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Superficialidad y filosofía

miércoles, 20 de abril de 2022
Los que vivimos, como los viejos marineros sentados en el banco de la paciencia, observamos la vida con el catalejo de la distancia y la escuela de los años y, aunque ésta esté sometida a un loco frenesí, y la guerra nos sumerja en la tristeza, recordamos los alegres años en los que la vida tenía sentido y la paz era y es una eterna aspiración de las personas.

Pero no será la guerra de Ucrania y su barbarie la que desde aquí analice, sabiendo por experiencia que todas las guerras son disculpas para robar la riqueza ajena e instalar regímenes, teóricamente más justos, pero que jamás cumplen el noble propósito de acabar con la injusticia social. Las guerras son atroces abusos de los poderosos ante la indefensión de los inocentes. Ahora le toca a Ucrania, igual que ayer le tocó a Iraq o Vietnam. La paz sólo existirá cuando el hombre sea capaz de gozar de una filosofía de respeto y amor por sus semejantes y eso implica empezar por desmantelar toda la industria, que los romanos llamaban falazmente "para bellum", y sembrar en las casas, en las escuelas y en todo lugar el verdadero amor de Cristo, que es lo único que tiene sentido.

Por ello muy bien entendían los estoicos que no podemos controlar lo que ocurre a nuestro alrededor, pero si controlar lo que pensamos de esos eventos.

Y es aquí a donde quería llegar. La importancia de la filosofía para entender la vida. Porque, por mucho se hable de avances, de tecnología, inteligencia artificial, I+D... nada hay de momento como el uso racional de nuestra mente y me temo que, si bien puedan ser avances muy interesantes, todavía no alcanzan las capacidades de nuestra mente.

El problema de nuestra sociedad es que la demagogia, la ignorancia, el populismo y una serie de estupideces, cada cual más grosera, se instalaron en ella y los dirigentes son unos mediocres, más atentos a resultados electorales, que a usar el pensamiento crítico. Desprecian lo que desconocen, desde la Historia hasta la propia Filosofía. Y en ese contexto se puede entender lo que ocurre con la sociedad actual y como genera perplejidad ver como si tirar estatuas o los libros de Filosofía e Historia fuese la solución a sus problemas.

Para mí, la mayor carencia actual es que no se piensa, que vivimos en una atmósfera galopante de superficialidad que llega hasta a los niños y que meten miedo con sus ocurrencias. Son muchas las personas que viven pendientes de las chorradas (algunos trabajan como mulas para después tirar el dinero en bobadas) y están pendientes de los "influencers", de las majaderías de Gran Hermano o de la entrepierna de cualquier famosillo a los que adoran como dioses. La imbecilidad tomó carta de naturaleza y los viejos como nosotros estamos gagás.

Ayer, paseando mi mujer y yo con una señora amiga, hablaba ella de que llevaba cincuenta y seis años felizmente casada y sentía lástima de las generaciones actuales sobre todo de los niños, y yo le comenté que el mundo actual es otro. Que los jóvenes sufren, sienten y, en algunos casos, hasta viven como viviamos nosotros a su edad, pero que la sociedad cambió. Le dije que hoy se vive mucho para el postureo y que nosotros no sabíamos lo que era; que los hemos educado en el tener y hemos hecho del dinero las medida de todas las cosas, con tal fervor, que hasta los ricos son más buenos que los pobres; que el dinero conlleva presunción y estrategias de acaparamiento de riqueza muchas veces poco éticas; que la gente compite en todas las facetas de la vida con sus vecinos, pero jamás comparte la riqueza sin afán de ostentación; que hoy hay redes sociales y no les pregunte usted a estos geniales zombi, por aquello de pensar, lo que aportan al sistema productivo toda esa caterva de iluminados de las redes sociales; ni si, por ejemplo, oyeron hablar de principios éticos alguna vez, ni si creen en los derechos humanos de sus víctimas, ni se respetan la igualdad de sexos. Ni siquiera si son coherentes con todo lo que proclaman. La mentira y la falacia venden sobre todo en tiempos de ignorancia. Y toda esta gente escogió este nuevo timo como medio de vida, que por lo visto, reporta grandes ganancias. La picaresca, en una nueva versión.

A mi me da pena pensar que hoy tampoco nuestros jóvenes tienen viejos filósofos a su lado para hacerles comprender mejor la vida; cierto es que muchos todavía tienen abuelos que les dan todo lo material que pueden y necesitan, pero que siguen sin acercarse a ellos y hablarles con el corazón en la mano sobre los interrogantes que les puedan plantear.

No, no hace falta ser Sócrates ni Aristóteles, sólo hace falta ser capaces de reconocer los errores de nuestra vida y decirle a los chavales que hay valores mucho más profundos que el vil dinero. Que para mejorar el mundo debemos desterrar de nuestras vidas la avaricia, la razón última de los desencuentros; que el trabajo y el esfuerzo son, junto con los médicos, el mejor antídoto contra la depresión; que la vida sin sentido es una estupidez y un vacío que aboca a muchos a la desesperación; que el error es una constante en la vida del ser humano y uno debe habituarse a asumirlo para corregirlo; que la vida es un continuo aprendizaje y los libros fieles compañeros para el viaje; que vivir sin amor es la mayor desgracia que el hombre puede sentir; que los sentimientos de cualquiera merecen ser respetados, así como también las opiniones, costumbres y modos de vivir ajenos; que no vivimos solos, por mucho que nos lo parezca, porque a otros también les preocupa nuestra felicidad y porvenir; que siempre tenga en cuenta que nadie es más o menos que uno, porque no hay metro para medir esas cosas; que la comunidad y la calle, igual que nuestra casa, requieren normas de orden y respeto, al igual que la sociedad donde uno se incardina; que también hay obligaciones morales de compartir con los demás la ayuda mutua; que nunca se olviden de que tenemos obligaciones fiscales y debemos cumplir con justicia nuestras obligaciones y que los malos ejemplos de otros ciudadanos deben ser corregidos con eficacia y celeridad; que por desgracia, siempre hay quien sufre penuria afectiva, económica y mental y necesita nuestro apoyo; que es necesario cumplir las reglas del juego social y que los cambios que la vida requiere han de ser por consenso y pacíficos.

Sin duda caben muchos más consejos y más profundos que los míos, pero yo les cuento algunos porque considero que son muy necesarios y urgentes. La deriva mental requiere cura, sensatez, mesura, sinceridad... Medicinas para curar tanta pócima, tan absurda como peligrosa, para todos, especialmente para aquellos que queremos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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