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Dos personas encantadoras

martes, 10 de mayo de 2022
Los que hemos tenido la fortuna de haber nacido en Viveiro, aún sabiendo que en todos los lados se cuecen habas, dsifrutamos de algunas personas cuya calidad humana es de tal generosidad que sentimos la alegría de haber compartido (Dani) y compartir (Asunción) nuestras vidas con ellas. Dani, de la estirpe de los Xanás, que acaba de fallecer en Asturias, y Ascensión, de otra entrañable casa de los Reinos, que acaba de celebrar un siglo de vida en la residencia Betania. Dos joyas íntimas de las que disfrutará siempre mi corazón. Un mundo donde no tiene cabida ni el dinero ni la vanidad, sólo abierto a gente como ellos.

No, no estoy aquí ensalzando a personas por otros méritos que no sean la humildad, la bondad, la comprensión, la generosidad, el duro trabajo, la familiaridad, la honradez... y esas cualidades magníficas de personas sencillas que jamás buscaron el reconocimiento o el aplauso. Personas con las que es una delicia vivir porque siempre aportan la sonrisa, la coherencia y la ejemplaridad de sus actos.

Si Dani es un eslabón en la cadena de la saga de los hijos de mi viejo amigo Xanás (q.e.p.d) que llevaba en los genes esas cualidades de la raza, Ascensón me recuerda a la amiga de mis padres que siempre disculpaba, siempre sonreía, siempre tenía una hermosa palabra, a pesar de que determinadas compañías no la supieran valorar. En la vida, somos a veces tan pobres, que no soportamos la bondad ajena. Y nada diré de la envidia que esa actitud generaba. Y ella lo sufría (hablo en pasado porque la veo poco).

En común tenían la enmigración, aunque la de Dani sólo haya sido en Asturias. Sé que era un ebanistra reconocido, e incluso que realizaba algunos trabajos en Viveiro, a donde llegaba siempre sonriente ya fuese a llevar el Nazareno dos de Fóra, ya para abrazarnos en San Roque. Y te fuiste Dani sin avisar, sin que tus pleglarias hayan tenido eco aparente, sin poder disfrutar de tu jubilación y, sobre todo, dejando un reguero de dolor en tu esposa Merche y en todos los tuyos, Mario entre ellos, pero también en mi. Los gestos, las miradas... tú que eras tan expresivo, hablaban el idioma del corazón. Bueno, Dani, como decías tú: Ya sabes... Y has de saber que te queríamos mucho muchos y que, cuando veas a tu padre y a tu hermano Suso, les recuerdes que aquí los echamos mucho de menos.

En cuanto a tí, Asunción, la noticia de haber cumplido cien años me la dio el Heraldo. Sabes que, desde que murió Horacio, voy menos al Asilo (le sigo llamando así), pero wasapeo con D. Emilio, que por cierto es otra extraordinaria persona.

¡Qué suerte tenemos los que te conocemos, no sólo tus hijos y nietos, sino tu familia, amigos y los que conviven contigo! Sé de tus trabajos de joven en Mar de Plata, sé que después en España también lo pasasteis mal Manolo y Tú, pero yo guardo en el corazón, que llaman baúl de los recuerdos, las vivencias con mis padres y aquellos días en que compartíamos la vida. ¡No sabes cuánto los añoro! Cada vez que te encontraba dando tu paseito, revivía tiempos de amor de padres. La pandemia también hizo estragos en las relaciones humanas, asi que tengo miedo todavía al covid y somos ambos personal de riesgo. Y en la calle, cuando estoy en Viveiro, hace mucho que no coincido ya contigo o con tu hijo Juan.

He aquí dos personas que dejan en mi vida el regalo de esas virtudes, a las que hacía referencia, y cuya filosofía alimenta mi corazón con la savia de su honestidad. Gracias por vuestras enseñanzas y vuestra ayuda siempre.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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