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Recorriendo España. 1971 (1)

jueves, 21 de julio de 2022
Una vez aclimatados, el becario decidió viajar en los fines de semana por los alrededores, acompañado de su esposa.

Un domingo soleado apuntaron al oeste, y llegaron a Navacerrada. La estación de esquí estaba bastante animada, así que se dieron unas vueltas caminando con mucho cuidado por la nieve. El calzado que llevaban, mocasines de suela fina y lisa no era el ideal. En cuanto se fue el sol, se acabó el paseo. El frío se sentía. Tardaron un rato haciendo señas hasta que pararon unos pibes en un Seat 600que iban en sentido contrario. Les preguntaron a donde querían ir, como dijo Madrid, les explicaron que ellos volvían pero no por la autopista, sino por la sierra, si no estaban apurados... Una vez instalados en el asiento trasero, revivieron, se les estaban congelando los dedos. En el coche, con buena calefacción, el argentino estuvo conversando con los muchachos, también estudiantes. En un momento hablando de España, le contaron de un juicio en Burgos en que habían condenado a muerte a unos integrantes de un grupo de guerrilleros vascos, pero que por las presiones internacionales Franco los había indultado. El que manejaba estaba de acuerdo con el perdón, pero el que iba en el asiento del acompañante no.

Yo me los hubiera cargado, Dijo muy convencido.

Los llevaron al departamento del que manejaba y les presentaron a sus padres. Los invitaron con un caldo caliente que estabarequetebueno. De ahí en Metro a Carabanchel.

La escapada siguiente la hicieron a Toledo. La visita era impresionante, entraban a todos los lugares donde aceptaban el carnet de estudiante. Donde había que pagar la entrada, miraban de afuera. Él disfrutaba enormemente cada visita.Estar en lugares que había visto en fotos de folletos o libros, le parecía una experiencia fascinante. La catedral le impresionó muchísimo. Para Lidia era como si visitara la panadería de su barrio. Ni curiosidad ni emoción. Era la acompañante.

Cuando se volvían a Madrid, en la salida misma de la ciudad se paró un coche con una pareja. Encantados con el acento argentino y la forma de viajar, estuvieron charlando durante todo el viaje. Los dejaron en un estacionamiento céntrico no sin antes invitarlos a pasar un fin de semana en su casa de Toledo.

Aceptaron la invitación y volvieron a Toledo. El matrimonio anfitrión vivía en uno de los edificios que se habían construido en la parte nueva, fuera del centro. No les mostraron la ciudad antigua porque habían dado por hecho que ya estaba vista. Los invitaron a comer y a merendar, y entre comidas, una rápida visita a algún pariente y al horno de una panadería para presentarlos. Conocieron la mesa camilla, invento de la escasez, con la que una familia se podía calentar (pies y piernas) con el calor de un puñado de carbón y una frazada.

En algún sitio les contaron la historia del general Moscardó y su acto heroico de entregar la vida de su hijo para no rendir el Alcázar ante los rojos. También aquí vio unas grandes placas de mármol con una lista de nombres bajo el título "Dieron su vida por Dios y por la Patria", repartidas por toda la ciudad, igual que en Madrid. No sabía nada de la Guerra Civil española. Tenía que esperar a volver a Argentina para poder leer algo.

El siguiente fin de semana fueron a Segovia. Antonio, cuando se paró junto a uno de los pilares del acueducto se le humedecieron los ojos de la emoción. Gracias al carnet pudieron entrar en el Alcázar y la Casa de los Picos. Volvían siempre los domingos por la tarde, oscureciendo, a veces bajo una suave nevada, y siempre con mucho frío. Principalmente en los pies.

La siguiente salida le tocó a Salamanca, ahí quedaron alucinados con la fachada de la universidad, y por la tarde unos estudiantes los invitaron a un mesón, mientras caía una espectacular nevada. El ambiente que tenía esta ciudad, y particularmente ese mesón, le gustó un montón, ya que en Buenos Aires, una ciudad muy grande, no tenían nada parecido.

En la visita a Cáceres, una ciudad fabulosa, cuando entraron en la pensión más económica para pedir una pieza, la dueña, al verlos tan jóvenes, pensó que podría tratarse de la fuga de una pendejaembobada por un argentino versero, así que les pidió la libreta de casamiento, documento que Antonio solía portar en las salidas. Tranquilizada la jovata, les dio la llave previo pago por adelantado.

Continuando con sus viajes exploratorios fueron hasta Vigo, donde tenían la dirección de un pariente de unos amigos del suegro. Se aparecieron en la casa y la familia los recibió con tanta efusión como si fueran sus sobrinos. Una vez acomodados en el amplio departamento, este tío adoptado y su señora los sacaron a dar una vuelta para
mostrarles el centro y los principales edificios de la ciudad. En un momento se pararon delante de una mujer que vendía unos cangrejos super grandes, en la misma calle. Eligieron una centolla y empezaron a explicarles como la cocinarían y lo buena que iba a estar. Para chuparse los dedos.

Esa noche los llevaron a cenar al parador de La Toja. Espectacular el comedor, el ambiente, las vistas. Cenaron, charlaron, y cuando se acercó el maitre, al enterarse que eran argentinos, le comentó que días atrás había cenado el general Perón con su secretario Jorge Antonio, un tipo muy simpático que le contó que el general solía recibir a todos los argentinos que pasaban por Madrid, y le dejó su tarjeta. Al rato, volvió a acercarse y le dio esa tarjeta con la recomendación que no dejaran de visitar al general.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021).
www.andresmontesanto.es/literatura
Montesanto, Andrés
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