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Roma, 1971 (2)

viernes, 26 de agosto de 2022
Después del encuentro con Natalia y su marido, el resto de la tarde deambularon los cuatro juntos, contándose mutuas experiencias y comentando lo fácil que era el afano en los grandes almacenes, ya que los europeos parecían ser eran un poco raros, se pasaban largos minutos esperando en una cola a que una cajera les cobrara, en vez de salir directamente por la puerta, trámite mucho más ágil y rápido. Es cierto que el becario de vez en cuando expropiaba un chorizo, un pedazo de queso o un chocolate, pero lo hacía por absoluta necesidad, por simple subsistencia, y consciente de que ya en su momento lo devolvería y con todos los intereses acumulados. De esto se encargarían las frecuentes devaluaciones del peso argentino, las multas, los corralitos y las estafas que sufriría a lo largo de su vida. Pero había otros que lo practicaban sin necesidad, como un deporte. Esta actitud provocó que en muchos sitios, al escuchar un acento sudamericano se alertara al personal para que extremaran la vigilancia. Al anochecer, abrazos, besos, buena suerte, y promesas de los cuatro de volver a verse en Buenos Aires.

Como andaban bien de tiempo según el cronograma elaborado, seestiraronhasta Nápoles. Los acercó un tanito en un Fiat 600 y los hombres tuvieronuna animada charla. Lidia siempre dormitaba en el asiento trasero observando con poco interés el paisaje y escuchando la conversación con aún menos interés.Después de informarse por los días que se tardaban en coche para llegar a Buenos Aires, le mostró, oculto junto a la palanca de cambio, un bufoso del 38 que tenía. Comentó que mucha gente llevaba un arma en el coche. Por las dudas.

En esa ciudad Antonio se sentía como en familia, escuchaba acentos y palabras de cuando erapibe y se juntaba la parentela en algún casamiento. Y las pizzas que se morfaronresultaron sencillamente espectaculares.

Rumbo a la Costa Amalfitana, observaron el orgulloso Vesuvio y visitaron Pompeya. Asombrosa. Siempre bajándose de un coche y subiéndose a otro, llegaron a Sorrento y, ¿cómo no tararear la canzoneta Torna a Sorrento en la voz de Tito Schipa que ponía su viejo los domingos? Y que años después sonaría en lostocadiscos Wincodetodos los hogares argentinos interpretada por Violeta Rivas. El que los llevaba les mostró una isla ahí cerquita, Capri, muy famosa y turística. Lástima no poder ir. Rodearon la península y pasaron por Positano (¡todos los salones del Enrico C se llamaban como los pueblos de esta costa!). En Amalfi se tomaron un rato para dar una paseíto y sacar una foto. Durmieron en un telo de la autopista cerca de Salerno y de ahí, a toda máquina, pegaron la vuelta.

Antes de Niza, consiguieron pasar la noche en uncuchitril con una terraza sobre el mar, con una mesita y dos sillas metálicas, donde disfrutaron una cena romántica bajo un cielo estrellado y con una temperatura muy agradable. Menú degustación con dos tipos de queso, jamón cocido y pan fresco, acompañado con una botellita de vino Chianti, todo donado por un supermercado italiano. El festejo no consiguió borrar la tristeza de la cara de Lidia.

Ya estaba oscuro cuando los dejaron en el centro de Perpiñán. Entraron a un bar para preguntar por una pensión barata y les sorprendió que estaba lleno de españoles, hombres con el rostro serio.Antonio los recordaría siempre por sus ropas grises y sus miradas tristes y cargadas de melancolía cuando escucharon su acento. No sabía nada del exilio español en Francia.

Ingresaron en España por Le Perthus y volvieron a subirse a camiones.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021).
Montesanto, Andrés
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