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Las sonrisas de cada verano

lunes, 01 de agosto de 2022
A José Manuel Franco Quelle, Pepiño da Adolfa, devoto de San Roque, compañero y amigo, in memoriam.

Llegó el verano con su bañador de fiestas y alegría y con él volvieron a colgar sus nidos las viejas golondrinas de Bécquer. Volvieron los clásicos veraneantes y con ellos el cariño, la educación y la clase que los caracteriza; y regresaron al edén, donde mora la felicidad de la infancia, para recordar o recuperar tiempos de sueños de juventud. Traen a su prole y les enseñan a comprender a otras gentes de vidas diferentes. Y los educan enseñándoles a quererlos mostrándoles imágenes de humildad y generosidad de personas tiernas y modestas. Y hasta es posible que arraiguen en nuestra Tierra. No serían los primeros. Mi recuerdo más sincero y agradecido a Alfonso de Carlos, ejemplo de cuanto digo y altruista enamorado de Viveiro, fútbol incluido.

No vienen solos. Los acompañan esa ingente marea de nuevas incorporaciones, muchos alegres y dispuestos a amar el pueblo e incorporarse a él con ilusión y cariño. También llega una abudante dosis de vulgaridad y, entre ellos, algún que otro insolente e insoportable nuevo rico, ignorante y vanidoso. Quizás para cumplir con aquello de que de todo hay en la viña del Señor.

Vuelven también nuestros vecinos del pueblo a los que la vida apretó tanto que huyeron en la búsqueda de unas condiciones de vida digna. Y son las viejas golondrinas dispuestas a seguir amando a los suyos, a los vecinos y a su pueblo. Nunca renuncian, nunca se cansan de aportar alegría y cariño y beben el mar en tazas de esperanza estrujando los ojos para buscar la luz de los días de cielo. Después, llevarán en la maleta del corazón los abrazos compartidos y los momentos felices para calentar el alma en el duro invierno.

Regresan los hijos para compartir besos y abrazos en apuradas sesiones y siempre fugaces visitas. Y también con ellos el sol se acuerda de visitarnos, y aunque llega cansado, nos regalará su último aliento. Somos hijos del País de las nubes y sabemos que Lorenzo aquí no tiene parada y fonda, pero cuando brilla, el cielo se gusta espléndido regalando sonrisas. Es también tiempo de truhanes, vendedores de crecepelo de la política que, hartos de comer marisco y declaraciones de amor eterno, nos regalarán milongas sin chicha alguna. Siempre hay ingenuos y fervientes seguidores del partido. La objetividad usa otras lentes. Y para bajarnos de la nube, no ha de faltar algún chaparrón que nos recuerde que vivimos donde dicen que la lluvia es arte, aunque muchas veces sea pesadilla. Y cierto es que el cambio climático nos avisa, a pesar de absurdos negacionistas.

Llegan los nietos, quizá alguno con acento extranjero, y con ellos sus padres pagando el peaje de sentirse hijos de una Tierra que, por mucho que la amenos, no deja de ser esquiva para amamantar a sus cachorros. Hay visitas, comidas familiares, salidas a la fiesta y hasta risas, bailes y canciones. Son días de estirar el tiempo y preguntarle al reloj porqué corre tan deprisa. So; fiestas para dar rienda suelta a la alegría; días de playa y raudos repasos de tiempos felices de vino y rosas.

Y conviene abrazarnos con achuchones sin fin conscientes de que el corazón vive del amor y el recuerdo de los seres queridos. Y es preciso perdonar reproches y aparentes erróneos caminos y aceptar la libertad de cada cual para elegir su destino. Los pájaros salen del nido y vuelan sin conocer la rama donde se posan; sólo buscan el pan como cualquier ser humano, hambrientos de las pateras incluidos. La vida, por más que nos la compliquemos, es así de simple.

Normal papá que el hijo presuma de sus éxitos en la vida. Todos vivimos con nuestra dosis de vanidad. También normal es que esconda sus fracasos, porque el campo puede ser yermo y no siempre da la cosecha esperada. Dejadlos que sueñen, que hagan planes, que se encariñen también con otras gentes. Sumar enriquece y amplia la mente.

No juzguéis ni os entrometáis porque convivan con personas diferentes. Sólo los chovinistas creen que lo suyo es lo mejor. Aceptemos otras ideas, costumbres y modos de vivir y respetemos igual que nos gusta que lo hagan con vosotros. En el fondo, todas las personas necesitamos ser queridas, respetadas, tratadas con dignidad y dueñas de nuestra libertad.

No miréis tampoco esa eterna bobería del estatus y la posición social. Cada cual vive como puede o quiere, y la suerte habitúa estar hecha con trabajo, constancia y tiempo. No midáis la vida ajena con la estúpida vara del dinero. Sólo sirve para comprar la vanidad. Lo importante es poseer los valores precisos para conseguir la felicidad.

Recordad que el gran error humano es la avaricia, responsable de guerras, cambio climático, desigualdad económica y toda los desastres que estamos viviendo. Comprended, si os parece, que el mayor error en nuestra educación ha sido ese afán desmedido por el dinero y la causa de la negativa pérdida de principios más profundos. Nosotros nos hemos equivocado, pero vuestros hijos deben de rectificar para ser capaces de vivir con una nueva filosofía mucho más solidaria. Alguien debe decirles que el llamado vil metal es siempre una herramienta, y detrás de un usurero no hay nada más que un miserable. Jamás han entendido que la mayor dicha consiste en ser generoso con los demás. Decía Aristóteles que la riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión. Y el viejo maestro Tagore refrendaba la idea: "Llevo dentro de mí mismo un peso agobiante: el peso de la riqueza que no he dado a los demás".

Pero volviendo a las sonrisas, coged vacaciones del realismo de la vida y permitios soñar y dar rienda suelta a los sentimientos para compartir la dicha, la felicidad, las cosas bellas en las que no reparamos y que están ahí esperándonos... Hay que amarrar los momentos, los gratos instantes que después nos permiten recrear el placer. Los ratos bellos son el pan de nuestros sueños. Decía Walt Disney que no recordamos los días sino los instantes. Alguien me dijo que las estrellas no son fugaces sino que los fugaces somos nosotros y esa es una de las pocas verdades que encontré.

Libad la miel de los encuentros con la familia y los amigos y disfrutadlos como si no hubiese retorno. Lo único cierto es ese momento. Y habituaros a hablar con las estrellas, los vecinos casi nunca bucean, prefieren nadar en la superficialidad. Miradlas y veréis los fuegos de artificio y los múltiples colores de nuestra paleta para decorar la vida con amor, ilusión, belleza y esperanza que, aunque parezca esquiva, siempre llama a nuestra puerta.

Y después, desplegad cual velero las velas de las sonrisas y navegad por el el mar de la vida con los remos del trabajo, el esfuerzo, la solidaridad... porque esta singladura siempre termina en el puerto de la paz y el amor. Y ese es el camino que busca entre la niebla, sentado en el banco de la paciencia, el viejo marinero.

¡Feliz verano, amigos!
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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