que hacen falta o vienen bien. La iglesia no es grande, al menos no posee la grandiosidad de otras conventuales, pero posee las paredes recién blanqueadas y, de modo inefable, resulta profundamente acogedora y silenciosa. Un mundo reposado que contrasta con el bullir exterior en la plaza.

En el crucero vemos una bonita cúpula, lisa, blanca, en forma de semiesfera. También tiene esta forma la que cubre la sacristía, pero es más difícil de ver, pues su entrada está vedada al público. Lástima que no sea accesible para los visitantes. Junto a la puerta que da acceso a la sacristía, hay un retablo que encuentro insólito en Lugo, pues es un óleo, grande, que representa un tema de la historia de la Orden Dominica. Un óleo en un retablo lucense no es frecuente. Su marco es de madera, barroco y está tallado de un modo muy alejado del normal de hacer y diseñar por parte de nuestros tallistas de entonces.
Un hermoso retablo olvidado
Frente a este lienzo de la nave transversal, está el retablo dedicado a la Virgen del Rosario. Es barroco, pero también con unas maneras muy diferentes a las propias de aquí. Formado por columnas que nacen como tallos de plantas de acanto y sostienen una lujosa cornisa que sobresale con insignias y adornos de aspecto mate y tonos terrosos. Los dorados, no tan abundantes como lo son en los barrocos gallegos, lucen apagados. En el retablo hay figuras de tamaño casi natural y relieves representando personas, uno de ellos un papa, posiblemente Gregorio XIII, que dedicó el 7 de octubre a fiesta de la Virgen del Rosario. Rodeando todo el retablo, pero separados de él, hay medallones con relieves correspondientes a misterios del rosario. Hoy hay diez, faltan los cinco restantes que habrían completado el conjunto de quince misterios.

La estructura de este retablo me recuerda algunos italianos, también barrocos, en los que el trabajo en madera se resalta con colores apagados y quieren evocar construcciones arquitectónicas. Aquí, las columnas van sobresaliendo para sostener una hermosa cornisa. Ya digo, figuras humanas, pinturas, relieves, una obra digna de enorgullecer a la ciudad en la que está. Por otra parte, creo que este retablo es único en nuestra ciudad, muy alejado de los tipos dorados que conocemos.

Pero, siempre hay un pero, hoy este altar es una ruina. Creo que viene trasladado desde otro sitio y quienes lo trasladaron no supieron hacerlo bien. Muchas de las maderas que lo conforman están mal ensambladas y podemos constatarlo mirando sus partes laterales, donde su desbarajuste es notorio.

Por otra parte, a ras de suelo y a ambos lados del altar vemos sendas hojas correspondientes a puertas, que hoy están ciegas por estar adosado a una pared. Tal vez en su situación original esas puertas diesen acceso a una sacristía o similar, pero en este emplazamiento son ciegas.

Me gusta creer que en su forma primera, las figuras superiores representaron las virtudes teologales, un trío recurrente en el barroco, también en Lugo, pero aquí se perdió una figura, por eso solo vemos dos.

Lamento el olvido en que se encuentra este retablo, cuando debería enorgullecernos por su singularidad y belleza. Pero es muy desconocido entre nosotros. Creo que un buen arreglo y una buena iluminación lo sacarían de la penumbra en que se encuentra. Penumbra real y metafórica.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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