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Operación: Cuñada (2)

martes, 26 de abril de 2022
1957. En la noche del 23 al 24 de Noviembre de este año, a las 6.30 exactamente, que para mejor sincronizar llevaban buenos meganas, ¡acaso suizos, adquiridos en Tánger!, fueron rotas, cortadas, repentinamente, nuestras conexiones telefónicas: ¡Quedaban cercados todos los puestos del Interior: Tiliuín, Tiugsá, Telata....! Esta fue la erupción, la explosión, el estallido, de un volcán que venía cociéndose de tiempo atrás, ¡de lejos, pero sobre el terreno! Oficialmente así empezó el “follón” de Ifni, que es como le llamaba el laureado Gómez-Zamalloa, entonces Gobernador General, plenipotenciario del propio Caudillo, ¡con facultades, incluso, para desterrar, para expulsar del A.O.E., a los desafectos, tal que yo mismo, pues me amenazó, muy seriamente, cuando regresé a Sidi Ifni, con la mujer curada y el coche restaurado…, “de parte del propio Caudillo”, si se nos ocurría decir que lo nuestro fuera atentado. No, no señor, que así lo haremos, que lo nuestro fue accidente…, y nosotros, como siempre, a las órdenes de nuestro Caudillo! Los historiadores suelen llamarle, a lo de Ifni, “La guerra olvidada”, pero yo, que solamente sé historiar lo que veo, lo que oigo, o lo que palpo, lo que sufro, prefiero denominarla, "Ifni, la guerra desvirtuada".

1969. Ifni, lo que restaba del Territorio, allende y aquende de aquellas trincheras, cavadas, minadas, artilladas, en el 57, fue "retrocedido", término inexacto, acusador para España, exactamente el 30 de Junio, después de mejorada la ciudad en los últimos años en un ciento por cien. ¡No les íbamos a entregar, a "retroceder", la moza, sin dotarla primero!
Operación: Cuñada (2)
¡Sic transit gloria mundi!

Esta es la historia telepática de aquella telepatía

Telepatía, según el Dic. Enc. Espasa: De tele-, lejos, y –patía, sentimiento, aflicción o dolencia.

Parapsicología = parapsíquica = metapsíquica = metapsicología.- Percepción de un fenómeno ocurrido fuera del alcance de los sentidos. Se trata, generalmente, de una relación entre dos personas sin comunicación directa y, por veces, incluso distanciadas entre sí, por lo que una de ellas sabe, se entera o conoce, lo que le sucede a la otra, p. e., su fallecimiento. Este conocimiento puede tener lugar en el momento en que se produce el hecho, o incluso antes del acontecimiento, precognición. Cuando es impreciso se denomina presentimiento.

Transmisión del pensamiento.- Comunicación o correspondencia de pensamientos y de sentimientos sin la intervención de los sentidos. / En su acepción originaria se significaba con esta palabra el hecho de que se pudiese mandar, trasladar, un padecimiento, de una persona a otra, en un proceso y con un mecanismo que aún no se comprende muy bien, aunque está admitido por la psicología como una realidad posible.

Es bastante antigua la creencia según la cual los gemelos se comprenden a distancia, adivinando, incluso, sus pensamientos más recónditos. También se cuentan hechos sorprendentes de personas que sienten o perciben acontecimientos alejados de ellos mismos, y que sufren por ellos.

Los hipnotizadores afirman que pueden dar órdenes a ciertas personas, a distancia, con sólo su pensamiento.

Comunicación que, de lo que piensa, hace una persona a otra, por la propia potencialidad mental de ambas, séase, sin relación oral, escrita o mímica entre ellas, pero generalmente a corta distancia; esto puede tener lugar en los fenómenos de hipnotismo y de sugestión mediante la palabra hablada.
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En este relato / traducción se reflejan en letra normal los diálogos audibles, o sea, los orales de todos y cada uno de los actuantes, así como el glosario de su propio relato. Van en cursiva las voces inaudibles para extraños, de las respectivas conciencias, es decir, las voces ad intra de los propios interlocutores. Este fenómeno se produce como reacción, como revulsivo, cuando se traicionan a sí mismos, cuando disienten, allá por dentro, en el fondo de las almas respectivas, de aquello que están exteriorizando, o manifestando, de una forma ladina y generalmente egoísta.

Estos pensamientos, secretos, recónditos, estas intimidades de los protagonistas, fueron, pudieron ser, captadas, por un médium con el que me unía una íntima y profunda amistad, que vivió cerca de ellos, gozando de alta y recíproca confianza, con ellos y conmigo mismo. Yo, aquí, por mi parte, me limito a contar lo que me contaron, unos y otros, así que, sin más, ¡Relata réfero!, pues otra responsabilidad, en este caso, ni asumo ni me incumbe. Lo que me permito opinar, como coetáneo, como testigo presencial, es que lo de las cuñadas fue un invento, ¡otro más!, de aquellos colonialistas ociosos. ¡Ociosos, y viciosos, pero no incapaces! ¡Capaces, pero, mal dirigidos! ¡Dirigidos desde unas alturas tan elevadas, circunstancialmente elevadas, que no autopropulsadas por su propia inteligencia, que eran simples nebulosas! Hubo bastante patriotismo, y mucho romanticismo, aunque trasnochado, pero todo ello fue poco eficaz, salvo en lo ateniente al poblamiento territorial, que en eso Eros funcionó, a las mil maravillas!
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Si hubo, o no, una Atlántida, puede ser discutible, pero lo que es histórico, física y geográficamente palpable, que ahí están esas cuasi ruinas, con algunas dificultades pero visitables, es que España tuvo una hija atlántica, ¡otra! Pobre, parva y débil: Ifni. ¿Territorio? ¿Provincia? En un BOE tardío, uno de aquellos testamentos franquistas, ya olvidados, del provincialista Javier de Burgos, le dieron a Ifni, de numeración, el correlativo 51. Esta ¿provincia? murió de moza, nada más rematado su teleférico portuario, ¡pues no naciera para vivir! Feneció, se desintegró, ¿o se reintegró a Marruecos?, a los 35 años de edad, concretamente en Junio de 1969. ¡Búsquenla en los libros de Historia, pero necesitarán una lupa por culpa de aquel silencio informativo, sepulcral y bilateral!

Esta finca, minúscula, marchita, plagada de langostas, de chumberas, de ricinos y de arganes, vino al mundo de la letra impresa como fruto y producto de una violación, o, por mejor decir, de una ocupación, practicada, casi que a fortiori, por el entonces coronel Capaz. (El general Capaz fue fusilado en el 36, en la Zona Roja por supuesto). Ifni se ocupó con la oposición, o, cuando menos, a contra gusto del gobierno lerrouxista, cosa, circunstancia, de suyo significativa dado el eclecticismo de aquel Presidente tan contradictorio. Esta posesión manu militar, esta coyunda espuria, tardo imperialista, se consumó, se efectuó, exactamente el 6 de Abril del A.D.G. 1934. Como quien dice, ayer; ¡y para eso, ya la hemos olvidado!

Lo que tuvo de hermoso la provincia de Ifni, aparte de sus construcciones Art Déco, fueron los sellos de Correos, en buena litografía. Lo que no tiene, ni tuvo, apenas, fue Historia. Historia de la buena, de la sincera, pues le negó esa dote la censura franquista, la misma que, por otra parte, tampoco registró la muerte de sus amantes, de sus defensores, cuando el follón 1957-58. Por ende, en las faldas, en las laderas de su Bu-Laalam, contrafuerte costero, no resucitará ninguno de aquellos cristianos que se le ofrendaron: Simplemente por imposibilidad física ya que Don Francisco, aquel fresco general procedente del Noroeste (Codorniz dixit), en vísperas del abandono territorial, ordenó y mandó que aquellos caídos..., ¿caídos, o tirados?, (¡más bien tiroteados, paqueados, con nocturnidad y alevosía!), que yacían en el cementerio de su Sidi Ifni, evacuasen con urgencia el Territorio, ¿la provincia?, con rumbo a Las Palmas, a granel, en simples cajas de pino canario, para no olvidarles, para no dejárselos en presencia a la mala conciencia de aquel hijo de la señora Lala Abla, ¡no fuese el diablo que viniesen los arqueólogos...!

Pues bien, o pues mal, en aquel ambiente heroico, reinando en A.O.E., ¡auténtico virrey del Emperador Franco!, el General Pardo de Santayana, después de una cierta..., ¿pugna?, que si era o no una cuestión de conciencia después de haberle destapado la olla a la cuñada del Sargento López…, que si era o no una traición..., esas diatribas que se producen en el estado mayor mental de la gente insegura y/o escrupulosa, Orlando, aquel Teniente, Orlando, de Neira y de Canto, por ilustres apellidos, un hidalgo lugués para más honra/deshonra, un tipo fornido y bien nutrido, viril, con huelgos de hombre grande, que no es igual que gran hombre, decidió avanzar por las peripecias de la vida, y..., ¡se casó! Por ante el Notario Mayor Castrense del A.O.E., Pater Pumariño, un Capellán que ya lo fuera en la de España, y después en la División Azul, Comandante en Jefe de los Servicios Religiosos del A.O.E., con catorce cruces en el pecho, tantas, y tan grandes, que ya parecía un Calvario... ¡Todo a lo grande!

Es sabido que los tras acuerdos, las reflexiones de un gallego, (trasacordos), suelen ser retiradas tácticas, compatibles con la valentía, ¡eso es cierto!, pero Orlando, nuestro héroe, estudiara en Zaragoza..., ¡que por algo pusieron allí, de esa formación, la Academia General! ¡General, incluso para gallegos, que por entonces eran los que más la frecuentaban, fuese por patriotismo o por saturación de los Seminarios! Los baturros tienen otras virtudes, que nadie se las niega, pero, ¿eso del trasacordo...? Esa reflexión, esa rememoración tardía, tampoco es virtud, pues lo peor que le puede pasar a un gallego, a un gallego normal, es que le venga ese recuerdo..., ¡desde que vendió la vaca! Pero nosotros, aquí y ahora, al grano, a la historia concreta de una operación concreta:
...
Entraron en aquel templo de la Santa Cruz, llámesele de Ifni o de la Mar Pequeña, que eso no cambia las circunstancias pues ambos nombres le daban a su iglesia aquellos Padres tan admirados y tan sufridos, tan humildes y tan seráficos; ¡franciscanos, en definitiva! Entraron a lo grande, naturalmente, según era costumbre en las Plazas militares, que para eso del protocolo fastuoso como aquellos milites del franquismo, nadie, ¡nunca! Entraron y salieron por debajo de una arcada impresionante: veinte sables desnudos, diez por banda..., ¡como los cañones del barco pirata! Sables como deben ser, como deben estar: ¡desenvainados, marciales, relucientes! Las dueñas, las celestinas, sembraron aquel arroz premonitorio...; premonitorio de una prole jacobina: ¡doce tribus, otras doce!

Los ritos eclesiásticos, obviamente en castellano, con acento neutro, que por algo el Páter Pumariño estudiara en el viejo Lugo, en aquel Seminario de los hidalgos, de entronque vallisoletano.

- ...

- ¿Teniente Orlando, recibe a Felisa como legítima esposa, por palabras de presente, según el rito de nuestra Santa Madre Iglesia?

No contestó, "Recibo", pero si se afirmó con un rotundo, ¡¡Quiero!!, al son de un taconazo. Rotundo sí, que eso oímos todos los presentes, pero más dijo con su boca pequeña, con la de mentir, pues con la otra..., ¡con la otra cantó otra canción!

¿Que si quiero...? ¡Por supuesto! ¡Vaya si quiero, que esto del casamiento no tiene vuelta; ni vuelta ni revuelta, a no ser que vayamos a la Rota...! ¡Pero qué animal soy, que me vendo por un plato de lentejas, por unos abrazos de boa constrictora! Con esta jugada, torpe, concupiscente, pierdo el pazo de Sarceda...; por culpa, en trueques, de esta tipa, de estas cachas imponentes... Acabo de comprar una cerda peluda, obesa, inabarcable..., ¡qué tal parece de ceba! ¿Querido Orlando, mi mejor amigo, qué tienes ahora, que has logrado? ¡Pues eso: una calentorra insaciable! Adiós, Manolita, que te dejo inmaculada, virgen..., ¡a saber para qué ganadero! ¡Perdona, mujer, que son gajes de mi incontinencia! ¡Ya sabes: en este ambiente cálido, poligámico, muslime...!

Aquel castrense, que no tenía el don de la telepatía, o no lo tenía o no lo cultivara, seguía en su rutina; inocente, y como tal, impertérrito. ¿Qué podía saber de amores aquel comandante de los testículos congelados en el lago Ilmen, a 52º bajo cero, cuando aquella aventura de la División Azul? Lo suyo era mandar los mozos a la cama, sacramentalmente, lejos del burdel moruno; aislados, vacunados contra la sífilis, limpios de ladillas... ¡Venga, sobre la marcha: a criar hijos para la próxima guerra; acaso contra Gibraltar...!
...

- Felisa, ¿quiere recibir al intrépido Orlando...?

- ¡Uih, Páter; vaya si quiero, ¡lo que mande Usía...!

Macho, luchaste más que los cazones en el anzuelo: seis meses de relación, ¡seis!, de auténtica porfía, que incluso tuve que franquearte mi alcázar para aficionarte a venir a mí, que buenos miedos me pasé, de regla en regla, pero lo que es de estas..., ¡Orlandiño, caput!

- ... os uno en santo matrimonio. En el nombre del Padre +, y del Hijo +, y del Espíritu Santo + Amén.

Aquel Páter del rito de besar a la novia nada dijo; ¡nada, en absoluto! Seguramente la dio por besada, pero eso..., ¡secreto de confesión!

En cuanto a Felisa, las ideas le salían en catarata, a borbollones, ensartadas con aquellas lágrimas de tan sublime felicidad. Entre ceremonia y ceremonia caviló los siete cavilares, con la mente a paso ligero, militarizada, ¡ella también!

¡Que si nos une, Páter! Más que unirnos, nos ata, nos liga, que milagro como este nunca de otro supe. No es poca cosa que yo, Felisa Diéguez, Felisa Diéguez Varosa, hija de un consumado contrabandista, de los del café, del azúcar, de las vacas..., ¡de lo que se terciaba! Y venir para esto de tan lejos..., ¡de la frontera de Portugal a la de Marruecos…! ¡Ay, mi mäi, si me vieses a tal momento! Aquella mujer de Chaves…, que fue casar a Verín...; aquella mäi que pasaba el café, a diario, por la frontera, por la mismísima raya de Feces, simulando una preñez que le duró diez años!

Por otra parte, en esta del Estrecho, yo, una simple cuñada de un simple Sargento..., de este López que me apadrina, un Sargento que se trata con los Oficiales..., ¡hoy! Bien, pues llegué lejos, que estoy casada, ahora sí, con este señorito que me aprieta la mano a tal momento..., ¡que en otras ocasiones fue la barriga!

Casada con este señorito que se dice descendiente de un Conde, un tal Gome, o Goma, o algo así...; no sé qué de la Olga...! A mayores de eso, es Teniente..., de Academia! ¡Buen día hice, sí señor, y eso que estamos en las puertas del invierno..., que luego llegarán de mi Galicia las golondrinas..., para calentarse en este infierno de África!
En el infierno, como tal, no estaban, pero el diablo les rondaba de cerca, ayudándole a disparar ideas, a cual más prosaica, pero, pragmáticas, todas:

En lo sucesivo tendré que sonreírle aún más, más a menudo; hacerle de esas cosquillas que tanto le gustan..., para no dejarle caer en el noveno...; quiero decir, en la competencia…, ¡con la de cuñadas que están viniendo, dos o tres en cada avión! ¿El noveno...? ¡Si, ese; ese que tienta a los hombres, que de ahí nos viene a las mujeres este privilegio, esta ventaja, esto de la provocación permanente, irresistible…!
Ahora me dedicaré a las artes...; ¡a las malas artes, por supuesto! ¡Séase, a las artimañas! La vestimenta...; el maquillaje... Nada de eso me embaraza, que de todo he aprendido, que esta del Ifni también es una frontera: se entra pobre y se sale rico, que por algo este Orlando me llama Ricura cuando le sube la fiebre con eso de la lascivia…!
¡Pero qué bien hice, en aquella ocasión, en Verín, plantándome en el bachillerato..., para, de seguido, coger el bimotor, aquel DC-4 que bajaba por Sevilla, y que saltaba con los vientos del Estrecho... Aquellas sacudidas igual eran para despertarnos al Nuevo Mundo..., que hoy por hoy ya no es América sino África. ¡Nunca tal pensé, verme a caballo de Tetuán, y después en Casablanca..., para apearme aquí, en este Ifni, como si renaciese, como si me trajese una cigüeña! ¡Que viaje, Dios mío; nunca lo olvidaré!

De la iglesia al casino, atravesando la Plaza de España, de par del busto broncíneo del coronel Capaz, todo fueron ojeadas, de lo más diverso: Las moritas, con sus ojazos negros, brillantes, envidiosos de aquellas libertades de las españolas, de poder casarse con quien y cando querían. Los moros, con la llave de Granada en la faltriquera, nostálgicos de aquel tributo tan sano y tan satisfactorio de las cien doncellas... ¡Por lo que hace a los españoles, de envidia, cero! Todos felices, que todos tenían colchón, o posibilidades, pues aquel DC-4 de la línea regular no se cansaba de suministrar..., ¡almejas! En cuanto a las españolas, mientras siguiesen las quintas, mientras aquellos sorchis se peleasen por darle la papa, el gofio, a los niños, que lo preferían antes que aturar aquellos sirocos del campamento; criar niños para que los meciese la Patria, para que se measen en aquellos calzones culeros, color garbanzo, de los asistentes, la función ginecea era un deporte placentero, ¡y no les molestaba la competencia!

Los menos satisfechos eran aquellos tres o cuatro suboficiales, invitados por el cuñado de la novia, que bien sabían ellos que la entrada en el Casino, en su comedor, era circunstancial, por lo menos en tanto en cuanto no llegasen a teniente, cosa problemática tal y como estaba la escala, tal y como venía enjambrando la Academia de Zaragoza. ¡Aquí sí que rondaba la envidia, el rencor clasista!

Dos soldados de chaqueta blanca, camareros, mantuvieron abiertas, pero con las manos enguantadas, aquellas puertas de vaivén de la terraza del Casino, sin que por eso dejasen de rendirle a la comitiva, ¡a los comensales!, por lo menos un ciento de taconazos. ¡Ganancias para el zapatero, que siempre hubo alguien que ganase con las pérdidas de nuestro Ifni!
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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