Felicidades a todas las Antonias
y a todos los Antonios.
La avaricia roba, hiere y chupa la sangre. Maldito el avaro!
Poseído por la codicia del dinero, esa plata miserable que encierra el genio del mal, el avaro husmea doquiera el olor de la ganancia, oprime al pobre y desangra al desgraciado. No tiene corazón en el pecho. No ve la angustia de las lágrimas. No siente piedad. Sus manos chorrean sangre: sangre de los pobres, viudas y huérfanos. Sus vestidos están tejidos de robos y rapiñas. Su opulencia es su condenación. Aplastad al ladrón infame bajo las piedras de la maldición.
Espinas son las riquezas. Y cuando pinchan hacen brotar la sangre.
No respetan ni al Señor ni a los hombres. A veces tienen la osadía e hipocresía de dar limosna que chorrea sangre de pobres.