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Reflexiones en voz alta

miércoles, 17 de agosto de 2022
A nuestros amigos, Ángeles Pérez Díaz y Jesús Rodríguez Oural, que viven con humildad, honestidad y coherencia.

No sé cuando empecé, pero creo que fue en mi infancia, cuando me interesé por la política y el comportamiento humano. De la primera, pronto comprendí la brecha social que el Dictador había creado en España con los dos bandos y el dolor de los vencidos víctimas también de los abusos de los vencedores. Éstos, en gran parte, formaban una amalgama de inútiles, ingenuos soñadores, mala calaña, corruptos, borrachos, chulos, cuando no asesinos... con un estamento de pequeños gerifaltes que trataban con displicencia y abuso a los vencidos. Los segundos, por su parte, subsistían como buenamente podían,unos relamiéndose las heridas, otros soñando con un pronto cambio, algunos salían de la cárcel, otros siguieron perseguidos y fueron abatidos y todos quedaban mudos, acojonados, temblorosos y siempre procurando alejarse de sus enemigos. La llamada "brigadilla" siguió buscando y "paseando" a los defensores del gobierno legítimo de la República. No, no se hablaba públicamente de la Guerra y en las casas cada cual daba su versión. A mí me tocaron lágrimas. El terror seguía latente y la arbitrariedad era usual en nuestra infancia. Esa percepción de niño todavía subsiste en mi fuero interno, aunque si bien el tiempo ha sido un buen aliado para mitigar dolores y ver la evolución de las personas, y su transformación o no, todavía me aterra pensar que algunos nostálgicos puedan olvidar la Historia y deformar nuestro pasado. Todo ello me llevó siempre a pensar que las heridas todavía no cicatrizaron, ni tampoco desaparecieron las actitudes chulescas de los que se apuntaron al carro vencedor. Conocí, por tanto, mucho miserable, que vivió bien de sus servicios a Franco, y a personas que poco a poco fueron apareciendo porque estaban escapadas. Todos, de un lado y otro, vivieron con sus acciones y conciencias y, según cuentan unos y otros, el comportamiento humano en la guerra es tan imprevisible para bien o mal que muchas veces carece de explicación aparentemente racional. No seré quienes los juzgue. La verdadera Historia pondrá a cada uno en su sitio porque la actual todavía está descafeinada. Para mi, es un capitulo cerrado y deseo fervientemente que lo sea para siempre.

Aquello era la Dictadura y el régimen político imperante, pero el ser humano, básicamente, no funciona por ideologías políticas, sino que analiza los argumentos y el comportamiento, así como su coherencia o no, sus acciones y reacciones, su grandeza de espíritu o su miseria moral, sus valores o su ruindad. Hubo quien se arrepintió sinceramente de sus erres y quien se empecinó en ellos, hubo quien perdonó y trató de vivir perrdonando, hubo quien siguió sembrando cizaña y cobrando facturas y todavía siguen haciéndolo de un lado y otro. Muchos conocemos fechorías, callamos y preferimos olvidarlas. Poco a poco fui profundizando en mi percepción y encontré buenas personas en ambos lados. Y malas también.

Ello me llevó a pensar que las ideologías son unas gafas con las cuales cada cual se viste y que pueden dañar la vista. Asimismo, pude comprobar que hay quien corrige sus defectos y trata de mejorar y quien se empecina en sus ideas y no evoluciona, para acabar siendo un sujeto desfasado, que se radicaliza y puede acabar por ser peligroso. A mí siempre me atrajo más la generosidad de los humildes que la avaricia de los ricachones. Me gusta mucho la dignidad de la gente y su coherencia y huyo de infinidad de fantasmas que pululan a mi alrededor. ¡Cuánta incoherencia encuentro! Me siento muy feliz en casa de los humildes y escapo de las casas de la presunción. Me repugna la avaricia y creo firmemente que el patrimonio no es el dinero sino el conjunto de valores que adornan al individuo. Hasta conozco a algunos pobres hombres personas que confunden bondad con riqueza y pobreza con maldad. El corazón sabe leer, la cartera es egoísta. Conocí a quien se arruinó por generosidad y quien se enriqueció robando a sus semejantes. La vida está poblada de grandes hombres cuya fortuna es fruto de las explotación de los demás y, sin embargo, gozan de gran predicamento en las mentes de sus propios esclavos.

Todavía andan por ahí también hombres conscientes de que no les gusta esta absurda manera de vivir y eligen subsistir, con muchísimas más privaciones, pero con más consideración y respeto por sus semejantes. Nunca establecí clasificaciones de buenos y malos entre personas con distintas visiones de la política, porque corruptos y golfos los hay por doquier. El dinero no entiende de ideologías sino de avaricia. Igual que quiero creer que hay personas sinceras y honradas en cualquier posición social. La conciencia es como el chicle. Al principio, se mastica y nos agrada; después, la usamos y estiramos o encogemos para adaptarla a nuestra conveniencia; por último, la tiramos al suelo dejando el rastro de nuestra suciedad. Buena y mala gente la hay en todos los lugares y fieles a sus principios y respetuosos con los demás también. Lo mismo ocurre con tontos e inteligentes, que no pertenecen a ninguna clasificación.

Nunca me gustaron los políticos y creo que reflejan con claridad meridiana la sociedad que representan. Si existe entre ellos mucha mediocridad, es porque la gente de mayor valía renuncia a ejercerla gestión social, porque tampoco la sociedad a representar les genera ilusión. Hay exceso de comodidad, vulgaridad, pasotismo, incultura... Aplaudo cualquier esfuerzo en sentido contrario y no reparo en siglas sino en actuaciones. Creo que pueda haber buena gente, sincera, leal y noble que luchen con generosidad por los demás; sin embargo, los que conocí en posiciones de relieve, siempre me generaron dudas y nerviosismo porque, aunque sus argumentos pudieran resultar convincentes, sus hechos contradecían sus intenciones. Dadme un hombre digno y le daré mi voto.
También veo dioses de cartón piedra en las distintas facetas de la vida y como la admiración de los demás les crea el pedestal de la soberbia y la vanidad. Muchos no se resisten a vivir sin el aplauso y la veneración de los demás, a los que llaman íntimamente desprecian, y utilizan toda clase de triquiñuelas para convertirse en estatuas. Es el tributo de los pequeños miserables tras la fama y el postureo. Vivimos en el mar de la superficialidad y educamos a los niños en el erróneo camino del dinero y el estatus social.

Ante este panorama surgen también mediocres ambiciosos, muchos de ellos compartiendo camarillas de aparente compañerismo, y con un trasfondo de envidiosa competencia y miseria moral, que buscan el apoyo de los dioses para ascender en el escalafón social. Es habitual en el comportamiento de estos individuos el desprecio de sus semejantes que caminan, ajenos a sus triquiñuelas, por la senda de la sencillez y humildad.

Rompe moldes el que escapa, el que huye de las vulgaridades tan al uso y dice lo que piensa sin importarle las consecuencias. Es una excepción. Los "normales" viven midiendo las palabras y evitando el escándalo con opiniones atrevidas, quieren salir en la foto de lo políticamente correcto sin saber siquiera qué es correcto o no. Recuerdo a un poeta, metido en la política, que cuando dijo algo así como que aquello ocurría por la ignorancia de la gente, todo el mundo se le echó encima, sin embargo, era y sigue siendo poeta. ¡Ánimo Fernán Vello!

Hay, guste o no, demasiada ignorancia y poca voluntad de arreglarlo. Y eso tiene consecuencias en la política y en otras facetas de la vida. La educación necesita un gran revolcón y personas con formación, imaginación e iniciativa y no puede seguir siendo por más tiempo una poltrona cómoda e inmovilista. Y por supuesto, alejada lo máximo posible de demagogias políticas.

Cuando más avanzo en la vida, menos comprendo lo que creía verdades axiomáticas, como, por ejemplo, que todos los padres quieren a sus hijos o que la ignorancia avergonzaba. Los tiempos y los roles han cambiado y, si bien en el comportamiento de los padres sigue habiendo de todo, muchas veces muy doloroso, mucha gente presume de ignorancia. Ahora en las redes sociales la gente alardea de ella y que se estudió en "la universidad de la vida" lo cual, resulta ser un eufemismo. Y en la vida, una osadía. Y es que con tanto iconoclasta suelto resulta que la Historia, la Filosofía, la Literatura, el Gallego, como idioma propio... son unas aberraciones. Ser bobo es una opción de vida. ¡Y ya la panacea resulte ser el Tío Sam, las hamburguesas y el ultra-liberalismo económico! Otro eufemismo de la esclavitud.

Soy consciente de que la edad me deja en fuera de juego y mis argumentos encajan poco con el realismo actual. Me llama la atención que las verdades de Perogrullo sean nuevos descubrimientos y que los augures cambien de roles, más nunca dejen de ser vividores. Hemos abandonado a los curas, muchos de ellos cultos y respetables, para abrazar a despabilados truhanes de la redes sociales, oportunistas y vendedores de potingues crematísticos.

El mundo camina por esos derroteros de postureo ajeno al cambio climático, las guerras que lo asolan, las posibles recesiones económicas... y comiendo sus churritos para olvidarse de la realidad.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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