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Las agresiones sexuales

jueves, 19 de mayo de 2022
El otro día coincidí en el ascensor con la vecina del séptimo, una mujer joven, muy activa, simpática y que tiene una hija de unos 8 años. Como está muy bien informada, se me ocurrió preguntarle qué sabía de la chica que había sido violada en un playa española.

Con toda naturalidad me respondió que se encontraba sola, a las cuatro de la madrugada, y con una alcoholemia que si le hacen un control en la carretera le retiran el carné de por vida. Parece que su pareja decidió dejarla sola, vaya a saber por qué motivo. Se estaría durmiendo, digo yo. No pude evitar abrir los ojos pero me callé para no interrumpir la crónica del suceso.

En ese momento se le acercó un joven, oriundo de un continente que se halla al sur del Mediterráneo, el que gentilmente se ofreció a acompañarla hasta su casa. La chica aceptó agradecida el ofrecimiento del desconocido. A estas alturas yo tenía los ojos como el dos de oros.

Y resulta que el chaval, bueno no era tan chaval, calzaba treinta tacos, pensando que sería una presa fácil debido a las circunstancias, le pidió primero, y la forzó después, a tener un encuentro sexual. Para ello contó con dos colegas paisanos que los seguían de cerca, los que sujetaron a la mujer y facilitaron la violación.

Por suerte una vecina insomne, al oír gritos llamó a la policía, la que evitó que los otros dos pudieran agredirla cuando les tocara la vez. No pude más y le pregunté inocentemente, ¿qué hacía una mujer sola, borracha, en una playa desierta en plena noche? Para qué. Sacó toda la artillería de feminista súper activista y disparó.

- Nosotras tenemos el derecho de volver de madrugada solas, borrachas, y no por eso nos tienen que agredir.

Yo intenté explicarle que soy adicto a los documentales de la 2, y las conductas de los mamíferos machos siguen generalmente el mismo patrón. No conocen de derechos feministas, solo responden al instinto sexual, que no es otra cosa que la supervivencia de la especie, y actúan como lo que son, unos animales. Las hembras saben mantener su papel y fuera de la época de celo, nanai de la china. Para estar tranquilas y no tener que espantar a los jóvenes impetuosos y lascivos que pretenden incorporarse a la fiesta, aceptan la protección que les brinda el macho alfa. Como cualquiera sabe, el hombre es un mamífero que lleva miles años de civilización tratando de educarse, aunque hay algunos ejemplares en que el esfuerzo no se nota en absoluto. Total, después de los auténticos follones que se montarían en las cavernas cuando lo jóvenes adolescentes se empiporraban de rebujito y terminaban a los garrotazos con la vida del jefe del clan, los humanos, a través de las religiones y después de las leyes, se organizaron de tal forma que inventaron el matrimonio para toda la vida. Eso trajo cierto control sexual, aunque siempre se colaron goles de penaltis, pero por lo menos las apariencias se conservaban. Fórmula que cada vez más gente considera obsoleta y vuelven a costumbres aún más primitivas como el poliamor, pero parece que es mucho más divertido.

Mi vecina es brava. No me dejaba ni respirar porque está muy entrenada en la defensa de sus libertades. Y me repitió que tiene todo el derecho a emborracharse y salir a ligar de madrugada, que es cuando verdaderamente se liga. Que si no hacen así, pueden quedarse vírgenes para siempre. Los hombres se tienen que educar para entender que las mujeres reclaman la misma libertad que tuvieron siempre ellos..

Al llegar a la parada del autobús intenté una réplica arcaica, obviamente digna de mí. Dije que en esas circunstancias, ni saben con quién se acuestan, ni tienen los sentidos despiertos para disfrutar todas las sensaciones, ni están en condiciones de resistirse a lo que no desean. Y mirando a su hija pequeña que no entendía gran cosa, seguí ¿porqué la mayoría de las veces las agresiones sexuales ocurren de madrugada entre personas borrachas? Nunca he oído que ocurran a la salida de una biblioteca, o de la facultad. Será que el entorno es muy aburrido. Y recordé que todos los veranos unos cuantos jóvenes guiris se tiran de los balcones de una quinta planta a la piscina. Si el alcohol los hace estrellarse contra el suelo, ¿cómo no van a ser capaces de intentar violar a una mujer por más college o university que hayan frecuentado? Y las chicas paisanas a veces protagonizan unas escenitas sencillamente vergonzantes. Chicas bien educadas, sin problemas económicos, que necesitan coger el puntillo, o sea ponerse en pedo para divertirse mamando.

Aprovechando que estaba distraída buscándole una aplicación en el móvil para que la nena dejara de preguntarle de qué hablaba el abuelito del segundo, le lancé la pregunta del millón.
- ¿Por qué para revolcarse con otra persona o simplemente divertirse con los amigos, necesitan emborracharse? ¿Tantos años de evolución, tantos planes educativos, tantas conquistas sociales, para que sean incapaces de comunicarse y divertirse sobrios? ¿Han perdido la capacidad de vivir en la realidad, de disfrutar de los sentidos, de gozar con la dulzura de un roce o el destello de una mirada? Parece que si no se comunican a través de una pantalla y se revuelcan mamados, se angustian. Madre mía.

- Ustedes, con todo el respeto -me respondió la vecina- han vivido reprimidos sexualmente. La mujeres perdían la virginidad recién a los veinte años, y algunas más tarde. ¡Qué represión! Nosotras disfrutamos nuestro cuerpo, nuestra libertad y hacemos lo que se no da la gana y con quien queremos, sin perder tiempo de preámbulos estúpidos. Y vamos a lograr que cualquier chica de 16 años puede ir sola a un hospital y abortar, sin que se enteren los padres. Pertenecemos a una de los sociedades que más está avanzando.

Si, claro, pensé yo, solo que si esa chica va a un dentista a sacarse una muela, este no la atiende hasta que uno de sus padres firme el consentimiento informado. Pero sí le conté una noticia que me había enterado esa mañana. Una joven de 16 años que fue al servicio de un restaurante, sufrió un intento de violación por parte de un camarero y la complicidad de otro. Casualmente provenían del mismo continente al sur de Mediterráneo. La chavala se salvó por dos razones. Como estaba sobria, le dio un rodillazo al atacante y salió gritando a la calle. Como era de día, enseguida alguien avisó a la policía que se los llevó detenidos.

- Eso se arregla con educación, que es lo que necesitan los hombres -me respondió rápidamente.

- Si, puede ser que tengas razón, pero unos varones criados en sociedades que practican la ablación, tapan con burkas a las mujeres y les niegan los mínimos derechos, con una travesía marítima de una decena de millas no creo que cambien su percepción del universo. Opino, modestamente, que en la sociedad compleja que se está formando, las mujeres deberían ser un poquitín más precavidas. Algo que en mi barrio se decía groseramente, poner el culo contra la pared.

Ella, mientras le cambiaba la aplicación a la niña, insistió "Los hombres tienen que entender. Tienen que aprender a respetarnos." Le comenté otra noticia que dieron en el telediario. Las agresiones sexuales están aumentando principalmente entre lo jóvenes, que son educados con políticas igualitarias, de diversidad sexual, y con programas que los de mi antigüedad nunca conocieron. Quizás nosotros, educados en ambientes machistas pero estudiando Latín, consideramos las relaciones sexuales con más respeto y más trascendencia de la que se pretende darles ahora. Que un kiki es como un beso, o menos. Se da en un momento de emoción y al rato te has olvidado. Mi amigo economista diría "son polvos más devaluados que el bolívar venezolano." Porque, vamos, borrachas y con un tipo que acaban de conocer, mucho valor no se le da a la experiencia. Y todo el mundo sabe que un beso se elude con una elegante y simple cobra, pero un encuentro sexual es muy difícil pararlo cuando están los dos (o más) en el centro del ring, y en pelotas.

Como llegó mi autobús, al subir me despedí comentándole:
- Quizás están poniendo tanto empeño en romper los techos, de cristal o mampostería, que no advierten que el suelo se nos está resquebrajando.

Andrés Montesanto. Un escritor medieval. O quizás fenicio, de Malaka.
Montesanto, Andrés
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