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La política y yo

miércoles, 26 de enero de 2022
A Carmiña Ponte, nuestra amiga y fiel lectora,
viuda de Modesto Rivera, ejemplo de honestidad y bonhomía.


Sabido es que la política es la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas y que cada persona tenemos una visión de como debe organizarse. Es por ello que siempre pensé que el bien común es la meta que deben buscar mis actuaciones. No como político como tal, sino como ciudadano preocupado por la política. Y si no me he dedicado a ella-alguna oferta recibí- ha sido porque, desgraciadamente, las personas que me pudieran haber animado a la teórica labor tan loable, no me han convencido. Reconozco que tengo sufrido mis contradicciones porque, siendo partidario de la unidad de acción para una actuación conjunta en el ámbito social como el que aquí expongo, he comprendido que mi carácter, ajeno a cambaches y maniobras contra mis rivales, no me llevarían a ninguna parte. Siempre supe que no valgo para la política, entre otras cosas porque soy incorrecto. De los que la ejercen, sólo merecen mi consideración aquellos que se han retirado sin haber hecho patrimonio, entre ellos un amigo mío con el que jamás hubo una palabra de ideología, sino de contrastar ideas. Sé que debiéramos ser agradecidos al trabajo de los políticos, y sin embargo sólo respeto su honestidad por encima de siglas. Deshonestos me parecen la mayoría, generalmente prepotentes, altivos y, sobre todo, vividores... Muy poca relación tuve con ellos, pero quizás los dos salimos ganando: ellos no tienen mucho que aprender de mí y yo ya sé que es soñar despierto y aterrizar, decimos en Galicia, “esnafrado” (con las narices rotas). Las escasas veces que traté con ellos siempre tuve sensaciones extrañas: nerviosismo, desconfianza, manipulación... La última experiencia fue de orden intelectual y rápidamente noté el barniz. Mis colegas de conversación quizás alguno haya tragado... Dejémoslo ahí. ¿Inteligencia? Cada cual tiene la suya.

Hoy, pasados los años en que quizás pudiera ser algo útil, esas sensaciones negativas hacia ellos no sólo no me han abandonado, sino que las vengo rehuyendo siempre - jamás tuve con los alcaldes de mi pueblo otra relación que ser conocidos mutuos- porque creo que, salvadas honrosas excepciones de uno u otro lado, los partidos son, básicamente, cotos de trileros. Reitero mis disculpas a quienes no lo sean.

Y con estas premisas llevo viviendo toda la vida. Desde un principio vi en la democracia el sistema mejor para dar cabida a todos los pensamientos, a sabiendas de que muchas veces es manipulada torticeramente por personas que no creen en ella y la usan y abusan de ella en el propio beneficio. La diferencia entre ellos y yo es el respeto. Los seres humanos, además del interés por la política, tenemos una serie de valores en los que juega un papel fundamental la educación recibida y los principios y éstos nos llevan a elegir entre amigos, conocidos, envidiosos, rivales... Nada es ajeno a la condición humana. Dice una canción religiosa que me gusta: al final de la vida, nos examinarán de amor. Y conviene ir llenando el morral. No ya por las ideas religiosas que uno pueda o no albergar, que esa es otra cuestión, sino porque el amor es la mejor joya que pude encontrar en la vida. Y harto de amar quiero morir.

Pues bien, dadas estas premisas, a mi siempre me preocupó y sigue haciéndolo, la vida de los más desfavorecidos y, si bien no soy un misionero ni nada parecido, siempre quise combatir las condiciones de vida de esta gente. Por ello, mi posicionamiento político es partidario de pagar impuestos para que la sanidad, la educación, los servicios sociales, las comunicaciones... los parados, los ancianos y otros necesitados vivan con dignidad. Es por ello, que combato a los depredadores de las arcas públicas y denuncio todas las anomalías que encuentro en mi vivir diario. No, no me duelen prendas este o aquel partido político porque soy ajeno a ellos, ahora bien, sé que hay partidos que llevan esa depredación en su ADN. Privatizar cualquier servicio público es, con H o Con B, entregar a los buitres carroñeros los servicios públicos, llámese sanidad, educación, servicios sociales o hasta la traída de aguas del pueblo. Las falacias de los mentirosos son decir que son más eficaces y están mejor logrados los objetivos. Acepto que la empresa pública necesita mecanismos de control para su mayor eficacia, ahora bien, en ellos el beneficiario es el ciudadano, no la cuenta corriente de estos buitres carroñeros y hasta mafiosos.

Siempre han tratado de convencerme de que la gestión privada ahorra dinero a las arcas públicas y eso es una mentira total. Veamos un ejemplo. Un hospital.

Para su funcionamiento necesita un presupuesto capaz de pagar unos sueldos medianamente dignos, estar dotado de los medios adecuados para su funcionamiento y una gerencia eficaz. Y eso implica un gasto. Si ese gasto se reduce en los presupuestos, entonces surgen los problemas. Y ese es un método torticero de desprestigiar lo público y el camino emprendido por algunos políticos para la privatización. Tirar con todo aquello que sea público y beneficie a la ciudadanía para hacer ricos a sus amigos. Y eso carece de la mínima honradez. Si el servicio público se deteriora, la ciudadanía trata de buscarse la vida en la privada, sin ser consciente de su error. Lo lógico es mejora el servicio público exigiendo los cambios precisos para un correcto funcionamiento. Y eso tiene que ver con los medios económicos, no para despilfarrar, sino para dar mayor calidad. Y aquí convendría fomentar asociaciones de usuarios que colaborasen con la gerencia para evitar abusos o desmanes. De ahí la falaz premisa de que la gestión privada dé mejor resultado. En la gestión privada hay sueldos y pagos mucho peores, porque las aseguradoras también se lo llevan crudo pagando miserias a los médicos, que en última instancia son os verdaderos motores de los hospitales, así como que éstos carecen del material adecuado, que cuesta dinero, para intervenciones complejas. Y el resto de necesidades del usuario son, en la mayor de los casos, pagado por ellos. Allí se paga hasta el aparcamiento. Los fondos buitres son carroñeros y de ellos son los hospitales privados, así como centros educativos y otros servicios. Son negocios con pingües beneficios y eso lo sabe todo el mundo, incluidos los políticos que los amparan. Están desmantelando la sanidad pública. Los colegios, al menos en las grandes ciudades, son guetos donde en la practica sólo se aceptan emigrantes pobres, mientras se gastan el dinero en subvenciones de colegios elitistas y discriminadores. Y lo sé por experiencia propia. He visto a niños pasar hambre y eso, en una España tan cristiana como presume de serlo, no es admisible. Mientras viví esto, se gastaba en dinero en folclóricas.

Esta somera visión de lo que está ocurriendo me posiciona políticamente en donde quiero estar, en la defensa de la política social:
Si las arcas del Estado no se llenan, entonces padeceremos los baches de las carreteras que sufrimos; si hacemos trampas con nuestra tributación, quizás estamos influyendo en la calidad de la comida de una residencia de ancianos; si no cuidamos las arcas públicas y permitimos tantas actuaciones carroñeras con ella como en la actualidad, entonces es posible que no haya aparatos modernos en nuestros hospitales. La empresa pública no busca beneficios económicos, la privada sí, y Perogrullo lo dice: recortando derechos y bienestar, se gana más dinero. Sobre todo a los avariciosos.

Dice mi amigo, que es experto en observación, que en los últimos sesenta años no sólo no hemos avanzado, sino retrocedido en temas de este tipo.

Ahora hablo de la candente reforma laboral. En los años sesenta del pasado siglo la indemnización por despido era de veinte días de paga por año trabajado. Véanla hoy: lo mismo, pero hasta un máximo de doce anualidades. Es decir, peor.

Como ven, no hablo de partidos políticos porque en este tiempo hubo gobiernos variopintos. Hablo de la degradación social que achaco a dos factores esenciales: Una la escasísima implicación política de la ciudadanía, no involucrándose en estas tareas tan fundamentales para todos, y otra aún peor el posicionamiento intransigente ideológico que, con sus gafas mentales, cierra la puerta a los argumentos ajenos. El primero es difícilmente recuperable hasta que el abuelo comience a darse cuenta de las condiciones reales y míseras en que vive su nieto. Es preciso se posicione por la defensa de su dignidad, que no consisten en darle cincuenta euros, sino en actuar y reclamar el derecho a una vida digna de jóvenes que trabajan por mucho menos de mil euros. No, nadie está legitimado para echarlos a la emigración ni a conformarse con esto es lo que hay. Lo que hay es demasiado comer churros cómodamente con la socorrida resignación. No, eso no es resignación, sino comodidad y cobardía. Hay que cambiar las condiciones de vida para que los jóvenes puedan creer en eso que llamáis esperanza. La emigración, por más que sea atávica, sigue siendo nefasta. El segundo ya tiene mucho que ver con la capacidad mental del individuo y su raciocinio.

Por mi parte, no hay cambios significativos porque seguiré la senda de mi verdad, que nunca es dogmática ni exclusiva, y denunciaré corruptos; ladrones del erario público; situaciones de desamparo; diré a los cuatro vientos que ir de cañas no tiene nada que ver con la libertad; que los ancianos muertos en las residencias, por la exclusión de la Comunidad de Madrid ,debieran ser delitos; que las industrias que se montan en este País son de residencias de ancianos y máquinas tragaperras; que los obreros siguen siendo para las empresas clines de usar y tirar; que los grandes "prohombres" de este país son ricos merced a la explotación humana y esconden su capital en paraísos fiscales; que yo no tengo obligación alguna de ser políticamente correcto y que Garzón, cuando dice que las macro granjas son nefastas, lleva toda la razón, aunque moleste a Pedro Sánchez. Yo no soy ni sanchista, ni pablista y mucho menos extremista. Me gusta Machado, no sólo siendo ligero de equipaje, sino como espíritu de reconciliación. Y así se lo dije en su tumba. Me gustan los poetas tipo Benedictino... y personas que conozco y conocí sean famosas o no. Y por supuesto, mis amigos. De ellos alimento mi espiritu. Algunos me creen pesimista, pero es falso, porque si bien mis reflexiones lo pudieran parecer, nada me hace más feliz que ver las sonrisas de los niños y el compartir con famiiares y amigos momentos de compartir.

Nada nuevo bajo el sol. La política, nos guste o no, forma parte de nuestras vidas y yo sólo tan les pide a nuestros políticos mente abierta, honradez y buena voluntad. Porque, señores, no nos equivoquemos, son personas como nosotros y tienen que lidiar con gente de todo tipo, desde mafiosa, ruin, ladrona, equivocada, mendaz, lista, soberbia, cretina, vulgar, golfa... y hasta descreídos como yo. Y, eso puede ser un duro trabajo para seguir preocupándose de nuestras vidas. Si el político en cuestión , sea del partido que sea, es honrado, mi gratitud y apoyo. ¡Ah! Y no se me olvida que sé que navego por el proceloso mar de las tinieblas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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