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Nueva carta de mi abuelo

miércoles, 16 de marzo de 2022
Querido nieto:

Como quiera que ya te has hecho un hombre, pues siete primaveras han transcurrido desde que he abandonado la "casa de tus padres...", te escribo esta carta para expresarte mis sentimientos que, aunque lejanos, no por eso en su momento, menos dolorosos.

Cada visita que recibimos, en este asilo que tan bien me arropa, es para nosotros un motivo de gran alegría, porque recibimos tan pocas..., pero, ¡vaya!, no puedo quejarme, ya que al fin en contrapartida, Dios me ha dado salud y años para ir amando cada vez más la vida y a todos los que aquí me rodean. Y esto es así, porque cuando algunos se van yendo para la otra orilla, en este lugar se respira una quietud infinita, diríamos, como si nos anestesiaran.

Me tratan muy bien, y aunque a veces yo respetuosamente sugiero alguna cosa para mejorar el sistema, el personal de esta "casa" me dice tranquila y educadamente, que claro, ellos, son unos "mandados"; y yo los comprendo. Al fin, deben seguir unas normas.

Hoy, deseo manifestarte que mi vida en el exterior de estas cuatro paredes, era ya insostenible. Fue un error el haber invitado a tu madre y a su recién creada familia, a estar conmigo en casa; luego que enviudé. Pero claro, tienes que comprender que ella y tu padre, no tenían un ingreso mínimo para poder vivir y alimentaros a ti y a tu hermana. Y, así, creí que debía ayudarles vendiendo mis propiedades y dándoles todo lo conseguido, porque pensaba: "...esto quizá sea lo último bueno que puedo hacer por todos ellos...".

Poco a poco y, sin darme apenas cuenta, fueron apartándome de su vida diaria, y negándome todo intento de comunicación alegre con ellos, y con vosotros. Todo les molestaba. Mis deficiencias motrices de paso vacilante..., cómo cogía la cuchara..., mis derrames de comida sobre la mesa..., mis deficiencias auditivas... Yo les oía murmurar quedamente "...este viejo es un latoso, ya se podía ir muriendo...".

La verdad, querido nieto, es que siempre me he caracterizado por ser una persona prudente procurando no molestar a nadie.

Mis recuerdos de vida, fueron desapareciendo, las pequeñas cosas que formaron parte de ella, se volatilizaron.

Mi pequeño capital conseguido con el esfuerzo y la pensión de jubilación, eran en otra hora suficientes para mantenerme en un mínimo bienestar vital. Pero, con el paso del tiempo, sus caras cambiaban cuando veían que tomaba algo de la nevera, o un pequeño trozo de chocolate de la despensa. Todo al fin, que yo había comprado con mi dinero.

Sin embargo, siempre les disculpaba y, pensaba: "...bueno, por un quítame allá esas pajas, no me voy a enfadar, al fin, son mi hija y mis nietos".

Tú y tu hermana, no os quedabais atrás en la carrera emprendida por vuestros padres. Os reíais de mí por cualquier mínima deficiencia. Erais muy irrespetuosos e hirientes con vuestras palabras soeces. Algún día, en lugar de saludarme, me ignorabais, me escupíais, o me echabais la lengua.

A instancias de tu padre, me relegaron a una pequeña habitación, destinada en su día al habitáculo de trastos, al que en familia llamábamos "el baúl de los recuerdos". Y eso, al fin y a la postre, era el sentimiento que en mi se alojada, "un recuerdo".

Gracias a Dios, como te he dicho, siempre gocé de una salud de hierro y, no era prácticamente nunca necesario llevarme a la consulta médica, pero cuando llegaba la época de vacunación, debía pagarles por el acompañamiento y el desplazamiento en coche. Sí, ése que yo les había regalado.

La debilidad de carácter de tu madre y, el fuerte de tu padre, convirtieron aquella unidad familiar en una dictadura.

En cierta ocasión, recuerdo que le eché en cara a tu madre, esa falta de carácter, diciéndole que si seguían así, tendrían que marcharse, pero bruscamente me respondió, que si no recordaba que les había donado todo, y que la propietaria ahora, era ella. Por lo que, quien debía marcharse de casa, tendría que ser yo...

De mi casa, la que había junto a tu abuela, adquirido con grandes esfuerzos...

Querido nieto, esa fue la gota que colmó el vaso. Con gran esfuerzo y, por mi cuenta, arreglé todos los papeles necesarios para poder instalarme en esta institución en la que vivo.

Eso sí, cuando se aproximan las fechas de Navidad, o las vacaciones de verano; tiempo de pagas "extra", mi hija, me viene a visitar, porque sabe que yo sigo siendo su padre, queriéndola más que a mí mismo, y precisamente por eso, yo le regalo la mayor parte de mis pequeños ahorros anuales, y con una gran sonrisa, le indico claramente que todo ha sido perdonado en mi corazón.

Y tú, querido nieto, que con tanta paciencia has leído estas líneas, te solicito que ayudes en lo posible, a todos aquellos ancianos necesitados que, angustiados por su soledad, requieran sentirse un poco menos en su abandono e incomunicación, ya que en su postrer etapa de vida, han caído en desgracia, y no tienen dónde dejar reposar sus últimos sueños.

A ti, querido nieto, y a todos los que estas líneas estáis leyendo, os llegará vuestro invierno, el invierno de vuestras vidas. Quiera Dios que no os ocurra lo que a mí. Preparad entonces ese invierno, cuando todavía estéis en vuestra primavera...
Méndez, Ricardo S.
Méndez, Ricardo S.


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