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La encuesta. Madrid, 1971 (1)

jueves, 01 de septiembre de 2022
Como tenía tiempo libre y presupuesto muy limitado, Antonio estuvo viendo la posibilidad de ganarse algún mango extra que les permitiera darse una vuelta por Europa al terminar el curso. Ojeando un diario, vio un anuncio donde buscaban encuestadores. Eso era lo suyo. Obviamente fue acompañado. Si insinuaba querer ir solo a algún sitio, Lidia se enjetaba. Así que trataba siempre de evitar esta situación. Serían celos, inseguridad, miedo, o todo junto. Era como una mochila con patas.

Se trataba de una compañía norteamericana que había abierto una sucursal en Madrid y desarrollado una de las primeras encuestas sobre opinión, destinada seguramente a orientar la publicidad en los medios de comunicación.

Se apuntaron los dos, iban juntos, pero él hacía todas las encuestas. La jermu siempre le acompañaba y controlaba de cerca todos sus movimientos.

La selección de entrevistados era bastante flexible, es decir, si fallaba uno se podía reemplazar enseguida en el portal siguiente. El encuestador entrevistó a varios porteros (conserjes), casi siempre una pareja mayor, sentados todo el día en una pieza al fondo del edificio, debajo de la escalera. La habitación chiquita, sin ventanas, oscura, iluminada permanentemente por la luz mortecina de una bombilla de 25 vatios. Controlaban los que entraban y salían del edificio.

Las ropas grises, las caras tristes, los muebles gastados. A veces un diario abierto, otras una taza con restos de café o algo parecido. Al escuchar el acento del speaker, los invitaban a sentarse. El acento argentino les recordaría esos famosos barcos cargados de trigo que el gobierno de Perón había enviado a Franco. Alguno le llegó a decir que fue gracias a ellos que conocieron el pan blanco. Otros recordarían una promocionada visita de Eva Perón.

El cuestionario desplegaba unas veinte preguntas semi abiertas. ¿Qué opina de...? ¿Le parece que tal cosa es...? Una de las primeras era,
- ¿Qué haría usted si le tocara un millón de pesetas? -Un palo depesetas era mucha guita. Generalmente la respuesta era la misma:
- Hombre... Me compraría un piso para alquilar.
Hablaban siempre los hombres. Pero miraban a lamujer.
- Y seguiríamos con sopa de ajo. Nosotros siempre a sopa de ajo, ahorramos todo lo que podemos - La mujer, callada a su lado, siempre asentía con la cabeza. Al encuestador le costaba entender porqué eran tan distintos los españoles.

En muchas oportunidades tocaban el timbre en un departamento y abría la puerta la señora. Eran más alegres, se morían de ganas de hablar con alguien. Siempre se enganchaban. Aunque veces se oía una voz amarga:
- ¿Quién es?
- Es un encuestador, Pepe.
- ¿Un qué?
- Un hombre que hace preg...
El tipo había llegado a la puerta, lo había visto escribiendo en un papel, le daba un empujón a su mujer y un portazo en la jeta a los argentinos, que podían escuchar la cagada a pedo del otro lado de la puerta.
- ¡Te dije yo que no le abrieras a nadie! ¿qué tienes que hablar con un desconocido? (continuará)

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021). www.andresmontesanto.es/literatura/
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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