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Mimetismo cultural

lunes, 25 de abril de 2022
Creo que es evidente que España, igual que las naciones europeas, son colonias del tío Sam y que su influencia es tan notoria que nuestras generaciones jóvenes se dejan arrastrar por las teóricas grandezas de su cultura, que en realidad se basa, históricamente hablando, en una amalgama de maleantes ingleses, irlandeses, y otra indeseable fauna, aderezada posteriormente con la importación, gracias a su desarrollo económico, de una serie de lumbreras muy variopintas de judíos, franceses, alemanes... con su dosis correspondiente de mafiosos italianos. Negar que hoy, en Estados Unidos, hay grandes avances en todos los campos, sería estar ciegos; ahora bien un sistema económico ultra capitalista, basado en la explotación más salvaje de sus semejantes, deja mucho que desear, y mirar el cielo, no impide ver el bosque.
No, no voy aquí a despotricar contra esa manera de ver la vida, que resulta evidente que a mí no me gusta, más tampoco con ello ensalzar a los regímenes opuestos, que tanto predican hermandad, igualdad y lisonjeras proclamas, todas ellas tan teóricamente ideales, pero con prácticas horribles de opresión, dictaduras y empobrecimiento.

Siendo pues ambos sistemas antagónicos, parecía que convendría el equilibrio, al menos eso me enseñaron a mí, por aquello de que la virtud estaba siempre en el término medio, y en ese camino me parecía estar instalada Europa. Pero la Historia nos enseña que dormirse en los laureles, recrearnos en nuestro chovinismo y negarnos a ver el declive propiciado por nuestros errores, conlleva ser absorbido por corrientes de pensamiento más modernas y, perdiendo nuestras peculiaridades, aceptar ser mimetizado por culturas ajenas, muchas veces falaces, pero más eficaces en los tiempos actuales.

Si económicamente China nos ha invadido con su Capitalismo disfrazado de Comunismo, y Estados unidos ha reforzado su Capitalismo ultraliberal, Europa se ha quedado contemplando el Partenón, fiando su economía a una industria obsoleta y dependiente, a una agricultura y pesca en declive, y a un turismo monumental y de playas. Ciertamente, se acabó el afán depredador europeo y fue sustituido en África, América latina y sudeste asiático, por ambas potencias, sobre todo China. Los errores se ven cuando surgen los problemas y resulta evidente que la dependencia energética, disfrutando en Europa de tanto sol y viento, ha sido un craso error. No sólo en el plano medioambiental, que resulta evidente que ambas son mucho mejores, sino por la dependencia que nos agarra por donde más duele.

En este contexto, Europa no supo o no pudo mantener esa dosis de equilibrio y, a base de recrearse mirándose el ombligo, se ha convertido en una sucursal del capitalismo yanqui con su alta dosis de mimetismo cultural. Y ahí era a donde quería llegar.
Evidentemente en este ambiente, donde la economía juega un papel tan trascendental, negarle al inglés su papel como idioma de negocios resulta absurdo, incluso como instrumento para viajar; ahora bien, aceptarlo como idioma en la creación artística resulta, desde mi óptica personal, patético para nosotros. Porque el inglés puede ser práctico, no sólo como lenguaje de comercio, sino también como medio de comunicación, pero eso no puede ser óbice para relegar el idioma propio y desposeerlo de su faceta creativa. Las mejores creaciones se realizan siempre con el lenguaje que cada cual domina y se expresa mejor.

Lo que resulta patético es el afán exacerbado de nuestros jóvenes por querer triunfar y aceptar a pie juntillas que la creación necesita el inglés como vehículo de expresión. Los Beatles utilizaban el inglés porque eran ingleses, Cervantes o Quevedo utilizaban el castellano porque eran españoles. Y así sucesivamente. Los tontos, usen el que usen, jamás aciertan en sus creaciones. Porque el arte implica personalidad, reflejar los sentimientos de la persona en su obra y eso conlleva todas las vivencias, incluida la lingüística.

Recuerdo mis años jóvenes en que veía el afán desmedido de muchas personas de mi generación por educar a sus hijos en la avaricia, aunque fuese inconscientemente. Parecía que las privaciones que pudieran haber sufrido ellos trataban de evitárselas de esa manera. Quizá el tiempo les haya corregido el error.

Hoy veo que mis paisanos gallegos trabajan denodadamente para que sus hijos dominen también el inglés; e incluso conozco algunos, generalmente, no sólo incoherentes, sino también incultos, que reniegan, hasta con agresividad dialéctica, del gallego, que, les guste o no, está incrustado en el ADN de Galicia. Pena me da mi antiguo amigo Antón das Regadas, que escribía en gallego: "O galego que non fala a lingua da súa Terra non sabe o que tén de seu, nin é merecente dela" (El gallego que no habla la lengua de su Tierra, no sabe lo que tiene de suyo, ni es merecedor de ella). Si bien ningún reproche hay en mis opiniones contra el estudio del inglés, del mismo modo quisiera ser entendido en mi defensa del gallego. Soy gallego, amo mi tierra y, consecuentemente, amo mi idioma. La cultura es sumar conocimientos, no restar.
Otro error dialéctico, a mi modo de ver, es el hecho de que quieran relegar el gallego a clases sociales humildes y arrinconarlo de la vida diaria. Debieran de saber que los idiomas nada tienen que ver con sus deseos o de la clase de política dominante. Los idiomas los hablan las personas en su vida cotidiana, sin mirar otra cosa que la comunicación. Un ejecutivo, cuando quiere que su interlocutor le entienda, adapta su lenguaje a su oyente. Después está el cretino que utiliza el idioma ajeno, muchas veces el inglés, para presumir de cultura y demostrar a su vez que es tonto. Pero tontos los hay en todos los idiomas.

Dicho cuanto antecede, escribo esto porque me resulta tristemente penoso leer las noticias o mirar la televisión y ver el afán desmedido de invadirnos con anglicismos que desvirtúan tanto el castellano como el gallego. Si mis paisanos, cada vez que organizan un festival, una aventura de montaña o cualquier otro evento, se creen muy originales titulándolo en inglés, me parece que debieran saber quienes son y donde viven. El otro día vi un "fest" que organizaba un tal Jordi. Antes era Xurxo o Jorge, pero no Jordi ni George. Pero repito, tontos los hay en todos los idiomas.

A veces, recordando mi antigua profesión me gustaría hablar con jóvenes de colegios sobre estos temas y recordarles que la escuela es el lugar de formación para la vida y que ésta requiere personalidad y valentía para defender los argumentos. Que los idiomas son vehículos de expresión para comunicarse las personas y su conocimiento nos enriquece. Que no hay idiomas mejores ni peores porque, si bien unos se hablan más que otros, cada cual tiene sus peculiaridades y sus matices. Que el arte utiliza muchos soportes y uno de ellos es la lengua, y que para la creación artística siempre el mejor idioma es el propio, por la sencilla razón que es que mejor permite expresarse a una persona. Que conviene huir de influencias esnobistas que nada aportan y dar rienda suelta al corazón y a la expresión del tipo que sea para crear. Lo superfluo, lo vano, lo ajeno es de de su dueño, no tuyo. Y el arte es autenticidad, sinceridad, personalidad y siempre belleza.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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