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El cayado de San Roque

jueves, 11 de agosto de 2022
A José Manuel Franco Quelle, Pepe da Adolfa, compañero y amigo, báculo de bonhomía de San Roque.

Entre mis labores pendientes, como coordinador de la Xuntanzade ex-seminaristas da Mariña estaba el conseguir el teléfono de Franco Quelle. Quería saber si para esas fechas regresaría a nuestro Viveiro natal para invitarlo a participar en la Xuntanza. Me constaba con certeza lo feliz que se sentía en una jornada de convivencia con los antiguos compañeros y amigos. Si estaba, no fallaba.

Pepe, aunque estuvo poco tiempo en el Seminario, recordaba con mucha nitidez a los compañeros y le encantaba hablar bien de ellos. Y de todo el mundo. Era francamente un hombre bueno.

Al salir del Seminario, fue aprendiz de imprenta, donde perdió dos dedos en tareas profesionales, lo que no le impidió ser portero de fútbol en los equipos aficionados de aquellos tiempos. Durante la mili en la Coruña jugaba, creo recordar, en el Payosaco.

La precariedad económica de la época avocó a sus padres y hermanos a la emigración a Madrid donde se buscaron la vida. los últimos años regentaba su propia pequeña imprenta, de nombre Landro, en la zona de la Plaza Elíptica de Madrid. Felizmente casado con Mili, que desgraciadamente le precedió en su fallecimiento, posiblemente, le agravó sus dolencias de corazón del que estaba operado. Tuvo tres hijos y vivía en Canillejas (Madrid).

En este mundo donde la vara de medir de muchas personas es el éxito profesional, el dinero, la inteligencia, el estatus y otras vanidades a veces olvidamos la grandeza de las personas por su bondad, por su humildad, por su generosidad, honradez, honestidad, sacrificio... virtudes que adornaban a Pepe y hacían de él un hombre entrañable, sano, amigo de los amigos, hombre feliz con el bienestar de compañeros y vecinos.

Religioso sin fisuras, se mantenía fiel a sus obligaciones y era tradicional romero cada año en San Roque, en su Viveiro natal, donde se sentía sumamente feliz y se volvía dicharachero con amigos y vecinos de la infancia.

San Roque era su cayado vital y lo defendía como auténtico apologeta. A raíz de esa complicadísima operación de corazón, comentaba que su fe en Roque lo había sacado adelante. Lo que demuestra que los santos están hechos con la madera de la fe de sus romeros.

Entre los desastres producidos por la pandemia está haber perdido algunas relaciones, así que la bofetada que me dio el Heraldo con la noticia de su muerte fue de órdago. Desde antes de la pandemia no había sabido nada de él y su familia, de modo que me extrañó mucho no encontrar a Mili en su esquela. Me imagino lo peor y achaco a ello su pérdida. Vivía enamoradísimo de su mujer. Quizás su corazón ya no resistió el golpe. Pudiera decir ahora que Dios lo acoja, pero estoy convencido que si alguien merece ese cielo prometido uno de ellos es Pepe, Pepiño da Adolfa, como cariñosamente lo conocíais algunos. Cumplió fielmente con aquellas enseñanzas.

Pepe, no te has ido.Todavía vives en nuestros corazones como me decían ayer Penelas, Paco Conde, Tojal... Quedas en los amigos. En el cielo recibid un eterno abrazo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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