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Un abrazo 38 años después

jueves, 17 de marzo de 2022
Tuve la oportunidad de tener un encuentro con el Embajador de la República Argentina en el Reino de España, Dr. Ricardo Alfonsín, organizado exitosamente por el Consulado Argentino de Cádiz.

Nos sorprendió la llegada del convocante en mangas de camisa, ya que todos los presentes cumplíamos con el protocolar "elegante sport",es decir saco (chaqueta en Andalucía) y sin la soga al cuello (corbata). Yo pensé que me iba a encontrar con el Sr. Embajador, pero el que apareció en la reunión y estrechó mi mano fue como un amigo, un compañero de facultad al que hacía un montón de años no veía.

Yo no lo conocía personalmente, pero coincidimos en un lapso de tiempo cuando él trabajaba con su padre, el Dr. Raul Alfonsín, y yo participaba en un pequeño pueblo de la Provincia de Buenos Aires en la campaña por su elección, allá por 1983. Por amistad con los seguidores de "Chupete" De la Rua, apoyé a este en la interna, pero al ser claramente derrotado por el que se transformaría en el presidente más respetado de Argentina en los últimos tiempos, Raul Alfonsín, me adherí a su campaña.

Incluso llegué a presentar en un acto proselitista al Dr. Antonio Trócoli, también alineado con De la Rua pero después de la interna con el candidato triunfante. Como debe ser. Fue la vez que estuve más cerca del poder político, sentado junto al futuro Ministro del Interior. Aunque también conocí al futuro Ministro de Salud Pública, Dr. Aldo Neri, director de la Escuela de Salud Pública donde cursé mi Máster. Personas decentes, capaces y muy preparadas, que ya habían demostrado lo que eran antes de asumir sus respectivos cargos.

Recordamos juntos la esperanza que inundó a los argentinos cuando su padre arrasó en las urnas. Veníamos de vivir el nacimiento de grupos guerrilleros como Montoneros, que se estrenaron asesinando al ex presidente militar de facto Aramburu, del Ejército Revolucionario del Pueblo, con los asaltos sangrientos a cuarteles, comisarías y bancos, y otros grupos de siglas parecidas. Todos, incluso los "soldados de Perón", como se autodenominaban los Montoneros, recibieron apoyo logístico, financiación, refugio para los jefes e incluso la administración del dinero que obtuvieron en los secuestros, en un país del Caribe.

Después llegó la masacre de Ezeiza, los sindicatos armados, la Triple A, el golpe militar, la brutal represión, los desaparecidos, el robo de bebés, la absurda guerra de las Malvinas, el general Galtieri paseándose por la Plaza de Mayo aclamado como un héroe, la derrota, los cuerpos de los soldados argentinos aún no identificados en suelo malvinense y las primeras elecciones democráticas con la ilusión, encabezada por el Presidente Alfonsín, de recuperar ese gran país que fue Argentina. No pudo ser...

Yo tuve la suerte de abandonar el país en 1989 y no vivir la destrucción de la estructura de la Nación por una manga de dinamiteros. Y siguió la "Pizza con champán", el asesinato del hijo de un Presidente electo que jamás se investigó, la hija de otro presidente que guardaba varios millones de dólares en efectivo en una caja de seguridad, un montón de asesinatos de fiscales, jueces y comisarios nunca aclarados, una gran corrupción, y las manos del cadáver del General Perón que tampoco aparecieron.

Y así estamos. Yo, como miles de argentinos, en España.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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