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La calle del Progreso

viernes, 19 de agosto de 2022
Me gusta mucho esta calle con su aspecto señorial, dada al paseo detenido o al mercadeo bullicioso. Grandes establecimientos comerciales tuvieron su sede en ella, así como bares de tertulias prolongadas y un cine que vivió protagonismo en más de una ocasión.

Recuerdo, de niño, cómo el nombre se refería a que en ella estaba la sede del periódico local, Calle del Progreso, un nombre muy concreto para nosotros como una referencia y con independencia del nombre político que tuviese asignado. Le llamábamos así con total tranquilidad, puede que contraviniendo una norma. Cuando las cosas cambiaron y se asignaron nombres nuevos a las calles que lo habían perdido, ésta pudo llamarse "del Progreso" con todas las de la ley. Pero no "calle progreso", como si se indicara un proceso de cualquier tipo.
La calle del Progreso
Aún me parece ver allí las tiendas de material de construcción y fontanería. Hoy queda alguna, pero la mayoría de ellas desaparecieron o han marchado al Polígono Industrial. Aquellos locales grandes han sido destinados ahora a otros negocios que también precisan grandes superficies, pero ya más acorde con el Lugo que entre todos hemos ido configurando.

La calle es un hermoso conjunto de casas señoriales, pretendidamente hermosas, en la que se reunieron elementos capaces de conferir belleza y singularidad a las edificaciones. Hablo de la acera de los números pares. Allí, las fachadas de granito poseen vanos bonitamente peraltados y con elegante copete en el dintel superior. El conjunto es de una armonía que resulta muy bonita. Como también son bonitas las casas con galería. En ellas, los balcones y las galerías son muy dispares, no hay dos iguales, únicamente similares en su afán de competir por la belleza. Compitieron y el resultado está allí, para que lo vea quien los mire con detenimiento, que se sorprenderá gratamente. Balcones o galerías corridas a lo largo de toda la fachada, o bien individuales, a uno por vano. Todo cabe en este hermoso bastión de casas, alguna de ellas con su copete ornamental en el alero. Y si tenemos una calle que es bonita por la homogeneidad de sus fachadas, ésta lo es por la heterogeneidad de ellas, solo parecidas en su belleza y elegancia.

Las casas de número impar son diferentes, no digo ni mejores ni peores. Simplemente distintas y con un profundo sabor lucense. Yendo desde la Plaza de Santo Domingo, la belleza de las casas termina a la altura de Juan Montes (acera de números impares) o de Nóreas (números pares). Luego, mandaron otros criterios constructivos. Los edificios son diferentes. Pero prevaleció un criterio. El antiguo Cine España sucumbió a los nuevos tiempos y junto a otro edificio, que daba frente a la calle de San Pedro, dio lugar a uno nuevo, digno. El edificio que daba a S. Pedro era blasonado, y sus blasones se han mantenido en la fachada que da a esa calle. Este criterio conservador de rastros históricos no es frecuente en nuestra ciudad.

Nunca fue una calle de grandes aglomeraciones ni dada a jolgorios ciudadanos, pero siempre mantuvo, y mantiene, un cierto protagonismo en la vida cotidiana. Recuerdo sus bares en la acera de impares, a los que se iba con los amigos o familiares, a tomar el vino o la caña. El Castroverde tenía su aire intelectual, de personas sabidas. El Castroblanco era más generalista y el Calvo, con sus cañas, era más para jóvenes. Aquellos bullicios permanecen en la memoria de más de uno.

Todo cambió, pues los tiempos son implacables. Recuerdo la barbería de Dositeo, la fonda El Paramés y otros. Algunos establecimientos de entonces quedan atendidos por descendientes de sus antiguos propietarios. Pocos comercios conservan los nombres originales. La librería Cervantes ya es sólo un recuerdo, Filigrana, también.

Tal vez la calle del Progreso sea un exponente del paso del tiempo con todo lo que eso conlleva. En ella, todo invita al paseo tranquilo y reposado. Bancos cómodos, árboles, laureles, elegantemente recortados aportando su tono romano.

Para mí esta calle resume la vida ciudadana con sus cambios y sus constantes. También nosotros hemos cambiado, pues como dijo el poeta, "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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