Y hemos tenido suerte... Foto: La Voz de Galicia
Esa especie de resignación cristiana que nos toca afrontar frente a las desgracias es algo que puede ayudar a llevar las cosas con cierta tranquilidad. Que el derrumbe de un viaducto de la A6 nos obligue a prever de nuevo media hora de retraso en los desplazamientos fuera de Galicia es una faena, pero dentro de lo malo hay que recordar que no ha pasado nada a nadie y nos quedamos con eso.
Sin embargo personalmente lo que me inquieta no es el suceso en sí, sino la falta de explicaciones al mismo. Los técnicos confiesan su total y absoluta ignorancia de lo que ha podido pasar y eso acojona al más pintado, porque según coincidió que esto se fue al suelo cuando no había nadie encima (por los pelos, que un operario estaba a dos metros escasos de la parte derrumbada) imaginen la que se podría liar si esto pasa en un día cualquiera... y más aún si pasa de noche.
Un agujero negro en medio y medio de una vía en la que vas a una velocidad considerable podría ser un desastre de proporciones bíblicas. No crean que no lo he pensado más de una vez cuando recorro esos enormes puentes, que causan admiración pero también un pelín de inquietud... ahora más, claro.
Si tuviéramos clara la causa podríamos relajarnos bastante más. Saber que fue un movimiento de tierras, un fallo en la reforma, un deficiente mantenimiento o una bomba terrorista no es que fuera lo más tranquilizador del mundo
pero peor es lo de no tener ni idea de qué ha pasado.
Esperemos que los "ingenieros forenses" nos puedan dar la respuesta y, lo que es más importante, la receta para que esto no vuelva a pasar porque ahora hemos tenido muchísima suerte, pero eso se acaba.