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PSICOLOGÍA DE JESÚS (I)

martes, 14 de mayo de 2002
SUMARIO
1. Un poco de historia sobre el tema.
1.1. De la fe en Jesucristo a la psicología de Jesús.
1.2. Las cuatro proposiciones de la Comisión Teológica Internacional (CTI) de 1986.
1.3. Desde los prejuicios y el reduccionismo psicológico: psicoanális de Freud.
1.4. Algunos estudios psicológicos recientes sobre Jesús.

2. Cuestiones epistemológicas y metodológicas.
2.1. El Jesús de la historia y un estudio psicológico de Jesús.
2.2. Sentido de nuestras reflexiones psicológicas.

3. Aspectos psicológicos de la figura de Jesús.
3.1. Jesús de Nazaret: personalidad religiosa singular.
3.2. Nuestra utilización de la paradoja para caracterizar la figura de Jesús.
3.3. Las imágenes de Dios en Jesús y en su mensaje de Evangelio.
3.4. ¿Hasta que punto Jesús fue consciente de su misión mesiánica?.

4. A modo de conclusión.

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A un psicológo cristiano, no le resulta nada fácil escribir algo que quiera ser psicológico sobre Jesús de Nazaret simplemente por el hecho de su propia fe, que le vincula en una estrecha e íntima relación, en la cual su realidad humana participa, en misteriosa unidad, con su realidad divina de Hijo de Dios, según el dogma trinitario. Ahora bien, el discurso psicológico ha de ser asequible a creyentes y no creyentes, por la neutralidad que le confiere el conocido principio de exclusión de la transcendencia (Flournoy, Th, 1902), derivado del hecho de la falta de competencia de los métodos científicos para afirmar o negar el contenido de las afirmaciones transcendentes de la fe religiosa, especialmente cristiana. Los no creyentes, por su parte, corren el riesgo de no respetar la neutralidad a causa de sus prejuicios, con mucha frecuencia antirreligiosos. Nosotros intentaremos ser fieles a dicho principio, poniendo entre paréntesis, en cuanto psicólogo, la fe en la divinidad de Jesús, dejando hablar sin más a los datos de que dispongamos, asequibles a cualquier investigador. No se confunda esto, sin embargo, con no tener en cuenta el dato de dicha fe, en su dimensión psicológica de vivencias afectivas, representaciones cognitivas y demás componentes que influyen dinámicamente en la conducta del creyente e incluso en los que no creen: nosotros sí contaremos con ello, pero trataremos de evitar emitir juicio alguno sobre la objetividad o ilusión de sus contenidos.

1. UN POCO DE HISTORIA SOBRE EL TEMA
Echamos un vistazo retrospectivo a algunos de los intentos de tratar el problema de la psicología de Jesús, comenzando por los que pretendieron resolverlo partiendo de la fe y utilizándola como elemento explicativo contraviniendo así el principio de exclusión de la transcendencia.

1.1. DE LA FE EN JESUCRISTO A LA PSICOLOGÍA DE JESÚS
Que, por ejemplo, Huarte de San Juán, en su Examen de Ingenieros para las ciencias, afirme que Jesús tuvo un temperamento completamente 'templado' del que provenía la máxima perfección natural, 'pues el Espíritu Santo lo compuso y organizó' (Huarte, 1976, 305), lo disculpamos, por estar escrito en 1575. Más difícilmente comprendemos hoy, siguiendo dentro del ámbito español, que un psicólogo de nuestros días utilice un lenguaje bastante parecido, en un largo capítulo de su Introducción a la ascética diferencial, titulado: 'Jesucristo, clave de la ascética diferencial. Un 'hiperhagionormo'. A pesar de decirnos que su trabajo tiene un carácter 'científico-positivo' y 'en gran parte de sabor caracterológico', de hecho se está remitiendo al factor dogmático, sólo constatable por la fe, de la unión con el Verbo divino como factor dinámico-diferencial de su psicología (cf.Roldan, A. 1960, 294s.). En este contexto, presenta las diferencias de la humanidad de Cristo no respecto a otros individuos, sino al propio homo sapiens como especie, situándose plenamente en el dogma: "la unión hipostática es la raíz de todas las notables diferencias ontológicas, de las que se siguen otras psicológicas y morales" (Idem, 398-399).
En esta polémica, que recuerda viejas discusiones de escuela en las Universidades de la Iglesia, aparecen dos autores con la defensa de sus respectivas tesis sobre la unidad psicológica de Cristo y su autoconsciencia: el jesuíta francés Paul Galtier, y el sacerdote italiano Parente. Partiendo ambos de la premisa de fe de que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, Galtier se sitúa más en la humanidad de Cristo, siguiendo un poco a su hermano Suárez, mientras Parente se muestra más tomista poniendo de relieve la divinidad (cf.Galtier, 1939; Parente, 1951).

1.2. LAS CUATRO PROPOSICIONES DE LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL (CTI) 1986
Dentro de esta problemática más bien eclesial y predominantemente pastoral, más que propiamente psicológica, pero teniendo en cuenta numerosos estudios sobre el Cristo histórico y el Cristo de la Fe, en los últimos tiempos, entre los años 1983 y 1985 la Comisión Teológica Internacional se propuso estudiar este tipo de cuestiones, elaborando por fin un Documento redactado y aprobado en la sesión plenaria del 2-7 de octubre de 1985, y publicado en Roma el 31 de mayo de 1986, titulado: De Jesu autoconscienctia quam scilicet ipse de se ipso et de sua missione habuit. Quatuor propositiones explanantur. He aquí su traducción:
1ª. La vida de Jesús testifica la conciencia de la propia relación filial al Padre. Su comportamiento y sus palabras que son las del "siervo" perfecto implican una autoridad que supera la de los antiguos profetas y que pertenece a Dios solamente. Jesús alcanzaba una tal incomparable autoridad por su singular relación con Dios, a quien llamaba "Padre mío". El tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y, en este sentido, de ser él Dios.
2ª. Jesús conocía la finalidad de su misión: anunciar el Reino de Dios y hacerlo presente en su persona, en acciones y palabras suyas, a fin de que el mundo sea reconciliado con Dios y renovado. Aceptó libremente la voluntad del Padre: entregar su vida para la salvación de todos los hombres; sabía que él había sido enviado por el Padre para servir y dar la vida "por muchos" (Mc 14,24).
3ª. Para realizar esta misión salvífica, Jesús ha querido reunir a los hombres en vistas al Reino y convocarlos junto a sí. Para este fin, Jesús ha llevado a cabo actos concretos, cuya única posible interpretación, tomados en su conjunto, es la preparación de la Iglesia que llegará a constituirse definitivamente en la época de los acontecimientos de la Pascua y de Pentecostés. Es, por tanto, necesario afirmar que Jesús quiso fundar la Iglesia.
4ª. La consciencia que Cristo tiene de ser enviado por el Padre para la salvación del mundo y para todos los hombres que serán convocados como pueblo de Dios implica, de misterioso modo, el amor a todos los hombres hasta el punto de todos podemos decir: el Hijo de Dios "me amó y se entregó él mismo por mí" (Gal 2, 20).
Estas cuatro proposiciones son apoyadas, sobre todo, por multitud de citas de textos evangélicos (CTI, 1986). También aquí se podría hablar de una especie de "psicología" racional implícita de corte teológico dirigida a creyentes cristianos.

1.2. DESDE LOS PREJUICIOS Y EL REDUCCIONISMO PSICOLÓGICO: PSICOANÁLISIS DE FREUD
A la inversa del apartado anterior; abundan y sobre todo abundaron en el siglos XIX y XX sociólogos, psiquiatras y psicólogos agnósticos o claramente ateos, incapaces de desprenderse de sus prejuicios anti-religiosos y/o anti-cristianos al pretender estudiar no tanto la personalidad de Jesús directamente, sino más bien aspectos de la religión establecia por él. No haremos más que ocuparnos, a modo de ejemplo paradigmático, del fundador del psicoanálisis, por la influencia que ha tenido en variados campos de las ciencias humanas.
A primera vista extraña que siendo tan genialmente sutil en el estudio de otros personajes, comenzando por el propio Moisés, cuya realidad histórica queda tan separada de los textos que hablan de él, Moisés y la religión monoteísta (1939) con la calificación de "un cierto agitador político-religioso", que le habría servido a Pablo de Tarso de pretexto para fundar el cristianismo, separándolo de la religión judía. En el fondo psicoanalíticamente mirado, sustituye implícitamente al Jesús histórico por ese llamado "mito científico" del asesinato del Padre de la horda primitiva, que Freud habría expuesto en Totem y Tabú, y que por retorno de ese crimen "reprimido", se habría originado la "religión del Padre", y ahora, a través de Pablo, el Crucificado, por ese primordial parricidio, se convierte en el Hijo divinizado, sustituyendo al Padre, y quedando de este modo cristianismo como "la religión del Hijo", en una evidente regresión edípico-narcisista (Freud, 1981, III, 3293 s). Todo queda, pues, en la nebulosa mítica, no siendo tampoco la comunión cristiana otra cosa, en el fondo, que la rememoración ritualizada de la primera comida totémica, sustitución a su vez de la primordial orgía en la que los hermanos devoraron al padre asesinado para apoderarse de sus poderes mágicos.
Si hasta nuestros días, una serie de psicoanalistas continuaron en esta línea trazada por Freud, no faltaron tampoco críticos, comenzando por el pastor protestante Pfister, amigo personal suyo, que mostraron la incapacidad del psicoanálisis para dictaminar el valor objetivo de los contenidos de fe sobre la religión cristiana y, en particular, sobre Jesús. Más todavía, algunas investigaciones muy rigurosas han probado la cantidad de prejuicios anticristianos que actuaban en la propia mente de Freud, en parte de modo inconsciente (cf.Cabezas, R. 1989, caps.II-III; Zahrnt, 1974, 98).
Una gran parte de trabajos psicoanalíticos lo hacen, con mucha frecuencia, de forma reductiva y tan subjetiva que refleja mucho más las fantasías de analista que la subjevidad real del analizado, sin ofrecernos apenas información alguna sobre la personalidad de Jesús (Caballero, A., 1994, 232s).
Otros psicólogos profundos, como Jung, si bien valoran positivamente la figura de Cristo, tienden a verlo más bien en el sentido simbólico-mítico desde las producciones arquetípicas, sobre todo viendo a Cristo como símbolo de Sí-mis-mo (Selst), según aparece en el centro de los mandalas cristianos; así como estudiando la religión en su "funcionalidad" terapéutico-pastoral (cf. Jung, C. G., 1957, 371s; 1986, 49-81; Vázquez, A., 1998). En esta última línea, hay actuales jungianos que estudian a Jesús como "terapeuta", o bien lo ven como la perfecta armonía de las dos figuras del "alma", Anima- Animus, como H.Wolf y otros que citamos a continuación.

1.4 ALGUNOS ESTUDIOS PSICOLÓGICOS RECIENTES SOBRE JESÚS
Hasta cierto punto sigue cierta, diez años después, la constatación de Vergote sobre la carencia de un estudio serio de la personalidad de Jesús de Nazaret, desde la psicología de la religión, y la escasa atención prestada asimismo por los teólogos a este tipo de análisis (Vergote, 1990, 7). De todos modos, la figura de Jesús, presentada por el Evangelio, provoca actualmente ciertas investigaciones psicológicas, casi siempre colaterales, desde perspectivas diversas, y con un valor científico muy desigual. De las que ofrecemos una pequeña muestra, en reducida síntesis.
"Los arquetipos de Jung y la personalidad de Jesús en los sinópticos": Se trataba de ver cómo los símbolos arquetípicos del anima y animus se mostraban en las parábolas y otras narraciones evangélicas, según el método de correlaciones (Stahlke, P.–E. 1990).
"Jung y la Cristología": El autor parece esperar que ciertos elementos del pensamiento jungiano sean una buena ayuda para revitalizar la Cristología para muchos creyentes de hoy, en cuanto que, para él, Jesús aparece como una especie de encarnación del arquetipo central o Sí-mismo (Selbst). Jung destacó, sin embargo, que Jesús representa sólo la parte luminosa del arquetipo: sólo el la futura encarnación del Espíritu en el hombre creatural podrá llevarse a cabo la auténtica cristificación, en un verdadero proceso de individuación cristiano. Finalmente, si bien Jung ofrece valiosos recursos a la Cristología, la teología deberá hacerle serias objeciones críticas a su particular exégesis, demasiado inmanentista y con cierto sabor "gnóstico" (Chapman, G. C., 1997).
"La ley del amor de Jesús y las fases de razonamiento moral de Kohlberg": La conclusión de este trabajo es que la Ley de Amor de Jesús combina lo convencional y lo postconvencional, subsumiendo la letra de la ley en el espíritu de la ley; y esto se relizaría no sólo en las enseñanzas de Jesús sino también en su propia personalidad (Clouse, B. 1990).
"De Jericó a Jerusalén. El buen samaritano de una dirección diferente": Después de analizar los autores detenidamente las dimensiones de esta conocida parábola de Jesús, partiendo de estudios sobre la conducta de ayuda, concluyen que se muestra aquí el profundo conocimiento de Cristo sobre íntimos aspectos de la conducta humana (Hoyer, ST, y Mc-Daniel, P. 1990).
"La auto-realización como un título cristológico contemporáneo": ¿Se podría tomar la self-actualization de Maslow como un posible modelo cristológico, después de una lectura de las narraciones evangélicas, desde esta clave? Así parece defenderlo el autor, basándose en que la figura de Jesús, allí diseñada, se acomoda bastante al resultado del cuidadoso análisis de las 14 características de dicha "actualización de Sí-mismo": aceptación, espontaneidad, simplicidad, naturalidad, centramiento de los problemas, necesidad de intimidad, autonomía, frescura continuada de aprecio, experiencias-cumbre, espíritu de solidaridad, relaciones interpersonales, estructura democrática de carácter, discriminación entre medios y fines, filosófico y nada hostil sentimiento del humor, creatividad y transcendencia (Galbreath, P. 1991).
"Las parábolas de Jesús: Una aproximación psicosocial": Se analizan -según el Frame Analysys de E. Goffman- varias parábolas, tales como Invitados a la Boda, Obreros a la Viña y el Hijo Pródigo, tomándolas como documentos psicosociales, y describiendo las reacciones de los individuos a las correspondientes situaciones sociales que narran las parábolas, de carácter conflictivo, donde los sujetos se ven obligados a elegir una función determinada (King, J. R. 1991).
"Marta y María": En este tema clásico en la tradición eclesial de María y Marta como signos de contemplación y acción, la novedad de este trabajo está en relacionarlo con la tipología jungiana de introversión-extroversión, uniendo el primer tipo al tema del silencio como característica de la comunicación femenina, y haciendo, finalmente, ver cómo Jesús tomó partido por la contemplativo-introvertida María sobre Marta, la extravertida.(Dorella,A,1998).
"Correlaciones de una imagen de la personalidad de Jesús: análisis hostoriográfico, utilizando el Modelo de 5 Factores de personalidad": En esta investigación, una muestra de ambos sexos, desde grandes adolescentes hasta ancianos, evaluaron a Jesús, utilizando una técnica de carácter comprensivo de personalidad. Su perfil historiográfico resultante fue, en resumen: la figura de Jesús les resultaba trandemente simpático y aparecía siempre ayudando a los demás, sobre todo a los más necesitados. Por otra parte, destacaron también que se le veía como manteniendo una especie de autonomía. (Piedmont, R. L., Williams, J. E. G. y Ciarrochi, J. W., 1997).
"La búsqueda del Jesús psicológico: influencias de la personalidad sobre las imágenes mentales de Jesús": A tres muestras diferentes, bastante amplias, de escolares y adultos practicantes, se le aplicó el Cuestionario de Personalidad Revisado de Eysenck, para obtener el perfil de personalidad de cada uno; y a la vez una forma modificada de dicho cuestionario para lograr el perfil de la imagen de Jesús, presente en ellos. Los resultados demuestran correlaciones significativas entre el perfil de la propia imagen y de su imagen de Jesús (Francis, L. J. y Astley, J., 1997).
"Quién piensa él que es: Anotaciones a la psicología de Jesús": El autor es un psicoanalista que rechaza el que se le califique de síndrome de Jesucristo a una personalidad narcisista preocupada por salvar a otros. Defiende, en cambio, algo que a muchos puede parecer chocante, pero que tal vez pudo ser provocado por la reacción del propio Freud a la muerte de su padre. Se trata de interpretar el paso de Jesús de su vida oculta en Nazaret a su vida pública, como una especie de intento por resolver problemas edípicos, al morir su padre José. Y en torno a ese trauma de duelo paterno giraría su "depresiva" creencia en la inminencia del fin del mundo, así como su deseo de reencuentro con el padre muerto, en el trasmundo (Chessick. R. D., 1995).
"Identidad social, envidia de status y el Abba de Jesús": Se pretende derivar de un llamado problema de orfandad paterna de Jesús conclusiones sobre su identidad social, su defensa de la mujer en situaciones de peligro, su amor a los niños y esa peculiaridad del trato dado a Dios de Abba, expresión cariñosa y familiar dirigida al padre (von Aarde, A., 1997).
"La relación de la sabiduría con el liderazgo transformador: ilustrada por el Jesús histórico: Es ésta una curiosa disertación, en la que se toma la sabiduría de Jesús, tomando como criterio aquellas parábolas que los estudios histórico-críticos han dado como atribuibles a él, para ver como funciona, con eficacia, en situaciones de crisis o caos de carácter psicosocial, comparándola con la sabiduría simplemente psicológica de los líderes capaces de producir transformaciones sociales más o menos profundas. La conclusión es que Jesús sala muy bien parado en dicha comparación, en la que sobresale la superioridad de su sabiduría, que ilumina, trasforma y da seguridad (Morse, M. K., 1996).
"Los refranes galileos y el sentido del "Yo": Defiende Erikson que los refranes y parábolas que Jesús utilizaba en sus predicaciones intervienen en la formación del Yo y del Nosotros, esto es, en el proceso de Identidad, en el sentido de una mayor concientización del Yo individual y de una mayor universalidad a la vez del Nosotros. Jesús habría contribuído así, en ese momento histórico, a la emergencia de una nueva conciencia personal y colectiva. (Erikson, E. H., 1996).
"La psicología de la Resurrección: Una comprensión de la personalidad humana basada en la vida y enseñanzas de Jesús: Del análisis de diez temas principales, extraídos de los relatos evangélicos, y, aplicándolos a los sujetos actuales, el autor se propone demostrar cómo enseñanzas de Jesús podrían ser capaces de transformar teorías psicológicas contemporáneas. Y es que, para él, psicología y biblia pueden enriquecerse mutuamente, integrándose, de algún modo, sin tener en cuenta –según nuestro parecer- el abismo de niveles que las separa, en cuanto saberes, que se rigen por criterios epistemológicos y metodologías muy diversas (Alter, M. G., 1994).


2. CUESTIONES EPISTEMOLÓGICAS Y METODOLÓGICAS
Dentro de las dificultades que se nos presentan para un estudio psicológico de la personalidad humana de Jesús, comenzamos por valorar el gran esfuerzo hacho por los cristólogos modernos, con la utilización de métodos científicos, sea de crítica literaria, sea de crítica histórica de los textos bíblicos y los pocos estrabíblicos que nos hablan de Jesús de Nazaret: no podemos prescindir de ellos. Expondremos, a continuación el sentido de nuestras anotaciones psicológicas.

2.1. EL JESÚS DE LA HISTORIA Y UN ESTUDIO PSICOLÓGICO DE JESÚS
Ya en algunos de los trabajos anteriormente citados, se pueden percibir dificultades y limitaciones con las que se encuentran los psicológos cuando intentan abordar algún aspecto de la personalidad de Jesús, teniendo que buscar estrategias metodológicas que les permitan, siempre indirectamente, acercarse a él y captar alguna de sus manifestaciones como una especie de reflejo especular. Pero, lo que nos parece inevitable es contar previamente con el trabajo de investigación que la crítica histórica y literaria ha llevado a cabo y sigue haciendo, como una ayuda imprescindible para no confundir al Jesús de la historia con el Jesucristo de la fe, por muy inseparables que aparezcan en los textos que nos van a servir de material de análisis. Tenerlos en cuenta no significa, para nosotros, necesariamente ceñirnos de un modo estricto al modelo hermenéutico de este o aquel autor de moda, sino, de forma seria pero flexible, tomar aquello que parece tener el mayor consenso entre los investigadores. Además los criterios para ciertos aspectos psicológicos de la figura de Jesús no tienen por qué coincidir siempre con los que utiliza el método histórico-crítico, preocupado especialmente por "hechos externos"; mientras a la psicología le interesan las "vivencias y experiencias internas" y "la significación subjetiva" de los hechos y acontecimientos. Tomaré, en concreto, como guías a tres autores: Fitzmyer, Pikaza y Peláez, autores sucesivamente: de un Catecismo cristológico (Fitzmyer, J. A., 1997), de un actualísimo Manual de Cristología (Pikaza, X., 1997) y una reciente síntesis del ya recorrido largo viaje hacia el Jesús de la historia (Peláez, J., 1999).
Fitzmyer nos recuerda que existen tres clases de material-fuente, digamos, en los textos bíblicos sobre Jesús, que corresponden a tres fases de tradición evangélico-eclesial: la I correspondería al tiempo en que vivió y actuó Jesús hasta alrededor el año 33, tomando como objeto lo que él hizo y dijo; la II comenzaría después de la muerte de Jesús, la fe en su resurrección y la predicación o kerigma, durante la cual los recuerdos anteriores se habrían fundido con la nueva imagen de la fe en cuanto Señor y Cristo resucitado de tal modo que más que la precisión sobre acciones y palabras les importaba a los predicadores transmitir su fe en él, adaptándolas a sus oyentes; finalmente, la III, se desarrollaría a partir de los escritos de los evangelistas, entre aproximadamente los años 65 (Marcos) a 90 (Juan), pasando por el 80 (Mateo, Lucas), si bien ya en la fase II habría ciertos escritos, como es el caso admitido de la llamada fuente Q en griego, anterior al menos a Mateo y Lucas, que la habrían utilizado. Por tanto, podremos concluir, según esta línea de investigación, que serían un error confundir la fase III con la I, tomando ingenuamente la literalidad de los textos evangélicos como directamente expresivos de acciones y palabras del propio Jesús, cuando, en realidad, "son testimonio de cómo se predicaba a Jesús, durante los años 30, 40 y 50". Se nos impone, pues, un esfuerzo de deconstrucción para aproximarnos, por sucesivas reducciones, desde las narraciones evangélicas hasta la fase primera de los acontecimientos.
¿No podremos entonces valernos de los relatos evangélicos para saber algo del Jesús histórico? Sí, nos responde al autor, siempre que tengamos en cuenta que "lo que los evangelios nos presentan de la fase I ha sido filtrado a través de la tradición de la fase II y el proceso selectivo, editorial y explicativo de la fase III"; ahora bien, aunque nos ofrezcan más bien el modo en que se presentaba al Jesús de la fe, en los comienzos del cristianismo, lo que narran sobre lo que hizo y dijo Jesús "puede estar basado en algo que él había dicho [e hizo], pero ese "algo" hay que descubrirlo en cada caso, con métodos de crítica formal y redaccional" (Fitzmyer, J. A., 1997, 28-31). Nosotros, sin pasarnos de optimistas, pensamos que podemos quizás extraer de ese algo ya descubierto otro algo psicológico, allí "implícito", sin pretensiones estrictamente científicas.
Por lo que toca a Jesús Peláez, en las "reflexiones finales" de su largo viaje de síntesis, a través de las tres etapas, hacia el Jesús de la historia, entendido como el conocimiento que tenemos de él, gracias a la historiografía y otras ciencias humanas, y después de abogar por unión convergente y complementaria de las líneas vectoriales de investigación, analítico-literaria e histórico-sintética, afirma que hoy parecen superadas tanto la primera ingenua y precrítica aceptación de los evangelios como documentos históricos, como el rechazo total, en una especie de reacción, ideológicamente prejuiciada e hipercrítica, por la llamada ley del péndulo, y "en los últimos tiempos, los evangelios han recuperado cierto grado de credibilidad histórica y se consideran la plataforma válida para acceder al Jesús de la historia, aunque no lo suficientemente amplia como para poder escribir su biografía". Se trataría, si somos capaces de situar bien el texto del relato de las acciones y palabras de Jesús en su verdadero contexto, podríamos reconstruir las coordenadas que nos permitiese "dibujar al menos las grandes actitudes que caracterizaron su persona", y, suministrándonos "sólidos indicios de lo que fue su estilo de vida, sus actitudes, gestos y palabras…, ayudarnos así a penetrar algo en su conciencia. Paradójicamente –añade-, la contribución más clara a la cristología de Jesús mismo proviene menos de las declaraciones formales de éste que de sus comportamientos".
El autor se muestra muy optimista sobre la posibilidad de lograr lo que el llama las grandes actitudes de Jesús, que vendrán implícitas – si no le entiendo mal-, en la propia exposición kerigmática, que reflejan los evangelios, de los primeros predicadores cristianos, que "anunciaban al Jesús muerto y resucitado, y transmitían fielmente al menos el contorno de su figura, resaltando… los rasgos principales de su personalidad". Este núcleo comprendería cuatro rasgos distintivos: "su libertad suprema, su proclamación de la igualdad entre los seres humanos, su apertura universal a todos, especialmente a los excluídos de la sociedad, y su amor solidario, como resultado de sentirse poseído por el Espíritu de Dios-amor a quien llama "Padre" (Peláez, J., 1999, 119-121).
De Xabier Pikaza, en fin, comenzaría aquí por tomarle en préstito su original decálogo biográfico, esto es, los diez rasgos o componentes básicos de la historia del Jesús histórico, si se me perdona esta expresión, que constituirían una totalidad gestáltica, denominada por él biografía fundante: profeta escatológico, mensajero de Dios; sabio en el mundo, experto en humanidad; poderoso en obras, sanador y/o carismático; servidor de la mesa común, pan compartido; creador de familia; discipulado y comunión; testigo de Dios, el Padre de Jesús; superador de la ley, el desafío de la gracia; mártir en Jerusalén; muerte de Jesús; Dios le ha resucitado, Pascua cristiana; Dios con nosostros, el Cristo de la Iglesia. Sólo por su formulación, se puede percatar el lector de la riqueza de su contenido. “No todos [estos rasgos] se encuentran igualmente atestiguados, pero forman un conjunto coherente, siendo evocados por gran parte de los investigadores de esta tercera búsqueda del Jesús histórico. Están relacionados entre sí… y han de entenderse de modo conjunto, pasando del primero (profeta hasta los últimos (muerte, pascua, iglesia), conforme a los criterios de continuidad (Jesús sigue siendo judío), ruptura (ha suscitado un movimiento mesiánico distinto) y coherencia (los diversos momentos se implican y escalonan, formando un conjunto)”.
El segundo punto de la historia de Jesús que nos interesa mucho, como psicólogo, es el titulado identidad y conciencia, temas clásicos, retomados ahora desde nuevos y modernos planteamientos, mucho más antropológicos y fronterizos con la psicología. El autor nos expone primero la textura conceptual de su pensamiento. Para definir la identidad de Jesús a nivel de conciencia, comienza con la expresión: hierofanía personal, en sentido de “revelación humana de Dios”. Desde aquí parten los trazos que van a perfilar la configuración definitoria de la conciencia de Jesús, en su doble modalidad: reflexiva o autoconocimiento, y activa o autorrealización; y es precisamente, desde este transfondo, desde donde define la persona de Jesús como “relación fundante, en apertura a Dios y hacia los otros”. Intenta además, según su propia confesión, “vincular de algún modo los caminos de Hegel y Sleiermacher”, atendiendo a la vez, a la dimensión teogénica del autoconocimiento de Jesús desde Dios, y a la egogénica o de autoconocimiento por interiorización personal desde el propio yo de Jesús. Pero advirtiéndonos que “la conciencia de Dios y de sí mismo resulta en Jesús inseparable de la forma de entender a los demás) o de entenderse y realizarse a partir de ellos)”. Pues bien, es desde este fondo, desde donde Pikaza destaca tres formas de conciencia de Jesús, que corresponden a tres modos de encuentro consigo mismo como sujeto personal: teoconciencia o de profundidad, desde Dios; antropoconciencia o de reciprocidad, desde/para los humanos; autoconciencia, de sí mismo en cuanto se ve 'desde el don de Dios y en apertura hacia los otros'(cf.Pikaza, X., 1997, 31-63).
Algunos psicólogos actuales han ido a buscar inspiración en la obra jungiana; tal es el caso de H. Childs (1998), en cuyo estudio pone de relieve, cómo no existen acontecimientos neutros que no estén, de algún modo condicionados por los “mitos” y creencias arquetípicas de cada época, incluida la presente. Sin seguir esta línea jungiana, y queriendo enriquecer y matizar los métodos históricos-críticos, Klaus Berger insiste, en su Psicología histórica del Nuevo Testamento (Berger, K., 1991, en que es preciso estudiar muy detenidamente las representaciones mentales, imaginarias, simbólicas y conceptuales, esto es, el modo de pensar el mundo, el hombre y Dios, sus relaciones mutuas, etc. de las personas del tiempo y lugares en que vivió Jesús y en que se escribieron los textos que hablan de él, para poder hoy captar su significado, en una necesaria confrontación con los componentes diferenciales de nuestro modo de pensar y de actuar hoy. En el caso de Jesús de Nazaret se da además otra circunstancia que viene a complicar todavía esta problemática: es la fe en la resurrección y glorificación de Jesús por Dios, su Padre, y que vino a modificar profundamente, de manera retrospectiva y retroactiva, la imagen del Maestro, las representaciones mentales de sus discípulos, familiares y mujeres que lo acompañaron, visto ahora como el Señor, el Kyrios. La personalidad de Jesús queda como envuelta y traspasada por esta nueva luz que transfigura sus acciones y palabras, confiriéndoles un nuevo e insospechado sentido, seleccionando recuerdos y rememoraciones que se van muy pronto elaborando en las primeras comunidades cristianas. Psicológicamente, habrá que tener en cuenta también un efecto positivo: los evangelistas y demás testigos cuidarán, a la vez, de respetar su memoria, sin distorsionar, su figura y la significación de sus actitudes, aunque hayan acomodado y dramatizado sus acciones y palabras, cuyo recuerdo continuaba vivo en las comunidades, deseando seguir siendo testigos de Jesús auténtico sin falsear su testimonio. Nos parece que esto no ha sido suficientemente valorado. La propia comunidad cristiana, si, por una parte, idealizó los aspectos más humanos de Jesús, desde la fe en su divinidad y exaltación celeste; por otra, se preocupó de discernir lo que expresaba realmente el modo y estilo de ser y de actuar de Jesús, de las mixtificaciones 'apócrifas', que terminaron por no ser recibidas como auténticas ni de su persona ni de su mensaje.
Vázquez Fdez., Antonio
Vázquez Fdez., Antonio


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