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Invasores

martes, 30 de agosto de 2022
De pronto alguien declara memoria histórica la invasión de los Normandos sobre esta costa Cantábrica y Galaica. Otros, mucho más acertados, prefieren recordar a los indianos que nos dejaron una arquitectura para jalonar nuestras poblaciones en señal inequívoca de un regreso triunfal. Los primeros nos asolaron las parroquias del antiguo Reino, los segundos contribuyeron a crear un patrimonio tangiblemente hermoso que son huellas de la Hispanidad.

Pero la invasión continua. Mientras desaparecen las tripulaciones gallegas para nuestra flota pesquera, la hostelería sigue siendo refugio laboral para gentes sin otros méritos tangibles y necesarios hacia un cambio en el modelo económico. España no puede ni debe seguir siendo asiento de camareros o como decimos en Galicia "chigreros".

Mi pueblo, cargado de historia que va desde un Castro Celta Marino, pasando por la épica de ser surgidero para balleneros, ría que dio asiento natural al puerto de las Reales Fábricas de Sargadelos y hermoso estuario que mediante carpinterías de rivera hizo barcos fruto del conocimiento de aquellos grandes artesanos, hoy astilleros, que elegían el Carballo del que sacaban el esqueleto para el nuevo bonitero; hoy sólo mira a la chimenea del complejo obsoleto de Alcoa, que nos entretiene con la promesa de aumentar la balsa para seguir depositando esos lodos rojos testigos de la contaminación industrial que tarde o temprano deberá enfrentarse con la insostenibilidad del costo energético.

La hostelería de antaño era lugar para la vida social. Aquellas familias que nos cuidaron con una gastronomía basada en los mejores pescados y mariscos, pero también con aquellas mesas de mármol blanco dónde el ruido de las fichas del Dominó o las barajas para el Tute Subastado, eran junto al café, la Faria y copa de coñac, centro motivos para nuestra convivencia gallega. Hoy cualquier parecido con antaño es mera coincidencia. Cualquier llegado de otras regiones se cree en posesión del secreto que hizo sabios a nuestros taberneros quienes desde la barra en míticos establecimientos ejercían como informantes para el viajero, hombres de paz en caso de disputa y notarios para describir paisajes y paisanajes con el costumbrismo propia de la Galicia marinera. Todo ello en gallego integral -idioma, maneras y filosofía popular-
Cierran los últimos reductos de nuestra tradicional hostelería y llegan "modernas bocaterías" con camareros que acuden ante la clientela "dotados" de una máquina para pedir a la cocina consumiciones que antaño el tabernero nada más entrar por la puerta ya sabían que iba a tomar el viejo y puntual parroquiano.

Dos encuentros muy especiales. Quedo con Cesar Bermúdez, su esposa y nieta en la plaza de Los Campos. Si. En ese lugar que alguna "enterada" quiso fuera solar para la construcción de un edificio con servicio al público. ¡Qué ignorancia más atrevida!. Nunca intentó saber de dónde viene lo de "porto de arriba e porto de abaixo". Este último mucho más antiguo estaba en esa actual plaza.

Hablamos de música. De los Píndaros y de Brisas do Landro, pasando por la orquesta Amor y los recuerdos imperecederos para los Tamara y Pucho Boedo. Pero hubo un momento emocionante. Cuando le preguntó a su nieta... "¿y tú de qué familia eres? Yo soy de los Pepe Randa". ¡Matrícula de honor!. Mucho más en tiempos de impostura. Cuando es más importante formar parte de un circo ambulante para luces y sonidos que interpretar música en directo. O cuando se aprovecha un simple acento para decir soy "notaria cuando lo único verdad es que fue auxiliar de notaría".

O cuando se permite algún aficionado de poco pelo al teatro para pontificar como se debe vestir en A Maruxaina. Nadie le explicó al aprendiz de Casona que antaño la ropa era azul, de Mahón, con alpargatas y boina calada. Mientras ahora la horterada aconseja la camisa blanca, pantalones de tergal o similar, y zapatillas deportivas... sin boina, sin paxes, sin carabelos, sin pañuelo a la cabeza de las Maruxainas. ¡Todo perdido!.

Es otra forma de invasión. La de quienes no saben, ni respetan, ni quieren integrarse en nuestra cultura histórica. ¡Deberíamos hacer algo más que contemplarlo!.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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