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El jardín de San Roque

jueves, 27 de enero de 2022
Si nos imaginamos una superficie sin casas, al natural, que bajase desde a Mosqueira hasta el río Rato, al principio caería en suave pendiente pero, luego, por San Roque, la caída sería rápida. Así ocurrió hasta que a principios del siglo pasado quien podía hacerlo encargó a Eloy Maquieira que hiciese un muro (una presa más bien) de contención para allanar el desnivel.

Se hizo el muro, se rellenó de escombros y apareció una explanada hermosa y amplia que se ganaba para el urbanismo local. No me imagino cómo estuvo configurado antes el lugar, pero me gusta mucho cómo lo vemos y lo vivimos en este tiempo. Claro que las edificaciones aparecieron en el desnivel que baja hasta la actual Ronda das Fontiñas, pero quiero creer que E. Maquieira imaginó su obra coronada por un banco corrido de granito y con rejas como respaldo, que también podía hacer las veces de mirador. En aquel entonces paisaje no faltaba, la verdad.

Hoy la llanura conquistada al desnivel es un bonito jardín con un profundo toque de El jardín de San Roqueromanticismo, según mi modo de ver. Un jardín con árboles y arbustos en el que los tonos de verdor son el principal elemento ornamental, Tal vez muchos no se han dado cuenta de la ausencia de flores en el Jardín de San Roque, pero todos hemos captado la armonía de sus colores, en este caso una amplia gama de verdes.

Tenemos allí desde el verde casi negro del tejo hasta el esmeralda del césped, pasando por el brillante del acebo, el tono apagado del ligustrum o el de tonos púrpura del durillo. Todo armónico y en proporciones muy compensadas las de unos colores con los otros. ¿Quién tendría la afortunada idea de un jardín basado en diferentes tonos de color? Vaya mi aplauso para él y los valientes que le secundaron en su avanzada idea paisajística.

Los tejos, altos y delgados, prestan un bonito toque de verticalidad a un lugar que se presiente bien cuidado y acogedor. Las plantas arbustivas están bien recortadas y, en general, se está muy bien allí. Hay muchos bancos, muchos, con listones de madera.

Durante un amplio período de tiempo, en este jardín estuvo situado un busto de nuestro Juan Montes, un monumento que siempre me ha recordado un reloj de consola, pero bonito y esbelto. Cerca del monumento, la Peña Amigos de San Roque colocó una placa de homenaje conmemorando una efeméride del músico. Hoy el monumento ha vuelto a cambiar de sitio, y van cuatro con este nuevo. El traslado se hizo entre confinamientos, tal vez con prisas, y se dejó la placa conmemorativa olvidada en el jardín. Allí está, solitaria sin sentido y sin monumento al que rendir homenaje. Tal vez olvido, tal vez dejadez o por menosprecio, pero esas cosas ocurren y son dolorosas e incluso ofensivas. Con alguna sensibilidad y conocimiento del caso, se habría trasladado el monolito y todos contentos, pero tal vez se careció de ambas cualidades en quien se supone que debe tenerlas. Estas cosas me duelen mucho, pues en una ciudad a la que profeso cariño, ocurren estos detalles que son como notas desafinadas que estropean un buen convivir. Pero el ciudadano parece acostumbrado a desafueros y detalles inexplicables.

Se llevaron a Juan Montes a otro sitio, pero ha dejado un vacío y un monolito. ¿Se va a poner algo en el sitio vacante? A mi se me ocurren dos esculturas posibles, que quedarían muy bien allí.

Pero volvamos al jardín sin olvidar lo comentado. El lugar tiene su historia que viene de lejos, como nos indica el museo situado tras la capilla. Aquella iglesita barroca, de granito, con espadaña y pórtico con cancilla, es un buen telón de fondo, con aire rural, de un lugar que me parece de los más acogedores de Lugo.

Solo encuentro una pega en el jardín: el profundo estado de dejadez en el que se encuentra. Hay arbustos diseñados para ser recortados, que exhiben ramas de más de 30cm de longitud. Lo mismo ocurre con los ligustros, que tras unos años de abandono están perdiendo su elegante morfología inicial.

Nadie se queja tal vez porque nadie lo ha notado.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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