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Los sueños, savia de la vida

viernes, 25 de marzo de 2022
Tengo un amigo, como ya sabe el lector, que me cuenta cosas y, ante mi ilusión por cambiar la realidad, me habla del realismo trágico y de la desidia de la sociedad para implicarse en dicha labor. Le hablo de las peuqeñas cosas de la convivencia diaria que nos harían la vida más agradable, al menos eso pienso yo, y que sólo requieren ser asumidas por quiencorresponda. Me quejo, por ejemplo y según algunos como viejo cascarrabias, del abuso que realizan los señoritos aparcando sus coches donde les sale de allí. Me responde que son amigos de quien tiene que vigilar. Pregunto porque no los sancionan y porque veo que los vigilantes en cuestión pasan con frecuencia ronda por los bares. Mi amigo, muy comprensivo él, me contesta que tienen derecho a horas de descanso que casualmente coinciden conmigo para verlo. Le hablo que hay muchas personas quwe arrojan el agua sucia de limpiar sus casas o negocios a la calle y me contesta que nadie corrige nada, que ningún vigilante los ve porque no tiene voluntad de enmendarlo. Vuelvo a preguntar porqué en los parques y jardines públicos no hay flores, y me dice que la gente las roba y se las lleva para casa o que se pisan sin cuidado alguno y que las autoridades están hartas de no ser capaces de lograrlas. Le comento que se permite el feísmo en balcones y aceras, y me remite a que son cuestiones de las comunidades de vecinos, cuando todo el mundo debiera que son atribuciones de los ayuntamientos. Protesto porque la gente sigue fumando en las terrazas, y me contesta que a lo mejor están acompañando a algún concejal, siempre más pendiente de que lo vote que de cumplir con las leyes. Es lo que se llama hacer la vista gorda. Me levanto de cama, a las tres de la mañana, porque la movida no me permite dormir y alego el artículo 24 de los Derechos Humanos y el 40 de la Constitución Española y me dice que los distintos gobiernos locales, de uno y otro signo, no afrontan el problema jamás, a pesar de laas reiteradas quejas. Me dice también que una vez más me contestarán con la eterna cantinela de las autoridades de "tomaremos medidas", que puede estar muy bien para las fotos en los periódicos, pero ineficaz para el derecho ciudadano al descanso. Que cabe el recurso de una denuncia al ayuntamiento en cuestión, pero el problema es que la indemnización se paga con dinero de los ciudadanos, no con el pecunia de los responsables políticos. Que eso se llama prevaricación, pero ningún ciudadano se enfrenta a ellos.

Evidentemente, soy un cascarrabias. Y hasta ahora siempre había creído que era un ciudadano que procuraba el bien común. Por lo visto, quien denuncia y combate los abusos, quien reclama sus derechos, quien paga sus impuestos, quien exige que se cumplan las leyes, quien critica lo que ve mal para contribuir a mejorar su entorno, esa es una mala persona. Gracioso, simpático, ocurrente, un crac, una bellísima persona... es el que abusa, destroza el mobiliario urbano, berrea, a las cuatro de la mañana, como lo que es, roba las flores de los jardines y realiza otras lindezas. Así funciona la sociedad de este indecente mundo. Aquí abunda la poca reflexión, se evitan los problemas aceptando los abusos, se calla y consienten las actitudes de menosprecio de los derechos ajenos, se huye de la verdad escapando para no ser testigo, se busca que otros den la cara cuando hay un problema y hasta sibilinamente se recurre a ellos para esconder la propia cobardía. Este es el mundo que parece gusta a la mayoría. Dice mi amigo: quizás tengas razón, pero mañana seguirás sufriendo el mismo panorama.

Pienso la cosa no acaba aquí, puesto que no es cuestión de este o aquel partido, porque a la hora de la verdad los vicios que acabo de contar corresponden a legislaturas diversas y no se circunscriben a un pueblo, sino que son extrapolables a los que ocurren en otros de cualquier sitio de España. Lo que no justifica en absoluto la desidia de los responsables donde pueda ocurrir. Lo curioso es que hay a tal fin normas, leyes... Pero les pasa lo de las cabezas, que si no se usan, se atrofian. Y por lo visto, muchas ordenanzas se atrofian. De las cabezas, ya parece inútil hablar.

Y el problema mayor, no es ser cascarrabias, que no sería el primero, sino que la desidia llegue a los responsables políticos, generalmente gente joven, que presume de ilusión, de querer mejorar el mundo, que son personas presuntamente más formadas y dicen ser más cultas- miden la cultura por títulos. Ni que decir tiene que el movimiento se demuestra andando. Es gente que, supuestamente, goza de iniciativa, talento y talante, que se esfuerza, que presume de la belleza y amor a su pueblo y que como contrapartida parece tener una autoestima desorbitada, ajena, también aparentemente, a la opinión de los demás. No hay como la soberbia para la egolatría. Son gemelas y malas consejeras. Y lo peor de querer cambiar las cosas, es que tenga razón Julio Iglesias: "Unos que vienen, otros que se van, la vida sigue igual. Siempre hay por quien sufrir y a quien amar."

Y en política, dice un refrán gallego: "Cambearás de capador, pero non de ladrón" (Mis lectores castellanos lo entienden).

Y si uno se traslada a una gran ciudad, básicamente, los problemas son los mismos multiplicados por la población. Mantener la ciudad limpia es un saco de despilfarro sin fondo; ni tampoco hay dinero que llegue para reponer papeleras o limpiar pintadas, que pudieran ser verdaderas obras de arte con los permisos de los propietarios. Si, cierto es que se invierte en jardines y bancos para solaz ciudadano, para actividades recreativas y otros servicios públicos, pero resulta que, pasado poco tiempo, está deteriorado. Que si pintadas, que si canastas rotas, que si los jardines convertidos en aparcamientos o cagaderos de perros. Porque hay areneros y personas que recogen los excrementos, pero todavía queda mucha labor de concienciación y mucha trabajo de control de su conservación. Sirva de ejemplo que vi a una persona, cuyo trabajo está relacionado con la salud, permitiendo a su perro beber en el grifo de una fuente pública. Y seguro que usted vio otras cosas.

Pero todo esto, y otras actuaciones pudieran ser corregidas, si determinados profesionales, cuya labor es velar por el bienestar de la ciudadanía, cumplieran con su deber. Pero malamente se puede realizar esa labor si se dedican a visitar bares y más bares. Estamos en los tiempos de las falacias y las disculpas y seguimos manteniendo los vicios de antaño. Los servidores públicos, del tipo que sean, tienen unos reglamentos y unas funciones muy específicas, así como un sueldo que para si quisieran muchos ciudadanos, y debieran cumplir con sus obligaciones. Evidentemente, si las autoridades son permisivas, lasas, pasotas, amigas de compadreo, permisivas con determinados negocios y personas... entonces las pequeñas o grandes corrupciones pueden ser motivos claros de agravios, abusos e injusticias. Y no sólo eso, personas que hemos realizado críticas de este estilo hemos sufrido las represalias de las maneras más sibilinas y torticeras posibles. Los Miserables ya es una veterana lección de Víctor Hugo. Si, hemos sufrido amenazas y ataques en nuestro patrimonio. Y nadie ha querido enterarse. ¿Desidia? ¿comodidad? ¿directrices políticas?...

Mientras, estoy escribiendo, y temblando a la vez, porque ya me han avisado muchas veces de que tenga cuidado con lo que digo, que si me pueden buscar las cosquillas y denunciarme por injurias y otras lindezas. Creía yo, a estas alturas de la vida, que aquellas leyes franquistas, con las que siempre me amenazaron, habían cambiado y que con la ya veterana Ley de Libertad de Expresión me permitía decir lo que veo, ve la gente y que necesita ser mejorado. Pero no estoy muy convencido.

No se trata aquí de ofender ni molestar a nadie, sino de corregir y mejorar la sociedad. Nada ni nadie pueda limitar nuestro derecho a criticar lo que funciona mal. Una cosa es respetar la ley y a las autoridades, y otra muy distinta es que la leyes existan, no se respeten y no se hagan cumplir por la comodidad de quien tiene esa misión. Nadie estamos exentos de cumplir con nuestras obligaciones cívicas, pero hay que utilizar el mismo rasero incluyendo a gestores y personal a su cargo.

Dicen los científicos que, para que las teorías puedan ser ciencia, necesitan sus fases. Pues bien, les diré: quien esto suscribe pasó por la observación, hipótesis, experimentación, conclusión y ahora estoy con la publicación y comparación.

Así que lector, si tiene alguna duda, aplique la ciencia. Y verá la realidad de su medio. Y verá que esto es ponerse a mear y no echar gota. Y me parece que hay que arreglar algo de una vez por todas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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